Por Marcelino Rodríguez.-
La estructura política que se ha dado el Uruguay, sin desmerecer la trazabilidad genética desde su emancipación con las luchas por la independencia para desprenderse del yugo de las vocaciones imperialistas de la época, responden a una construcción entre dos divisas bien determinadas: la “Colorada” y la “Blanca”.
Icono de inicio del derrotero de la vida de la nación, en la cual el Partido Colorado ha tenido el mayor protagonismo con un Partido Nacional que lo ha secundado, ubicado a la diestra, acompañando pese a las rencillas que, tanto en tiempos de diferencias se solucionaban a facón y lanza o en forma civilizada, a través de la dialéctica y los debates.
Pero no es exclusividad del partido de Rivera que, al monopolizar el poder legítimamente – se ha dado a la inversa pese a las ínfimas ocasiones que ha tenido su homólogo de Oribe – pierde credibilidad y ello hace que surjan dentro de las mismas organizaciones voces disonantes producto de las coyunturas, las cuales suelen varearse de extremo a extremo y definir pensamientos, acciones bien distintas al eje ideario con el cual han convivido.
Vetas que recogen insumos históricos y afloran con un fuerte matiz filosófico que interpelan no solos a sus propias colectividades sino a los gobiernos existentes, se enfatizan con fuertes componentes ideológicos. Que hace que, sin excepción ni exoneración posible sean encuadrados en los conocidos rótulos de “derecha”, “izquierda” con un gran “centro” que siempre está presionado, expuesto a bandearse según los acontecimientos y de acuerdo a quién avive, en forma oportuna una causa y la promoción de caudillos, líderes de la más variada cuna, apellido, faena, perfil y foja.
El desgaste, los defectos, vicios adquiridos y la corrupción en su más amplio espectro que involucra a los estamentos de poder y alrededores; el alejarse de las necesidades de la gente y de los objetivos genuinos del país y; el surgimiento – como si fuera poco -de un grupo armado a raíz de este combo, dispuesto mediante la acción directa a tomar por la violencia un gobierno constitucionalmente establecido, no solo hizo que a la postre sobreviniera la Dictadura sino la conformación de un gran movimiento integrado por sectores políticos, sociales.
Quienes en una primera instancia debieron convivir en las propias organizaciones tradicionales – considerados radicales -, luego como referentes, a solas o con sus respectivos sectores se escindieron para retomar nuevos rumbos, integrar o constituir un partido como el aludido.
He aquí que aglutinados detrás de una bandera, plataforma y enemigo común – el período de facto representado a través del gobierno cívico militar reinante -, se consagró en 1971 el Frente Amplio. En él se concentran todas aquellas figuras, agrupaciones que ya no encontraban un lugar en las tradicionales; incluso partidos políticos – a título de ejemplo el comunista, Socialista, Anarquista entre otros – que tenían su andarivel y sentían que debían ser parte, fundadores de dicha patriada.
Este fue el nacimiento de la tercera fuerza política del Uruguay, identificada con la “izquierda”, el marxismo, socialismo real, enarbolado por sus respectivos partidos históricos a nivel universal y proyectado a la comarca oriental que, se agregaron, formaron lo que también se denominó coalición o despectivamente “colcha de retazos”.
Previo a la consolidación de la misma, su aparato político ya venía solidarizándose, encubriendo las fechorías revolucionarias que desarrollaban los “Tupamaros” y una fanfarria más de grupos violentos; así como también en forma absurda y contradictoria hubo indiferencias, complicidades y esfuerzos para que se produjera el golpe de Estado. Habías coincidencias muy marcadas con los primeros, pese a que mayoritariamente hubo sectores que no admitieron la lucha armada. A raíz de ello conjuntamente con las organizaciones sociales que han adherido a la prédica con la cual se identifican, fueron seriamente afectados por la Dictadura.
Además de asumir el papel – con fundamento- de una endémica y recalcitrante oposición ante todo y contra todo, en pos no solo de cambiar la forma de hacer política, sino de imponer otra visión, gestión gubernamental; sin descontar la cuota de resentimiento y frustración que incide el sentirse perseguido por asumir y llevar la voz de la denuncia, el descontento hasta de víctimas sin consuelo.
Más se enfatizó esta pose y discurso, cuando los principales líderes históricos de la guerrilla alcanzaron un protagonismo estelar a nivel de gobierno. Con el plus de cargar – puntualmente ellos – sobre sus hombros el sabor amargo de una derrota militar, como la responsabilidad de las consecuencias que padecieron quienes por seguirlos y pregonar ideas distintas al “status quo” existente sufrieron cárcel, tortura, muerte y desaparición. Muy distantes de tomar los pasos de los reconocidos delincuentes comunes, convertidos luego en parte de un movimiento subversivo que creíamos inviable que se diera en nuestro terruño pese a los vientos cercanos de la revolución cubana y la bipolaridad “EEUU” y “URSS”.
Pero más allá de los antecedentes que reúne la colectividad aludida, los cuales se mezclan entre lo épico y dramático, nobleza obliga por pura objetividad reconocer y alejar al Frente Amplio del “cuco” que se ha elaborado sobre el mismo; muy parecido a lo que provocó con su relato obsecuente sobre sus adversarios tradicionales. Toman de su propia medicina y deben hacerse cargo de lo que hasta el presente han generado para bien o para mal en el “paisito” que vivimos todos.
No hay necesidad como dice el viejo sabio y filósofo de boliche “Pepe” que, desaparezcan todos los actores, testigos y espectadores directos, indirectos y por herencia de la triste época que involucra a gobiernos corruptos que precedieron a la guerrilla, la dictadura y los bemoles de las administraciones que le siguieron, una vez recuperada la Democracia.
Para las generaciones que despiertan a la política, especialmente con la llegada al gobierno del Frente Amplio, consideran este partido como una opción más: desde colorida hasta moderna, desde popular hasta elitista, siendo parte del pueblo o de la oligarquía, de la oposición y del gobierno; en el mismo estatus que sus adversarios blancos y colorados. Con el privilegio además, de haber sido espectadores directos de verlos conducir el país con luces y sombras, que ya los pone en igualdad de condiciones con sus homólogos. Sin demasiado margen para cacarear, excusarse o pretender endilgar la culpa al otro, al que viene antes y decir que siguen teniendo la solución de todos los males que siempre denunciaron y acusaron.
Ya la identidad no se centra o para nada talla en los nuevos electores sobre las virtudes del marxismo, comunismo, revolución bolchevique, castrista; pese a que muchos actores de la vieja guardia y sus nuevas raíces pretenden retrotraer en ocasiones algún vestigio, se esfuma al instante por no poderse sostener ni ya interesar. Dialéctica y acciones desarrolladas por integrantes del núcleo duro en lo político como social, sindical; la mística misma en persona con un marketing incondicional a la orden, que dispensa y ayuda para cualquier propósito que se fijen.
Se podría decir que, los nuevos ciudadanos ven al Frente Amplio como una organización no solo contemporánea sino que ha demostrado una gran sensibilidad por lo problemas sociales primeramente; o por lo menos, la habilidad de notar, exacerbarlas y sacarle el máximo jugo a aquellas cosas que mueven al pueblo, hace que se adhieran o los haga enardecer. Aunque ello implique la demagogia más genuina que vela definitivamente a todos aquellos que han contado con la presea del poder para cambiar, mejorar lo que siempre desde el llano, desde abajo, en la otra vereda criticaron y prometieron resolver.
Con el pasar del tiempo se ha transformado en un agente de cambio – lo ha hecho, incluso con la arrogancia refundacional -. Ha comprendido que si a los ciudadanos se los corre por la mentada ideología, la historia revoltosa y accidentada; el discurso de que ellos son los buenos y los otros los malos, que los ricos y oligarcas se concentran en los centros de poder y partidos tradicionales a diferencia de ser ellos los que están con el pueblo; volverá a ser motivo de rechazo, pues la gente así como les retiro el cariño a los partidos tradicionales puede hacer lo mismo una y mil veces; y lo hicieron.
Sencillamente porque en la actualidad se percibe como un partido comprometido con los derechos de la gente, con una profunda sensibilidad ciudadana y humana. Hoy ya importa poco quién gobierna, si son de “izquierda”, “derecha” o de “centro” escorado para una de esas dos opciones sino promueve, crea, brinda las condiciones para que haya inversión, ello genere trabajo, poder adquisitivo para enfrentar, tan siquiera, las necesidades básicas de una familia y que el individuo pueda vivir dignamente – no sobrevivir como ocurre -.
Si ello logra reducir al máximo la pobreza y el hambre entre otros derechos mancillados, bienvenidos quienes quieran tomar esa responsabilidad en forma legítima y democrática; por más que estos insumos se empleen, capitalicen perversa y demagógicamente, sean parte del circo cuando salen hacer política y requerir el voto para ganar las elecciones nacionales o municipales.