¡DESDE PAYSANDÚ!

Por Eduardo Rodríguez.-

Una vez una señora mayor, amiga de la familia, me lo dijo al pasar y me dejó con eso. Estábamos conversando en un chat y me dijo que seguramente para mí había sido difícil «lo de la adopción». Me impactó tanto que cerré ese chat y salí a llorar desconsoladamente. Se ve que esa persona tenía la necesidad de hablar de eso, quería que yo supiera o pensaba que ya era consciente de la situación«, cuenta Rosalina que entonces tenía 48 años. Aquel mensaje que resonó con fuerza en lo más profundo de su ser intensificó algunas sospechas sobre su identidad con las que había convivido. Entonces inició un proceso de búsqueda en el que sólo ha conseguido reunir algunos datos, sin alcanzar certezas plenas.

 

“ME FUERON A BUSCAR A UNA CLÍNICA CLANDESTINA”

 

Después de mucho tiempo, cuando se sintió capaz de retomar aquella conversación se encontró con la triste noticia de que la amiga había fallecido. “Lo que me quedaba era encarar a una prima con la que tengo mucha confianza. Cuando le pregunté si soy adoptada me respondió: «¿quién te lo dijo?». La respuesta en forma de pregunta avaló la inquietud. «Esa prima me contó que me fueron a buscar a una clínica al lado del Sanatorio Modelo y entonces empecé a averiguar. Me dicen que ahí funcionó una clínica clandestina cuya dueña era la famosa partera Segunda Morantes de Michelena, que también trabajó en el Hospital«. Según sus datos, «esa mujer era muy conocida en Paysandú y en la zona por las cosas que hacía» y, aparentemente, habría montado un negocio «de ventas de niños a parejas de alto poder adquisitivo«. Agrega que no habría sido la única partera dedicada a esas acciones y asegura conocer «varios testimonios de personas que están en la misma situación». «Un médico ginecólogo muy conocido, que ya falleció» podría haber actuado como jefe de esa organización. La partera, que Rosalina recuerda y a cuya casa iba de pequeña con su «mamá» cada mes, presume que a llevar dinero, «ahora tiene más de 90 años y vive en Montevideo«. Según averiguó, la clínica habría funcionado entre los años 1960 y 1970 victimizando “gente muy humilde, mujeres muy jóvenes, madres solteras, gente que venía del campo«; en general, personas que se podrían definir como en situación de vulnerabilidad y que tras el nacimiento de su hijo recibían argumentos que daban cuenta del supuesto fallecimiento de la criatura. «Hay testimonios de madres que van al parto y sienten que su bebé llora pero después le dicen que el niño murió, sin una partida de defunción, no hay cuerpo del niño, no hay nada«, relata con lágrimas en sus ojos.

“EL PACTO DE SILENCIO”

 

Rosalina indagó a otros primos y amigos del barrio, «los que se criaron conmigo«, dice, y siempre obtuvo la misma respuesta: «todos me decían lo mismo; que sí, que me habían adoptado pero que jamás se habló del tema«. Ese «pacto de silencio«, quizás un acuerdo explícito entre mayores o quizás resultado de una sociedad que evita aquellos asuntos molestos, implica que Rosalina tenga severas dificultades para conseguir información. Además, «la gente mayor del barrio ya falleció, los que viven están con Alzheimer o dicen no recordar«. Cuando hace seis años asumió la posibilidad de ser adoptada, o «negociada» según define al probable proceso de adopción, aún vivía la mujer a la sigue llamando «mamá» de quien no recibió más que silencio o evasivas cuando indagó sobre el tema.

LA PARTIDA DE NACIMIENTO “LLENA DE DATOS FALSOS”

 

La partida de nacimiento establece que Rosalina nació el 1 de mayo de 1965 en el domicilio de Luis Amarillo y Blanca Peña, en la ciudad de Paysandú. Sin embargo, sostiene que el documento «está lleno de datos falsos que sustituyeron mi verdadera identidad«. Mientras reconstruye su historia entiende que no fue concebida por aquellas personas, o al menos que no nació de Blanca. Quien figura en los papeles como su padre, puede que sea, efectivamente, su progenitor. Mantiene esa sospecha en base a algunos datos; por ejemplo: «dicen que mi padre era muy sinvergüenza, un mujeriego. Fue comisario en campaña y no descarto que pudo tener una relación de la haya nacido yo«. Concretamente, cree que Amarillo se vinculó con una señora en Pueblo Beisso, pequeña localidad ubicada a unos 110 kilómetros al oeste de la ciudad de Paysandú, cuando revestía como comisario del pueblo. Según sus datos, esa mujer, que falleció hace varios años, «fue muy conocida, tuvo muchos hijos pero crió a muy pocos, dio a la mayoría«. Los niños que permanecieron a su lado, hoy ya mujeres y hombres, nunca tuvieron conocimiento del destino de sus hermanos enajenados. Para Rosalina no sería impensable que la esposa de Amarillo haya sido capaz de criar una niña gestada por su esposo con otra mujer. «Algunos primos mayores que yo y gente del pueblo que escuchó mi historia me dice que sí, que puede haber sido así«, enfatiza pero lamenta que por el momento no logre trascender de la suposición.

 

LOS “SUPUESTOS HERMANOS” QUE CONDUCEN A LA MADRE

«Una señora que venía a mi almacén siempre me decía: «sos igualita a Cristina, es como tu gemela» y yo siempre le respondía lo mismo: «no tengo hermanos, soy hija única, no puede ser«. La contundencia de aquella negativa resultó cuestionada cuando le hablaron de su adopción. Recordó la afirmación de su clienta y fue en busca «de esa tal Cristina»  que resultó ser «físicamente muy parecida a mí, pero muy parecida, y con miles de coincidencias en cuanto a la forma de ser«. A través de Cristina conoció a «supuestos hermanos«, así los define, con quienes ahora desarrolla un vínculo fraternal y por esa vía llegó a sospechar quién sería su madre biológica. Las particularidades de aquella crianza determinan que los «supuestos hermanos» no nieguen ni puedan confirmar que Rosalina haya nacido de su misma madre. Las apariencias físicas y algunos datos sustentan la posibilidad mientras las pruebas de ADN siguen siendo «inalcanzables«, tanto por los costos de los laboratorios privados como por las complejidades en el acceso a los servicios públicos.

«Supuestamente a mí me compraron. Mi prima me cuenta que me fueron a buscar, mi madre y su madre, a esa clínica. Son recuerdos que ella, que es mayor que yo, tiene muy claros”, insiste para aportar otro dato revelador: “mi prima asegura que nunca vio a mamá embarazada”.

Quienes tengan información sobre este caso, o quizás sobre situaciones similares, pueden compartir sus aportes en el grupo de Facebook «Apropiados Uruguay».

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