Por Doctor Pedro Dávila Collazo.-
Y, la pregunta nos debe situar en quién es el débil en la consideración de la situación generada por la pandemia del denominado COVID- 19 y la respuesta no se hace esperar: todo aquel ser humano mortal, sin distinción de clase social alguna, pues de alguna manera mundialmente este virus llegó a las distintas comarcas, para ilustrar lo tan endebles que somos los seres humanos, y también como respuesta del universo tan vapuleado, por las distintas opciones no acertadas que los seres humanos hemos hecho, desde la destrucción del medio ambiente, pasando por la falta de consideración al otro, y a otros seres vivos en esta tierra.
Y en este contexto nacional e internacional desembarcó en Uruguay el COVID-19, y acentuó la crisis económica y social que venía desde hacía 3 años atrás; con pérdida de empleo, con empresas cerradas, inseguridad, y otras grandes dificultades para desenvolverse, dada la gran carga impositiva, fiscal, entre otros.
Es así, que el desempleo hacia enero de 2020 estribaba en 2 dígitos, más allá, que parte de las autoridades y referentes gremiales de la época, no lo reconocieran.
En el contexto de esta crisis sanitaria, y sus consecuencias por el CODID-19, y en la consideración de día después de la pandemia, nos preguntamos: ¿cómo salimos de esta?
De esta salimos trabajando todos juntos; el gobierno, las empresas, los trabajadores y sindicatos, de un modo equilibrado y sensato, evaluando el impacto económico y social, en temas centrales como el trabajo, la competitividad de las empresas, la inversión y su incentivo, para apuntalar el impacto económico.
El tema sanitario mundial por el COVID- 19 acentuó la crisis mundial del empleo. El gobierno acompasó en buenos términos la crisis, acentuada por el nuevo Coronavirus, otorgándose beneficios por enfermedad o desempleo – seguro de paro – en los casos en que la gente debió hacer cuarentena y no pudo ir a trabajar, o en actividades que dejaron de funcionar por la pandemia, como modo de atemperar, generando seguros de paros flexibles y sosteniendo a aquel que por esta razón necesitó la contención.
El Gobierno ha manejado muy bien la crisis sanitaria recalada en Uruguay, sin dejar de desconocer que se acentuó, pues como se refirió anteriormente, la crisis venía desde hacía aproximadamente 3 años, con importantes pérdidas de fuente laborales y cierres de Empresas, por el abogo en que venían pasando, sin actuación oportuna por las autoridades del momento.
Es así, que se presume y estima no ocurrirá crecimiento de la economía para este año.
Y las preguntas que se hacen los expertos y nos hacemos todos, ¿cómo reaccionamos frente a esta situación?
En primer lugar, apostando al crecimiento económico, a la reactivación, promoviendo la inversión con años de gracias, para barajar y dar de nuevo en aquellas Empresas viables y comprometidas económicamente, así como el otorgar e incentivos reales para aquellas Empresas que pretendan instalarse en nuestro país.
El pívot central los constituyen las sustentabilidades de las Empresas y el Empleo, como mecanismos dinamizadores de la economía y del andamiaje social.
Tienen dicho en el Uruguay la Cámara de Comercio y Servicios que para enfrentar el post-coronavirus debemos articular pérdida de puestos de trabajo, consideración, flexibilización y sensibilización de las cargas fiscales, y costes de la Seguridad Social para las empresas.
En suma, para el abordaje de esta crisis económica y social, acentuada en Uruguay, a consecuencia del COVID- 19, habrá que enfrentarla sin ver enemigos, sin ideologías, con prácticas realistas, con diálogo social y sentido común, el más común de los sentidos, el que los autores como Trout y Rivkin, denominan: “el sentido común es una facultad esencial de las personas”: una facultad que posee la generalidad de las personas, para juzgar razonablemente las cosas.