Por MARCELINO RODRIGUEZ
“¡Otra vez la pelota en la casa de doña María!”
El uso de este dicho, también induce a recurrir a la frase: “El “Hombre” es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra”.
Tales enunciados remiten a la reincidencia de poner sobre la mesa el “Allanamiento Nocturno”, como caballito de batalla de otra Administración, para de alguna forma mostrar a la sociedad que hay disposición, voluntad de enfrentar el delito y el convidado de piedra: el narcotráfico y el crimen organizado.
Ya durante el segundo gobierno progresista a cargo del ex guerrillero Mújica y sus pares, la dupla constituida por Bonomi y Jorge Vázquez, hermano del extinto ex presidente, habían impulsado tal iniciativa a través del proyecto de Ley de Procedimiento Policial.
El espíritu del planteamiento era más grave aún, pues amparaba tal acto durante el horario establecido por la Constitución sin necesidad de orden judicial y la presencia del “Jefe de Hogar”.
La referida iniciativa, por suerte, se dio de bruces con gente dentro de la propia colectividad de gobierno que se puso a pensar lo inconveniente, más aún con las huellas que arrastran del pasado.
Resulta inverosímil tratar de entender cómo estos personajes fueron capaces de proponer tamaña incoherencia después de haber padecido y denunciar -particularmente la “izquierda”- la opresión y violación de sus “DDHH”; así quienes tiraron en la mesa tal idea no son “bebes de pecho” y en su mente revolucionaria -mezcla de marxismo, maoísmo, castrismo entre otras corrientes del socialismo real- encubren la tendencia neta, típica totalitaria que caracteriza a los regímenes de partido único detrás de la ex cortina de hierro.
No les quepa la más mínima duda que esta concepción la llevan en sus venas los “emepepistas” -continuadores de los tupamaros- y comunistas con gran disimulo o sin ningún escrúpulo para lograr el fin perseguido, a diferencia de los moderados junto a todas las formas de socialismo demócrata existentes en el Frente Amplio. Este direccionamiento se enfatiza más a sabiendas de la rebeldía natural e innata de los orientales -por eso aquí, por más condiciones para ello, nunca será posible el ideal de la “meca cubana”, según adoran los marxistas criollos-; además en nuestros genes solemos ser inconformistas o directamente nada ni nadie nos sirve.
El haber tocado el cielo con las manos al darse “el sueño del pibe”: llegar a gobernar el propio país -al cual atacaron y vilipendiaron- por obra y arte, en un gesto de redención, del sufragio popular hace que no le duelan prendas y en un clima de euforia y con la convicción de perpetuarse en el poder plantearon en el damero y de acuerdo a sus intereses, tal recurso de corte policial y judicial, pero de porte constitucional que puede transformarse en una herramienta peligrosa contra los ciudadanos.
Recurso que puede ser empleado arbitrariamente con distintos móviles, desde el político, ideológico hasta quién sabe qué, distanciándose del propósito para lo cual se crea: afrontar la lucha contra el delito y las organizaciones criminales. Lisa y llanamente significa un riesgo muy alto para la ciudadanía, tanto en un gobierno de excepción -dictadura- o legítimo; incluso el proceder de este último puede estar motivado por la animosidad, intencionalidad, la bajeza más amplia y rastrera impulsadas por las autoridades en base a decisiones facultadas por las prerrogativas que dicha Ley les otorga.
En una segunda etapa se planteó en un proyecto con el espíritu de reformar la Constitución de la República, impulsada por la campaña “Vivir sin miedo” y encabezada -en su momento- por el extinto senador Larrañaga. Por suerte, una vez más, dicha consulta popular a través de un plebiscito no tuvo éxito; independiente de que la población estaba acorralada por la situación de inseguridad que los distintos gobiernos progresistas no pudieron o no quisieron resolver desde la perspectiva de los planes y asistencia social, menos en el orden policial.
Hoy nuevamente reflotan tal aspecto. A veces dan a pensar que actúan de igual modo que la oposición, a la cual tanto se la crítico por sus estrategias obsecuentes. Solo tomar de ejemplo el reciente referéndum por la “LUC” alcanza, sin dejar de reconocer la existencia de los mecanismos y las intenciones legítimas para proponer iniciativas como parte de las soluciones. Pero no son más que gimnasias electorales para no solo confirmar conservar el núcleo de votantes, sino las posibles migraciones en uno y otro sentido de los correspondientes partidos políticos; en evaluación permanente.
La evidencia de que la ciudadanía no quiere el allanamiento nocturno, y al mismo tiempo dio un voto de confianza a la “LUC” se saldó a través de las respectivas consultas populares; así los apoyos de ambos lados hayan estado próximos a la paridad. De todos modos no se puede desconocer -sino se quiere actuar como el niño dueño de la pelota que, porque no se la pasan se enoja, se va con la misma y deja al resto sin jugar – que las democracias se basan en mayorías. Por tanto es de buen ciudadano o siendo más incisivo, de “buen perdedor” en justas deportivas como políticas saber mantener la cordura frente al triunfo o la derrota, así sea por el “50% más 1” de los votos.
Lamentablemente estas concepciones derrotistas que provocan actitudes de despecho, de “ir por la revancha” pensé que eran exclusividad del Frente Amplio o de la “Izquierda” y, pude comprobar que a sus adversarios nucleados en partidos tradicionales y emergentes le cabe el mismo rótulo o responsabilidad al no aceptar, acatar la soberanía popular expresada en la Democracia directa. Una pena, eso los coloca a la misma altura de la fuerza progresista; no los hace nada diferentes hasta confunde quién es quién.
Algo así, como ya no poder discernir que es de “derecha” o “izquierda” por más que dichos rótulos estén perimidos, salvo en la invocación para no sentir vergüenza los individuos y los partidos políticos a los cuales pertenecen de no ser encuadrados: a los “bolches” con ideas liberales o de corte represiva y a los llamados “fachos” con concepciones humanistas y colectivas.
Es parte de la globalización, modernidad y el progreso que las nuevas generaciones exigen y no están dispuestas a sucumbir por ideologías arcaicas surgidas en la revolución industrial, el capitalismo o dogmas de caudillos partidarios de la primera hora que en definitiva han demostrado que no existen recetas para resolver la pobreza en ambas direcciones.
Solo mirar a China y ver el contraste con Cuba, el deterioro de Venezuela no da para demasiados análisis y comentarios. Son datos fidedignos no relatos.
“No se puede ser más realista que el Rey”. Si pretendemos una Seguridad Pública que vaya de la mano con la dignidad, convivencia de los ciudadanos en un barrio de buen pasar y poder adquisitivo, de término medio o de importantes carencias, es fundamental que distintos estamentos institucionales del Estado conjuntamente con todas las organizaciones sociales que las complementan coincidan, se alinien en un frente común con el imperio de sus acciones sobre el Estado de Derecho.
Parte de la ciudadanía en nombre de la Seguridad Pública no puede darse el lujo de arremeter contra un axioma sagrado y asentado en la Constitución de la República, como lo es el Artículo 11 de dicha Carta, el cual ampara nuestro hogar, sus habitantes, bienes y patrimonio. No quiero para nadie, menos para los míos y para mí: los allanamientos nocturnos.
No es la primera vez ni será la última que distintas personas en el debate democrático expresan: “Si yo soy una persona honesta, de bien y no tengo nada que esconder, no me molesta abrirle la puerta de mi casa a la Policía”.
Esta apreciación que quizá roza lo inocente -más común de lo que se cree y muchas veces producto de la idealización o desconocimiento-, obliga a fundamentar y explicar aspectos que solo quienes padecieron los atropellos previos y durante la dictadura, la familias de los delincuentes y los integrantes de las Fuerzas de Seguridad conocen de primera mano. En cuanto a lo impactante y traumático que significan tales instancias; en plena vigencia del Estado de Derecho o en períodos de excepción. Especialmente los policías lo aquilatan, los cuales están facultados por orden de un Juez a ingresar a un domicilio con el fin de inspeccionar, registrar, incautar los efectos de lo ilícito y efectuar las detenciones de los presuntos implicados respectivamente.
El allanamiento es un procedimiento policial que se realiza con autorización judicial luego de una investigación previa, vigilancia y presentación ante el magistrado de indicios, pruebas que le brinden los elementos de convicción suficiente para ello; ya sea en búsqueda de personas identificadas, involucradas en acciones delictivas o de los efectos producto de ilícitos entre otros aspectos.
Es sumamente ingrato para los operadores policiales este tipo de circunstancias. El ingresar a una casa, no solo implica tener la posibilidad firme de dar con el delincuente, reducirlo y detenerlo -según la sorpresa o el grado de resistencia-, sino que es un episodio traumático, se mire por donde se lo mire, para la familia que allí vive. Integrada por lo general por niños -bebes incluso-, adolescentes, personas mayores ajenas muchas veces a las andanzas de estos “malechores”. Las cuales se transforman en víctimas de esta intervención al convivir -en ocasiones sin saberlo- en las guaridas de los infractores o personas en conflicto con la ley penal. Así tal incursión se ajuste a Derecho en bien de la sociedad y de las víctimas del otro lado.
Además de ser la nocturnidad un momento donde la oscuridad es de alguna manera un elemento a no desestimar, no solo porque se guarecen y conviven al acecho quienes pretenden agredir los derechos de las personas, sino para arremeter contra los patrimonios públicos y privados encubiertos en su manto. Cambia el escenario diametralmente con respecto a la luz del día, donde potencialmente el individuo se puede convertir fácilmente en víctima y los bienes ser presas del hurto, daño, vandalismo lisa y llanamente; con el agravante de la merma o ausencia de la prevención, vigilancia y protección por parte de las autoridades pertinentes. La noche por naturaleza, provoca en el ser humano estar en alerta, tomar recaudos -cualquiera sea el terreno- por temor, desprotección, desamparo.
Recuerdo un jefe del Cuerpo de Radio Patrulla, el cual señalaba -más allá del dicho: “de noche todos los gatos son pardos”- a quienes ejercíamos el rol de Oficial Control en el tercer turno: “Esté siempre alerta, no se descuide, en la noche hasta los policías son distintos, los taxistas, comerciantes, la gente que circula en la calle, etc…”
Por tanto realizar un procedimiento de tal delicadeza en esas horas no solo es contraproducente en el más amplio sentido; expone a la Policía y puede permitir más fácilmente -para los inescrupulosos delincuentes- hacerse pasar por la misma e ingresar a una finca con el motivo que sea, entre ellos copar y robar.
Además es más factible cometer errores, equivocaciones como ingresar errónea o equivocadamente a una finca -sucede de día, imaginen en la noche- y agrego algo más: por lo general a los allanamientos no acuden los fiscales -salvo un hecho de relevancia- como antes en el sistema inquisitivo no lo hacían los jueces. Por tanto si se comete un yerro, más allá de las investigaciones administrativas que se realicen en la interna de la Fuerza para determinar responsabilidades sobre lo irregular del procedimiento, no aparecerá ningún fiscal menos un juez para pedir disculpas sobre dicha invasión domiciliaria torpe y sus consecuencias; como el daño a la puerta de entrada y evidentemente la sorpresa que se llevan sus ocupantes y vecinos de alrededores.
Pero saliendo exclusivamente de la faz delictiva que motiva nuevamente poner en el tapete el allanamiento nocturno; tampoco quiero que ningún gobierno de excepción -se trate de “dictablanda”, “dictadura”, de izquierda o derecha generosa o mesiánica respectivamente gestionada por uniformados, civiles o la combinación de ambos- y menos una democracia. Más peligroso aún, que éste último sistema -al sostener sus acciones bajo condiciones y pantallas de legitimidad- se arrogue el derecho de ingresar a mi casa con el motivo que sea. Mañana eso puede ser una atribución transformada en ley con el famoso agregado clásico –“y todas aquellas situaciones no previstas en la norma“, la famosa tipicidad flexible que todo lo incluye-, para que cualquier poder argumente como en la Edad Media: “la razón del Rey”, “del Estado”.
No quiero conceder tal atributo a nadie. Increíblemente quienes comenzaron con esta idea -pese a las huellas que cargan del embate de las fuerzas de seguridad, producto de una triste época del Uruguay conformada por la plaga de la guerrilla y la dictadura a posterior con sus respectivos elencos- fue el mismísimo Frente Amplio que desbordados por el asedio del delito, el flagelo de las drogas y las emblemáticas “bocas de pasta base” impulsaron la necesidad de cambiar la ley en tal sentido. Cosa que gracias al núcleo duro y “coherente” -muchas veces contradictorio, entre resentimiento y populismo- de dicha colectividad no tuvo andamiento.
Y esos que hoy muy sueltos de cuerpo dicen que no les molestaría tal “invasión de morada” en base a los argumentos esgrimidos, les aseguro que una Fuerza, Grupo o dispositivo policial que procede a realizar ese tipo de incursión mediante orden -cuya violencia en sus distintas variantes dependerá de a quién se va enfrentar, en base a la peligrosidad y el móvil del delito cometido como efectos a recuperar- no es nada simpática y amigable. Por más cuento y fachada de “gobierno de cercanía” y respetuoso de los “DD.HH.”
Nadie va a ir a su casa en horas de la noche a tomar un café y luego de una charla amena, le va decir a quien represente o esté a cargo de esa familia: bueno como autoridad policial, ahora -sino no te molesta- te voy a dar vuelta la casa para buscar efectos producto de ilícitos, armas, drogas. A partir de este momento estas detenido vos junto al resto de los ocupantes de la finca. ¿Tienes algo que declarar o denunciar como ilícito y en tu posesión antes que comience a allanar? Eso es literalmente una fantasía.
¿Quién asegura que la información llevada al Fiscal es fidedigna? ¿Quién da fe que el representante del Ministerio Público es una persona proba y criteriosa? ¿Quién garantiza que nadie puede armar un escenario y operativa desde el poder o cualquier organismo a la orden; incluso llevada adelante por policías, empleados al servicio del Estado corruptos o funcionales? ¿Quién puede afirmar que en el ámbito de la Justicia no hay funcionarios irresponsables -incluido los propios jueces-, espurios que son presionados o comprados con cualquier mercancía, cargo o beneficio?, como los hay en la institución policial, sistema político, en el ámbito empresarial, de la salud, sindical y otros tantos ambientes como los de las FFAA?
Por tanto no se trata de pensar en forma egoísta, si bien es una veta de nuestra naturaleza humana en pos -muchas veces- de un sentimiento de supervivencia y sobrevivencia que convoca y nos tiene rodeados por la presente situación de inseguridad, además no precisamente se trata exclusivamente del narcotráfico, el crimen y la mafia organizada; razonemos que no siempre es o se trata de “el otro” -más aún centrado y cerrando el tema con la delincuencia-, ese otro podemos ser nosotros en el futuro.
Cambiemos esta propuesta traída de los pelos -presentada como solución maquiavélica- por potenciar la Inteligencia Policial como disciplina técnica y profesional de una Fuerza de Seguridad que recolecta información, la clasifica, analiza, investiga, obtiene las pruebas y golpea a tales asociaciones para delinquir y organizaciones criminales.
Si quieren desarrollar en serio y bien el ejercicio de dicho arte, que redunde sus resultados en efectividad y eficiencia, son neurálgicos e imprescindibles contar con recursos humanos, tecnológicos, materiales, logísticos y presupuesto óptimos; sumado al compromiso sin desvelo e imprescindible para esta “cruzada” histórica, de la labor del Ministerio Público y la Justicia. Si es que, no queremos ser parte de una parodia o evidenciar -por la inoperancia o incompetencia- el desembarco de la venida a menos “Suiza de América”, de la cultura mafiosa y narco de “plata o plomo” para quebrar moral y psicológicamente a los distintos actores institucionales que deben cumplir con la misión respectiva.