El padre de la filosofía griega Socrates, argumentaba que «la vida sin examen no es digna de ser vivida».
Cuestionaba tanto el mundo en el que vivía, que frecuentemente se preguntaba ¿qué es un buen comportamiento? O ¿qué es un Estado? Poniendo de manifiesto lo poco que la gente sabe sobre política o moral. Y aclara que la moralidad es algo que no se puede enseñar sino que tiene que ver con el comportamiento y la idea de Justicia.
En Democracia, que un personaje irrumpa en el escenario político con escasa preparación, sin historia ni militancia no es ilegal, pero seguramente es poco ético y roza lo inmoral.
Los políticos de carrera se asustaron. Pablo Abdala decía en aquel momento en el que Juan Sartori había llegado que «no hay lugar para paracaidistas«, Pablo Iturralde desde su cuenta de Twitter que «el Partido Nacional no es una S.A.» y Jorge Gandini «no sé quién es, ni qué piensa, ni si es blanco«, entro otros.
Se sentían asustados y con la ética y moral suficiente como para dar batalla incluso dentro de su mismo partido. Sin embargo en este punto si bien las leyes se basan en principios éticos, se confunde la ética con la Ley, donde ninguna persona puede ser obligada por el Estado, o por otras personas, a cumplir las normas éticas. Este es el terreno del ciudadano común. El que debe diferenciar entre lo correcto o legal y lo incorrecto o amoral y volcar en su voto no solo la aprobación o simpatía a un próximo Legislador, Intendente, o Edil, sino también por antagonismo el rechazo de cada una de estas prácticas mercenarias.
La pregunta del millón de dólares sin dudas es ¿por qué si está podrido en plata se quiere venir al Uruguay para hacer campaña? El documental que se encuentra en la plataforma de streaming Netflix sin dudas no contesta esta pregunta.
Otro error filosófico es creer que Sartori es un aristócrata y que no debe integrar el grupo selecto de políticos profesionales solo por tener dinero. En realidad Sartori sí tiene dinero, pero no es un aristócrata. En este terreno no puede competir ni con los patricios fundadores, ni con los políticos de carrera, simplemente porque aristócrata es quien sobresale por su sabiduría intelectual y por su elevada virtud. Nadie puede dudar en sus habilidades como empresario, pero por aquello de «la habilidad en sacar muelas no habilita enseñar en las escuelas«, saber mucho de algo no te hace conocedor de todo. Y en política está muy verde.
Retomando el espíritu socrático de la nota, cabe mencionar que Sartori no es aristócrata, no es político profesional y no es «Patricio«. Lo cual lo coloca en una posición complicada. No tiene experiencia, no tiene historia y no tiene respaldo ciudadano. Los votos llegaron por medio de una ingeniería electoral que compró las voluntades de pequeños militantes en todo el país a cambio de «prebendas«. Pero incluso aquí la promesa de trabajar poco y ganar mucho no pudo ser cumplida. Pregunten si no a Verónica Alonso, quizás la primera arrepentida: «Tomé una decisión equivocada. Me arrepiento, pero para atrás no se puede ir«. Una máxima metafísica dice que «lo igual atrae a lo igual» y no es de asombrar que Verónica Alonso desesperada por renovar su banca, le diera su apoyo.
Otra vez la degeneración democrática-socrática aparece cuestionando la alianza estratégica, pero no ética, entre quienes no tenían ni un solo punto de encuentro ideológico y su necesidad de captar votos, cueste lo que cueste. A Verónica una banca y a Sartori con 1 voto cada US$ 30 dólares invertidos. Como la corte electoral les devuelve US$ 10 dólares por voto, Sartoria habría perdido 96.000 (votos) x US$ 20 dólares (US$ 1.920.000 dólares aproximados). O le sobra dinero y tiene un espíritu filantrópico inmenso o realmente detrás de toda esta puesta en escena hay algo raro.
¿Cuál es el leitmotiv que impulsó a Sartori a volver al país? ¿Volverá en 2024 a postularse a la Presidencia?
Quizás el mensaje de Sócrates parece revelador: «Si yo me hubiese dedicado a la política habría muerto hace mucho«. Sócrates ridiculiza aquí las lógicas por las que opera la política, que el filósofo relacionaba con las apariencias y con los intereses ocultos. Al final murió envenenado por los mismos políticos que lo aplaudieron un día y al otro le tuvieron miedo.