Para explicarlo lo más claro posible, hay un trámite que se hacía en Rusia y otro en Uruguay.
En el consulado uruguayo en Rusia, se solicitaban pasaportes de rusos, supuestamente descendientes de uruguayos.
Ahí tenían que presentar dos documentos: 1ero.- la partida de nacimiento del ciudadano ruso, diciendo que era descendiente, (hijo o nieto), de un ciudadano uruguayo, y la partida de nacimiento de esos uruguayos, de los que alega ser descendiente.
Este último documento, la partida de los supuestos padres o abuelos uruguayos, era auténtico, ya que no era necesaria ninguna falsificación.
Efectivamente “María Rodríguez”, ejemplo ficticio, existe; nació en San Javier en el año 1943, está viva, y su partida de nacimiento, se encuentra en la Intendencia de Rio Negro.
Lo que no existe, es que “María Rodríguez” sea madre o abuela de “Mijail Kutuzov”, nacido en San Petersburgo en 1984; para eso, hay que falsificar la partida de nacimiento rusa de “Mijail”.
Lo que se sospecha, que es apócrifa, es la partida de nacimiento del ruso, diciendo ser descendiente de estas personas.
Entonces, en el consulado de Uruguay en Rusia, con la partida genuina de los uruguayos, y con una partida falsificada del ruso, donde dice que es hijo o nieto de esos uruguayos, le emitían el pasaporte uruguayo con un número de cédula asignado. Hasta ahí lo que ocurría en Rusia.
Luego en Uruguay.
El escribano Fernández, según su relato, era contratado como gestor para obtener la cédula uruguaya por parte del ruso.
Ahí necesitaba nuevamente la partida de nacimiento de los supuestos padres o abuelos uruguayos del ciudadano ruso. Documento auténtico, que lo puede solicitar cualquiera.
Y también necesitaba, la partida de nacimiento del ciudadano ruso, diciendo que era hijo de esos uruguayos.
Estas partidas rusas que venían con una traducción, se las enviaban desde Rusia al escribano, y eran obviamente falsificadas. Según Fernández, muy bien falsificadas, al punto de no poder distinguirla de una genuina.
El escribano iba luego al ministerio de Relaciones Exteriores y solicitaba el pasaporte ya asignado desde el consulado uruguayo en Rusia.
Con estos tres documentos, pasaporte, partida de nacimiento falsa del ruso, y partida de nacimiento auténtica de sus supuestos progenitores uruguayos, tramitaba la cédula ante Identificación Civil del Ministerio del Interior.
En esta versión, el escribano era un simple gestor, no certifica nada desde su condición de escribano. Es decir, lo que él hacía lo podía hacer cualquiera que tuviera el conocimiento de esta mecánica.
Dicha mecánica, la de producir pasaportes falsos, si bien parece engorrosa por un lado, en realidad es bastante simple, quizá demasiado simple.
El único documento que había que adulterar, era la partida de nacimiento del ciudadano ruso, el resto del proceso se realizaba siguiendo el procedimiento habitual de cualquier pasaporte, así como también para obtener la cédula.
De alguna manera, todos los actores involucrados, tienen la coartada de haber sido engañados por esa partida falsa, aparentemente muy bien hecha.
Lo que sí es evidente, que alguien desde el estado uruguayo, ya sea de la Dirección Nacional de Identificación Civil (Ministerio del Interior) o del Registro Civil (Ministerio de Educación y Cultura e Intendencias), “extraía” -vendía- información respecto a los uruguayos «candidatos», a ser los padres o abuelos de estos rusos.
Si seguimos la versión oficial expresada en la demanda de acusación de la Fiscal Fosatti contra Astesiano, acusación con la que se lo condenó en proceso abreviado, el ex custodio presidencial “no realizó ninguna gestión efectiva para el grupo”. Si Astesiano no fue, ¿quién fue?
Es el agujero negro de la investigación fiscal. Los candidatos a parientes de rusos, tienen que ser cuidadosamente seleccionados, para que la información sea coherente.
Por ejemplo, no puede pasar que en el supuesto año de nacimiento del ciudadano ruso, resultase que los supuestos padres uruguayos ya estaban fallecidos.
En cuanto a la responsabilidad del escribano Fernández en los hechos, con los elementos de juicio presentes, es imposible saber hasta donde él sabía o no, de que las partidas de los ciudadanos rusos supuestamente hijos de uruguayos eran falsas.
Lo que sí reconoce Fernández, es que tenía relación con Astesiano.
Los chat publicados parecen indicar que si le solicito que le «facilitará» algún trámite. Las conversaciones en donde hablan de un «cumpleaños» y una «torta«, no parecen que se refieran a un asunto de inversores rusos como dice Fernández.
Tampoco lo deja bien parado los chats con un “jeque” paquistaní, en los que Fernández le ofrecía tramitar documentación uruguaya, para la esposa e hijos de “Mohammad” a precios con descuento infantil:
“Para esposa ciento veinte mil (dólares). Hijos cincuenta”.
Queda pendiente poder acceder al dato del supuesto pago que le hizo de U$S 10.000 a Astesiano.
La fiscalía lo afirma, él lo niega.
El elemento incriminatorio contra Fernández, son los chats, para todo lo demás, tiene una coartada que todavía no ha sido refutada.
Fernández no expedía ni partidas de nacimiento, ni pasaportes, ni cédulas, ni certificados.
Slivaev le conseguía el encargo de tramitar alguna de esa documentación ante los organismos oficiales, y para ello trabajaba con documentos oficiales del estado que recibía del Ministerio de Relaciones Exteriores, del Registro Civil y del Ministerio del Interior. Aquí parece claro que se cortó por el hilo más fino y que no se quiso seguir investigando.
Finalmente, Álvaro Fernández, hace alusión a una denuncia presentada en 2002 ante el parlamento nacional.
La misma, la realizó un ex diplomático uruguayo, Raúl Liard, hoy fallecido y antiguo cliente de Fernández.
Según Fernández él le redacto la denuncia y es por eso que tiene copia de la misma. Concretamente se habla de la emisión de 5.000 pasaportes falsos en la década del 80 con la complicidad de funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Liard habla de una «mafia» dentro del Ministerio, manejada por Julio María Sanguinetti.
Este hecho, que merece una investigación aparte, viene a dar cuenta que la falsificación de pasaportes uruguayos es de larga data y que ha existido aparentemente en Relaciones Exteriores, toda una maquinaria muy bien aceitada, muy anterior en el tiempo que lo de Astesiano y que funcionó durante todos los gobiernos de la dictadura hasta la fecha.