Foto: Gastón Britos / FocoUy

POR SILVIA ALVARIZA

MONTEVIDEO (URUGUAY)

 

Este comentario fue publicado por La Vanguardia de Barcelona por la uruguaya Silvia Alvariza, la reproducimos por creer es de interés su contenido:

Los uruguayos evocan versos de Mario Benedetti cuando se enfrentan a las consecuencias de la estricta aplicación de una áspera política que el presidente Luis Lacalle lleva al extremo en plena pandemia.

Su gestión va de imprevisión y de un itinerario que no tiembla en escoger el enriquecimiento de pocos a la vida de los ciudadanos.

Se alineó con Donald Trump -y se parece demasiado a Jair Bolsonaro- semioculto tras un velo de doble discurso.

Es de derecha tradicional y gobierna en coalición con partidos de derecha y ultraderecha. Un fiel representante del neoliberalismo.

Hijo de un expresidente admirador de Francisco Franco, desentona cuando ostenta un aire inusual de soberano, en un país orgulloso de su republicanismo y amante de bajos perfiles.

Concentra decisiones. No da espacio a disidencias y somete a colegas de coalición a fuerza de ninguneos. Los medios de comunicación dominantes mantienen una férrea posición alineada al gobierno.

FALTA DE PREVENCIÓN

Cuando los embates de la pandemia se instalaron en Europa y en los países de América Latina, Uruguay era una extraña excepción.

El Gobierno no consideró cerrar fronteras ni realizar controles. Declaró que estaba «esperando que el virus llegara». Esperaba, sin prevenir.

El país se alarmó cuando una compatriota trasladó el virus en vuelo Madrid- Montevideo y contagió al barrio más coqueto de la capital.

Los habitantes, ante la alarma mediática y la ausencia de medidas gubernamentales, se retrajeron en sus casas por puro sentido común.

Se llegó a niveles de auto confinamiento mayores al 80 por ciento de la población, en marzo-abril de 2020.

La decisiva intervención de científicos del Institut Pasteur de Montevideo, a través de la creación e instrumentación de tests nacionales de diagnóstico, junto a una sanidad responsable, lograron mantener al país en franja de bajos contagios.

El presidente, sobrepasado por la actitud de la población, tomó medidas elementales como uso de mascarilla-alcohol- distancia, suspensión de clases, espectáculos y deportes, disminución del transporte colectivo, teletrabajo, cierres relativos de fronteras, entre otras.

La Universidad de la República anticipó al gobierno interrumpiendo la presencialidad por seis meses. Colegios privados actuaban con independencia del Estado.

El seguimiento adecuado del hilo epidemiológico permitió un cierto control del virus, pero a Lacalle solo parecía importarle su imagen.

Aprovechando que la prensa nacional e internacional le atribuía el mérito, se mostraba ante los medios con el Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), panel de primer nivel que le otorgaba prestigio.

El idilio duró hasta que le empezaron a sugerir más restricciones, sobre todo, en la frontera con Brasil, donde Bolsonaro cometía toda clase de desmanes.

Según el Gobierno, «si se disponían medidas más fuertes había que hacerlas cumplir». Mejor «exhortar» a los ciudadanos a cuidarse.

No hubo por parte del Estado compromisos económicos importantes. Se ofrecían 100 y pocos euros como única partida a algunos sectores afectados.

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el FMI, Uruguay es el país de la región que menos recursos destinó a la población vulnerada por la pandemia.

El presidente invoca «la libertad responsable». Como si transfirieron la responsabilidad del Estado sobre la salud pública a los ciudadanos. Va a desentenderse. Que el que se quede detrás, se arregle como pueda.

El Estado juez y gendarme, propio de un liberalismo de otros siglos, desentona con el keynesianismo renacido del mundo occidental.

LA FLEXIBILIZACIÓN DE MEDIDAS HABÍA LLEGADO PARA QUEDARSE»

En el invernal junio vuelven las clases. Trabajadores imposibilitados de tele trabajar, salen. El transporte colectivo va atestado. Comercios y autónomos, privados de apoyo económico, reabren.

Con apoyo estatal insuficiente, «las ollas populares» -donde comunidades y organizaciones sociales alimentan solidariamente a la población con hambre- se multiplican. El 41 por ciento se ubica en la capital. El 60 por ciento da una comida al día, el 33, almuerzo y merienda, y el 7, solo merienda.

El 29,6 por ciento de los uruguayos padece situación de inseguridad alimentaria moderada o grave, según un reporte de FAO de 2020.

SOPLAN AIRES CÁLIDOS ANTES DEL DERRAPE

La ligereza se adueñó del gobierno y la prensa, contagiando a la sociedad. Más señales indican que no era necesario llevar mascarilla todo el tiempo. Sí, promover el turismo interno, consumir en restaurantes y tiendas, participar de reuniones y fiestas.

Arribada la temporada estival, en claras invitaciones a la movilidad, el presidente llenaba portadas con fotografías donde lucía en plenas vacaciones.

En nada parecía que era el presidente de un país en plena pandemia y sin vacunas.

“POR ERROR GUBERNAMENTAL, SE HABÍA RECHAZADO UNA CONFIRMACIÓN DE RESERVA DE COMPRA DEL INMUNIZANTE MÁS CODICIADO»

 

A fin del verano, Uruguay fue el último país latinoamericano en empezar a vacunar a su población, tres meses después que la inmunización en el resto del mundo era una realidad.

La vacunación se emprende en el momento menos favorable, con una situación sanitaria disparada, por no seguirse las advertencias del GACH de proteger la anterior bonanza para potenciar la inmunización.

Mientras el planeta se vacunaba, menos Uruguay, Rusia ofreció al país instalar en su territorio la producción de la Sputnik para Latinoamérica. Lacalle la rechazó sin explicaciones.

Poco después, el Comando Sur de EE UU visita y dona equipamiento, pero no vacunas. La alineación en el circuito occidental permite tejer una alianza sigilosa y desfavorable.

LA VIDA DE LA POBLACIÓN NO VALE LO QUE LA GEOPOLÍTICA»

LA VIDA NO VALE NADA

 

Uruguay -con escasos 3,5 millones de habitantes- es hoy el país con la mayor tasa de enfermos del mundo, según Datos macro.

En zona roja de la escala de Harvard con tendencia al alza y nivel 4 de la escala de la OMS, no para de batir todos los récords: está primero en nuevos contagios por millón de habitantes en el ranking de Our World in Data de Reino Unido (superando a Brasil), cuando antes del verano austral se posiciona último.

Pertenece al grupo de los 3 países con más muertes por millón de habitantes, después de Hungría y Bosnia.

GACH, academia, profesionales, trabajadores, organizaciones sociales claman para que se tomen medidas de fuerte reducción de movilidad y apoyo económico a la población para su efectivo cumplimiento.

El coordinador general del GACH, Rafael Radi, reconoció que el fronterizo departamento de Rivera «se está comportando prácticamente como Brasil», país que es «el biorreactor de generación de cepas más grande del planeta con el que Uruguay tiene 1.000 kilómetros de frontera seca».

Según Lacalle, es «imposible» cerrar la frontera con Brasil porque es seca. Pero posible es plantear una insólita protesta por discriminación a Argentina por requerir hisopados negativos a camioneros que ingresan de Uruguay.

DESPUÉS DEL DERRAPE

 

El virólogo molecular del GACH Gonzalo Moratorio -único latinoamericano seleccionado entre los 10 científicos destacados por la revista Nature en 2020- lideró el equipo que desarrolló los kits de diagnóstico molecular.

Señala que, en promedio, Uruguay igualó los picos máximos de muertes de Brasil, que el colapso de los centros de tratamiento intensivo (las UCI españolas) es «inminente» y «muy difícil de impedir».

SE OPUSO FIRMEMENTE AL RECORTE PRESUPUESTAL DE CASI 50 POR CIENTO A LA CIENCIA DISPUESTO POR EL GOBIERNO»

 

El intensivista Pedro Alzugaray afirmó hace tiempo que «si nos saturamos la mortalidad se dispara, porque la calidad de la asistencia es horrible».

Este abril, mientras moría un joven panadero con dificultades respiratorias sin ser atendido ni internado por la emergencia, por saturación del sistema, el presidente practica surf en un sofisticado balneario.

El cirujano Julio Trostchansky reprochó a Lacalle que dejó al país «librado a la evolución natural de la pandemia, lo que significa contagios, muertes y secuelas definitivas».

Lo emplazó a que «tome todas las medidas económicas que tenga que tomar». «Cóbrese más a los que tenemos más y proteja a los que se verán perjudicados. Los que estamos en una buena posición lo vamos a entender», afirmó.

La situación es tan dura que el 74 por ciento de los uruguayos -según encuesta de la consultora Factum de marzo- quiere que se endurezcan las medidas de restricción.

Después del derrape se oyen los ecos de Benedetti lamentándose:

Publicado en https://www.lavanguardia.com/

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