Salto, 14 de junio de 2022

Sr. Presidente de la República Oriental del Uruguay

Dr. Luis Lacalle Pou

De mi mayor consideración:

 

Por la presente, como ciudadano en pleno uso de sus facultades y amparándome en la Constitución de la República, dirijo a usted esta carta abierta para plantear parte de mis pensamientos y reflexiones sobre algunos aspectos acerca de la situación por la que estamos atravesando con certeza muchos compatriotas.

Antes que nada, quiero dejar en claro que esta carta la hago a título personal y con el objetivo de expresar mi opinión como oriental ante una realidad que considero preocupante en varios sentidos. Asimismo, para no dejar lugar a posibles dudas o rumores sobre lo genuino de la misma y el objetivo real de dar mi opinión, expreso que no pertenezco a ningún sindicato, organización de la sociedad civil ni estoy en ninguna lista de militantes de ningún sector o partido político; esto para desechar cualquier prejuicio o idea errónea que alguien pudiera formarse de antemano relacionando a que cuando un ciudadano expresa su opinión o disconformidad en esta materia es porque pertenece a «tal» o «cual» partido político o tiene una determinada afinidad político-partidaria.

Dicho esto y tal como lo señalé, quiero expresarle mi preocupación por la situación actual de nuestra sociedad porque, sinceramente, considero que hoy cada vez está cobrando mayor fuerza la incertidumbre, el descontento y la disconformidad respecto al panorama que como ciudadanos tenemos en lo que refiere a nuestro presente y, por definición, nuestro futuro.

En este sentido, creo que una de las mejores formas de observar lo señalado es estar en el contacto cotidiano y directo con las personas que representan el llamado «uruguayo de a pie», es decir, la mayoría de nosotros, los que dependemos de un salario, pensión o jubilación para subsistir (cuando se lo tiene). En cualquier diálogo espontáneo que se da, por ejemplo, en una parada de ómnibus, el supermercado, entre amigos o vecinos o donde sea, resulta muy fácil percibir la preocupación y tristeza de tantas personas respecto a cómo está y cómo se imagina que estará su situación en términos de ingresos, poder de compra, salud, educación, vivienda, etc. Hay un descontento bastante generalizado en esos temas, la sensación de incertidumbre e inseguridad también ha ganado terreno, el aumento de las tarifas en servicios públicos, los combustibles, como también los insumos y alimentos esenciales para sobrevivir baja el ánimo a quien lo único que no le sube es su salario, pensión o jubilación; o, en el caso que reciba un aumento en sus ingresos, el mismo se considera irrisorio por lo diminuto que es.

Supongo que, quizás, al leer esto algunas personas irritadas recurrirán a la estadística para contradecir lo que señalo, pero a esas personas les sugiero se queden tranquilas porque gracias a mi esfuerzo, al de mi familia y a que afortunadamente vivo en un país que me permitió toda mi vida acceder a la educación pública (de la cual me siento orgulloso y la defiendo), poseo una Licenciatura en Trabajo Social por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República; por ende, sé lo que son las estadística y sé interpretarlas, como también sé lo que es trabajar codo a codo con población socioeconómicamente vulnerable, escuchar, acompañar y atender sus problemas y urgencias casi cotidianamente y no una vez cada cinco años como algunas personas lo hacen.

Al respecto, aclaro, que las estadísticas naturalmente son necesarias y útiles en el diseño, ejecución, monitoreo y evaluación de políticas públicas, eso no lo discuto; la intención acá no es desmerecerlas sino tratar de ponerse en el lugar de una persona que no tiene un trabajo digno, o que el salario no le da para llegar a fin de mes, o que no ha tenido una respuesta en cuanto a acceder a un techo digno, entre otras cuestiones urgentes. Por ello, créame presidente, cuando una persona está sin respuesta concreta e inmediata a su urgencia en términos de empleo, vivienda, salud o cualquier otra área, poco o nada le interesa o le sirve que se le presenten estadísticas: si no se tiene para comer, para trabajar, si no se tiene un techo digno, entre otras preocupaciones y urgencias, dudo que alguien se interese por un índice o indicador que mide la pobreza, o el poder de compra, o el crecimiento del empleo. Y esto resulta lógico, de nada sirve que las estadísticas o expertos den su opinión expresando que la situación del país está mejorando o va a mejorar en el corto plazo si a mí no me llega esa «bonanza», de nada me sirve que me hablen de un (hipotético) mejor futuro para mí, mi familia y sociedad si ni siquiera puedo vislumbrar un mejor presente.

Señor presidente, la -en su momento- tan controvertida y por un lado defendida Ley de Urgente Consideración hablaba de la mejora en las estadísticas de seguridad ciudadana, pero pregunto, ¿acaso el empleo, la vivienda, la salud y educación dignos no son también pilares que conforman nuestra seguridad? Creo firmemente que sí. Hay cuestiones sociales que no se resuelven solamente con más patrulleros u operativos si no se tiene un techo para vivir, si no se tiene trabajo, si no se tiene sensibilidad y respuesta acorde de quienes están de turno gobernando.

Quizás esto pueda observarse con más claridad en este litoral uruguayo, en este norte que a veces hace pensar a quienes residimos aquí que estamos aparentemente olvidados o demorados en lo que es la «bonanza» económica, la cual prefiero llamar redistribución de la renta nacional. Este Salto en el que hoy vivo no es, ni por similitud, el Salto en el que mis abuelos y padres forjaron sus sueños, un Salto donde había pujanza en términos de empleo, de emprendimientos, de esperanzas. Resulta irónico que hoy, luego de algunas décadas, se resida en una ciudad que poco o nada tiene de parecido con lo que supo ser, una ciudad en la que hoy el desempleo es notorio, el descontento e incertidumbre de la población también, una ciudad en la que causa vergüenza ajena que teniendo un complejo hidroeléctrico como Salto Grande, se tenga mensualmente que pagar una tarifa de luz que considero injusta por lo elevada que resulta la suma de los cargos fijos e impuestos.

Relacionado con esto, pienso que muchas veces lo empírico puede hacer entender o demostrar más fácil y claramente algunas situaciones, por ello creo que sería una buena idea que algunas personas con cargos jerárquicos y poder de decisión en entes públicos (tal el caso de UTE) como también algunos parlamentarios, pudieran pasar el verano en Salto, percibiendo un salario, pensión o jubilación promedio y afrontando el costo de todo ello con temperaturas que no pocos días superan los 40 grados centígrados. Quizás de esa manera, viviéndolo en primera persona, no habría lugar a dudas que en esta parte del país, en este departamento donde se ubica semejante complejo generador de energía y con esos valores de temperaturas, resulta necesario tener una contemplación con las tarifas de luz. Más aún, creo que sería una buena idea que estas personas con cuota de poder, en cargos jerárquicos y siendo tomadores de decisiones pasarán un año de corrido tratando de sobrevivir con el sueldo de, por ejemplo, un peón rural, una empleada doméstica, un docente, una persona que hace changas o, por qué no, un profesional universitario que, como en mi caso, está desempleado desde hace un año. Pero ello, como le comenté, sería una idea, no obstante creo que también en cierto modo una utopía. Afortunadamente, cuento con una familia y un grupo reducido de personas que son verdaderos amigos y que siempre me han dado y me están dando su apoyo; pero lamentablemente hay personas que no cuentan con estos soportes y la están pasando muy mal.

Asimismo presidente, quiero expresarle mi preocupación sobre lo indicado en cuanto a mi situación personal pero que también es la de muchos profesionales que conozco: la notoria precarización de las condiciones laborales de algunas profesiones universitarias, entre ellas la que poseo. Cada vez en los concursos o llamados puede verse que con mayor frecuencia se nos exige a los postulantes arrendamientos de servicios mediante, por ejemplo, empresas unipersonales, lo cual no permite generar los beneficios que un trabajador dependiente posee (aguinaldo, licencia y salario vacacional), además de la indemnización por despido. Pero hay más: últimamente han surgido llamados que, además de lo anterior, se deja en claro que los profesionales seleccionados estarán sometidos «a prueba» los tres primeros meses luego de la firma del contrato. Del mismo modo, me he postulado en concursos de la administración pública en que, para ocupar un cargo que a mi juicio debería estar netamente orientado a profesionales del área social, se convoca para ocuparlo a personas con otro nivel de formación (estudiantes y egresados en el mismo llamado) y de diversas disciplinas  (trabajadores sociales, abogados, contadores, psicólogos, licenciados en educación física, sociólogos, licenciados en desarrollo, licenciados en educación, licenciados en administración, economistas, estudiantes avanzados de magisterio, profesorados de educación media o educadores sociales).

Sinceramente, no comparto que se haga un llamado público con estas características ni tampoco las condiciones laborales que en muchos casos se exigen como las señaladas, sumado a los tiempos de espera que están insumiendo las convocatorias que son meses y en ocasiones años, tal el caso de un llamado que estuve inscrito desde 2020 y aún no ha finalizado.

Señor presidente, por lo expuesto, no quiero pedirle sino exigirle a usted y a todas las personas que, como servidores públicos y representantes de la ciudadanía que son en un gobierno de turno, tienen la responsabilidad y la obligación de escuchar y dar respuesta a nosotros, los ciudadanos que vivimos en un país libre, democrático y republicano, y que lo hagan con la promesa de redoblar los esfuerzos para mejorar desde ahora nuestra calidad de vida en términos de empleo, condiciones de trabajo, vivienda, salud, educación y en todas las áreas que les compete.

Señor presidente, soy defensor de los derechos humanos, en todas sus dimensiones, y eso incluye la dimensión económico-laboral y el derecho a trabajar: en mi caso, no quiero ni acepto la filantropía, ni propuestas que bajo el rótulo de «solidaridad» pretendan por un corto período de tiempo dar una «solución» a miles de personas que necesitan y quieren un trabajo genuino, digno, perdurable y con condiciones garantizadas desde el Estado para hacerlo. Espero que esta carta sea leída por usted y no solo yo sino todo el país, en especial este norte uruguayo donde se sitúa Salto, reciba una respuesta digna a una situación que me genera preocupación como es el desempleo.

Señor presidente, repito, creo que los uruguayos somos un pueblo con la frente en alto, un pueblo que no se rinde, luchador y trabajador, por ende no queremos limosnas, no queremos ollas populares ni pernoctar en refugios porque no podemos acceder a una vivienda, queremos trabajo digno ya que el trabajo es uno de los principales medios de inclusión social y es nuestro derecho que el Estado y gobierno de turno nos garanticen acceder a un empleo de calidad. Con empleo es posible proyectarse, con empleo se gana seguridad, con empleo se recobra el sentimiento de dignidad y la confianza en uno mismo.

Me despido anhelando, por un lado, esta sea la única carta de este tenor que tenga que hacer a un presidente, y por otro, deseando obtener de su parte y demás personas que dirigen nuestro país una respuesta acorde a lo planteado para que cada vez haya menos incertidumbre y tristeza en «el uruguayo de a pie» con el que se habla a diario, el cual quizás no se valga de las estadísticas, pero sí se vale de la realidad y la sinceridad para darse cuenta que no le está yendo bien como alguna vez por ahí alguien dijo que le iría.

Sergio Maglio

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Publicado en UyPress – Agencia Uruguaya de Noticias

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