Por Dr. Gastón Pesce Echeverz –
Ex edil departamental de Paysandú (PN).-
Muchos orientales seguimos con enorme atención la evolución de la situación política y socio económica de nuestra hermana República Argentina y de algún modo también festejamos el triunfo de Milei.
Y lo festejamos en cuanto el mismo significa una merecida cachetada a toda la clase política de allá, la que algunos llaman “ladriprogresista” como la que otros denominan “Juntos por el cargo”.
Con consignas tan simples y certeras como “la casta”, “es imposible un cambio con los mismos de siempre” y “que se vayan todos” Milei interpretó correctamente y recogió la necesidad de un cambio radical por el que clama una enorme mayoría de la sociedad argentina. Pero hay más aún.
Hay más porque, al parecer, Milei y su equipo tienen un plan o programa que hicieron conocer a sus votantes y hoy se permiten ampliar con solvencia frente a los medios de comunicación del hermano país vecino.
Hace ya muchos años transitamos por las rutas nacionales con un avezado político de nuestro Partido Nacional que muchos veíamos como un auténtico “todoterreno”, ya que se desempeñaba con la misma naturalidad y solvencia tanto en los rodeos camperos (era oriundo de nuestro interior profundo), sino que además, por haber cursado estudios universitarios de Derecho casi hasta el final de la carrera, con esa carga de ciencia y experiencia, en el Parlamento, era un Lord inglés.
En ocasión de uno de esos amenos viajes nos dijo: “mirá Pesce, te voy a decir algo que en la tribuna no podemos repetir, pero acá, en el Uruguay, el único que tuvo un proyecto de país fue el viejo Batlle, don Pepe…”.
Siempre creí que tal afirmación era cierta, en el acierto y/o en el error (de Batlle), aunque muchos años después también esbozó un plan o proyecto de país Wilson Ferreira Aldunate con “Nuestro compromiso con Usted”, en una época donde el contenido del discurso político aún importaba y era analizado por mucha gente interesada en las propuestas políticas.
Pasaron los años y las campañas de hoy son solo costosos despliegues de marketing, saturadas de jingles y eslóganes que apuestan mucho más a la imagen y al producto de encuestadoras “sicarias” que a auténticas propuestas, proyectos, programas o planes más o menos claros.
Entretanto, seguimos viviendo en un país carísimo donde la mayoría parece apostar su bienestar en un consumismo basado en el crédito, con un Estado elefantiásico y un gasto público excesivo, no acorde con lo que reclama una sana y debida austeridad republicana, con un montón de vivos (de todos los partidos) que también constituyen una casta única y que período tras período hacen lo imposible para seguir enquistados en el organigrama estatal para mantener cuotas de bienestar y poder. Asco da.
De esos nenes que permanentemente giran en torno al mismo trompo hemos conocido a muchos, generalmente mediocres arribistas que no se han destacado más que por un talento inmoral por embaucar gente una y otra vez y vivir sin trabajar. Porque acá también hay una casta en gran medida alimentada por un asqueroso nepotismo que pretende que los cargos públicos sean poco menos que hereditarios (en todos los partidos), tal como lo hemos venido comprobando al cabo de décadas.
Acá también resulta aplicable aquello de que “es imposible cambiar nada con los mismos de siempre” y entonces cabe “que se vayan todos”.
Vivimos desde hace años con una política judicializada y un poder judicial politizado (ni qué hablar de la Fiscalía General), ambos sistemas orgánicos inficionados por la izquierda y otras entidades casadas con el poder, donde los pleitos y denuncias parecen resolverse más por amiguismo, interés, trueque de un favor por otro o pura y simplemente por el binomio simpatía/antipatía (hacia alguna de las partes o hacia sus patrocinadores) que por la aplicación imparcial y objetiva (o sea correcta) del Derecho.
Ante una pobreza general de candidatos y propuestas rayana en la ausencia ¡qué falta nos hace un Milei!, que mal que bien es un economista autor de algunos libros y trabajos académicos a quien parece caérsele alguna que otra idea para abordar la gravísima crisis económica y moral en que se encuentra su país. Acá no tenemos nada de eso.
No tenemos un Milei, es cierto, ni equipo alguno que esté pensando en otro modelo de país, pasando por una reforma constitucional que reduzca el Parlamento, las juntas departamentales y su gravoso presupuesto, termine con la inamovilidad de los funcionarios públicos, prohíba las contrataciones secretas, proteja al medio ambiente y los recursos naturales, imponga la efectividad de las responsabilidades tanto penales como económicas, consagre una auténtica igualdad entre el Estado y los ciudadanos de a pie sin necesidad o al margen de toda suerte de corporativismo patotero, otorgue efecto general a los fallos de inconstitucionalidad y recusación de jueces indignos de sus altos cargos y termine de una vez con organismos completamente inútiles o que jamás funcionaron (como el Tribunal de Cuentas y el Consejo de Economía) o los potencie en serio.
En cambio, seguimos con la farándula (no queremos pensar lo que será el año próximo), con la estupidez al tope y los mentirosos de siempre recorriendo el país en procura que la gilada -también de siempre- les renueve el mandato para seguir viviendo de lo ajeno (que es la cosa pública) chupando la sangre de “los nabos de siempre” (contribuyentes).
Así como fue una vergüenza, en los quince años anteriores, lo que pasó con ANCAP, PLUNA, la regasificadora, el caso Feldman, ANTEL Arena y tantos abusos y derroches delictivos más, constituye todo un baldón de este período “el dealer de Luis”, el caso Astesiano (y el desempeño de la Fiscalía en el mismo), la entrega de la soberanía, los recursos naturales y el Puerto de Montevideo a capitales extranjeros, los excesos y abusos a nivel diplomático, el caso Penadés y, sobre todo, la falta de un profundo revisionismo con relación a todo el enorme relajo anterior de la administración frentista que, al asumir el gobierno, se imponía.
Argentina parece que al final se avivó. Acá tal vez sigamos durmiendo.
Nos falta Milei, un proyecto concienzudo de país y un plan más o menos claro. Pero por lo menos ya tenemos un BASTA YA.
Y eso ya es algo.