Dr. Gastón Pesce Echeverz
Ex edil departamental/PN
Se conmemora el primer medio siglo desde el golpe de Estado de 27.06.1973.
Tomando como punto de referencia la fecha, hubo un Uruguay antes y otro después.
El Uruguay de ayer era aquel unido por el ferrocarril primero y la ONDA después, el de los Carnavales de antes, los Judas y las serenatas, las retretas en las plazas, los velorios en las propias casas y las recorridas de la Policía a caballo, de a dos, con sable y casco sobre calles empedradas, casi sin vehículos ni redes informáticas, donde nunca o casi nunca pasaba nada, donde no había drogas y los presos en la mayoría de los departamentos del Interior no pasaban de cien, con un solo Fiscal departamental que llevaba todo al día y colegios profesionales que se permitían legítimamente enmarcar la labor de los jueces y fiscales de modo tal que garantizaban efectivamente los derechos de la población sin abusos de poder. Todavía llegaban barcos mercantes y de pasajeros al muelle del querido y viejo puerto de mi querido barrio. No había televisión, ni siquiera Semana de la Cerveza ni Tesoro de la Norteña y la gente se conocía y trataba con una elemental solidaridad humana de la que hablan Larbanois Carrero en su “Santa Marta”.
Todo eso existió en el Uruguay de antes del 73.
Luego sobrevino “el golpe”.
Recuerdo nítidamente esa mañana en que, como estudiante del entonces Liceo Departamental, luego No. 1 (ya que sólo existía por entonces el Piloto) me crucé con Mauro (a la postre Ing. Patrone, el mejor de nuestra generación y, a la vez, mi mejor amigo, prematuramente fallecido en lamentabilísimo accidente carretero) casi frente a la sede de CW 39, Radio La Voz de Paysandú, un poco más arriba, por la vereda de enfrente, a la entrada del garaje de la finca de la familia Pereira Henderson, quién me advirtió que se habían adelantado por tiempo indeterminado las vacaciones de Julio porque habían dado un golpe de Estado y adolescentes contentos porque se nos adelantaban las vacaciones, enseguida programamos irnos de tarde a jugar a la paleta (pelota vasca) al Club (Remeros).
Luego sobrevinieron los uniformes ordenados a prepo y las túnicas blancas, para parecernos todos iguales, la reivindicación del Coronel Latorre (al parecer, milico ejemplar) y toda una serie de medidas a fin de ordenar el enorme relajo en que nos sumieron los zurdos a contramano del consejo del Che Guevara, quien habría dicho que, dadas las condiciones de vida y derechos de Uruguay no tenía sentido emprender acá ningún tipo de aventura de corte revolucionario.
Y, a partir de aquí, ellos mismos crearon una grieta que no se ha cerrado hasta el día de hoy. Veamos.
La enorme mayoría de la población quedó en medio de una puja violenta entre los subversivos alzados contra el Gobierno y el manotazo que, ley 14.068 mediante, éste pegó a las Fuerzas Armadas para liquidar a los sedicentes revolucionarios…
A esta altura del partido creemos que Bordaberry debió haber terminado su mandato con el apoyo militar e inmediatamente después se debió haber convocado a elecciones libres y democráticas, con participación de todos los partidos políticos, en la fecha prevista para las Elecciones Nacionales según el cronograma institucional, pero, en cambio, al parecer, algunos milicos pretenciosos se encariñaron con el poder hasta que las circunstancias primero y la presión del pueblo uruguayo después terminaron por desentronizarlos al cabo de una lucha más o menos persistente de los detentadores del poder desde siempre, o sea, de los políticos profesionales apoyados por las grandes mayorías incautas de la población de siempre. De antes y de hoy.
Sobrevino pues la salida democrática, para la cual Sanguinetti, corriendo con el caballo del Comisario, le birló la Presidencia de la República a Wilson, quién respondió generosamente a dicho abuso con la tesis de la gobernabilidad y el Partido Nacional terminó pagando los platos rotos de la salida democrática…, sin duda alguna.
A partir de allí comenzaron a sentarse las bases del Uruguay de hoy, 50 años después.
Algunos, como yo, luego de haber estudiado sin problema alguno en una única Facultad de Derecho limpia de todo tipo de consignas y actividad gremial.
Según parece, Pacheco no quería ser Presidente, pero contuvo el poder militar.
Bordaberry en cambio no los pudo dominar y así, quienes debieron prestar un servicio a la República para luego retirarse a los cuarteles se encaramaron en el poder durante unos interminables once años al cabo de los cuales todo pasaba por tener que ir a pedir favores a algún Comandante o Capitán. Hasta que volvieron los políticos.
A la salida democrática muchos pensamos que a partir de allí todo cambiaría, que tendrían por fin lugar el trabajo, el talento y el mérito, pero al contrario de la España post franquista, acá volvieron por el trompo los mismos nenes de siempre, ávidos de seguir chupando la sangre del Estado, que es la de todos nosotros.
Hoy han pasado los años y nuestra perspectiva es otra. La de toda nuestra generación seguramente también. Veamos. Recuerdo que en las elecciones internas de los partidos políticos (habilitados) yo no voté, porque entendía antidemocrático votar en elecciones con partidos proscriptos, como el comunista.
Hoy en cambio pienso que es el Partido Comunista el que debería estar inhabilitado por ser, precisamente, antidemocrático. O que, en todo caso, siguiendo una línea de mínima coherencia, en tal caso debería autorizarse el Partido Nazi o Fascista, que, en el fondo, son lo mismo.
Luego, la Ley de Caducidad nos llevó a algunos blancos independientes wilsonistas a apoyar el voto verde, porque más allá que toda guerra supone la máxima violencia, también es cierto que debe haber ciertos códigos a respetar que parecen infranqueables y si bien se puede llegar a entender que una milicia alzada los viole, no es admisible que haga lo mismo un Sr. Oficial de la República formado por el Estado.
Hoy aquellos que nos metieron en el baile son unos próceres, que han arrancado de la sociedad idiota que les compró el verso y del Estado ventajas inadmisibles de todo tipo, desde la misma salida democrática, pasando por sus 15 años de desgobierno y sonándose la nariz con dos plebiscitos que terminaron confirmando la manida Ley de Caducidad por parte del Soberano, nos guste o no, siempre se salen con la suya.
El gobierno blanco independiente que, de la mano del wilsonismo, el Uruguay se merecía no pudo ser, pero éste abrió paso a una “embestida” del Herrerismo que es el sector del Partido que gobierna hoy, al cabo de una coalición prendida con alfileres que alcanzó el poder por la mínima diferencia que cuesta una banca de diputado, cosa que el actual gobierno irresponsablemente parece no haber entendido o tenido presente nunca a la luz de la ausencia del profundo revisionismo que merecían los tres lustros del gobierno anterior. Y, más allá de la coyuntura económica, se han vuelto a cometer errores y hasta barbaridades que solo se justifican en la mediocridad de nuestros actuales gobernantes, en la falta de caudillos referentes en todos los partidos, en la avidez por el poder de muchos por el poder mismo, sin ideas claras, ausentes de todo plan, en las ansias por trepar y acomodarse a como diere lugar, muy lejos de la excelencia y en ancas de la improvisación.
Y así llegamos a un mediocre Parlamento de gente sin formación ni nada que perder y a la perpetuación sine die de las oligarquías de siempre, de todos los partidos, de los cuales han vuelto a apropiarse los vivos de siempre en desmedro de los nabos de siempre (tanto adláteres como contribuyentes), dando plena razón a nuestro viejo Profesor de Derecho Constitucional I, a la postre él Consejero de Estado, cuando alguna vez nos advirtió en clase que, en todas las sociedades políticas del mundo, la gran división es horizontal y está entre los que gobiernan arriba y los que somos gobernados como paganinis de la boda -mediante impuestos- abajo, que somos todos los demás, casi que sin distingo alguno (el Catedrático español Dalmacio Negro parece afirmar más o menos lo mismo). A todo lo cual habría que decir de una buena vez, al unísono ¡BASTA YA!, que nos merecemos un país en serio, un país distinto. Ojalá la sociedad despierte en algún momento, por el bien de nuestros hijos y nietos que merecen un país serio y mejor.