Por Sebastián Castro.-

Autor invitado.-

Hacer periodismo de periodistas es sin dudas un ejercicio peligroso. Las corporaciones anarquistas que buscan el aplauso antes aquel análisis y la honestidad intelectual irán luego de esta nota como buitres a destrozar mis argumentos. Pero ¿quién soy yo para cuestionarlos? La epopeya que relata sus hazañas libertarias contada desde la comodidad de sus teclados (antes al menos había que saber usar una Remington) busca antes la aprobación entre sus fieles para regodeo egocéntrico, que en psicología es la característica (o enfermedad) que define a las personas que creen que sus propias opiniones e intereses son más importantes que las de los demás. Como este comportamiento los obliga al desprecio de sus pares, espero sepan aceptar mi punto de vista. Y si discrepan, acepto las críticas solo con altura. Lejos del vil insulto y el menosprecio. Dicho lo anterior, debo referirme al hecho que me lleva a escribir esta nota. La desproporcionada diatriba que algunos maestros ascendidos hacen en contra de todo y todos. Empezando en la izquierda que aborrecen y terminando en la derecha rancia que no pueden aplaudir para no colocarse en un lugar difícil de salida.

Y entonces se auto perciben Libertarios sin entender en lo más mínimo su significado. Ni mucho menos haber leído aunque sea por curiosidad a Mises. Aunque repiten el «Don tread on me» aprendido en la escuela de la Wikipedia libertaria.
Si liberalismo significa a grandes rasgos «el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo» podría mal interpretada convertirse exactamente en su opuesto.
Desde el vamos, cuando el insulto se usa para apuntalar una idea y dejar por fuera a todos los que piensan distinto o en la defensa del proyecto individual me olvido del prójimo, no me convierto en un Libertario sino en un anarquista. Bordeando el fascismo y todas sus derivaciones. Puedo hacerme cargo de esto porque no estoy debatiendo. Estoy exponiendo un pensamiento. Si fuera este un debate seguramente las alusiones al fascismo o a los nazis las evitaría, por aquella ley de Godwin de la que tanto hablo. Pero no es este el caso y por eso me permito esta licencia.
Se preguntarán a quién hago referencia. Y debo ser honesto, en algún caso me he puesto de pie para aplaudir sus intervenciones periodísticas. Pero en cuanto su discurso se convirtió en un monólogo ególatra que sólo busca estar rodeado de una corte de admiradores y aduladores, me convencí de su falta de respeto por la misma libertad que tanto pregona.
Se hace llamar «unabomber» como aquel anarquista que escribió un manifiesto en los 80′ pero usó el terror de sus bombas para hacerlo público. Y en sus grupos y audiciones radiales se dedica a descalificar a cada uno de sus adversarios. A veces con razonable altura y otras rayando el ridículo.
En su página de Facebook se puede leer

«A mí no me tocan más el culo con la excusa sanitaria. Ni Lacalle ni Salinas ni Bill Gates ni la OMS ni la ONU ni la puta que los parió. No me jodan más con el tapabocas y sus extrañas restricciones selectivas. Yo no soy su conejillo de Indias, burócratas de mierda. Ustedes son mis empleados, no vayan a pasar por alto ese detalle.»

Obviando los insultos, que no son la excepción sino la regla, solo le desearía de todo corazón que no se contagie de Covid y que en su irresponsable accionar no contagie a otro. Y que en caso de suceder, no sea a un pariente dentro de un grupo de riesgo y que esté no termine en Martinelli o el Grupo Salón.
Sobre la OMS, es discutible si está detrás o no de alguna conspiración mundial, o solo por incompetencia se ha equivocado sistemáticamente al diagnosticar la pandemia y sus derivaciones. Pero incluso, si así fuera, prefiero seguir sus indicaciones a pedirle consejo al maestro ascendido, periodista, virólogo y ahora devenido en libertario Federico Leich.
Y continúa:

«Olvídense de que me vacune o de que me quede en casa o de decirme con quienes o con cuántos me tengo que juntar. El que quiera hacerlo que lo haga, es una decisión individual. Mi vida es mía y tengo una sola, ningún colectivo, Ministerio o sociedad está por encima de ella.»

Le repito al «libertario» onanista que el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo es parte medular del liberalismo. Y su comportamiento irresponsable no solo puede contagiarlo de Covid, sino que como mínimo puede contagiar a otros. Y ahí las libertades se pierden por completo.
«El absurdo de todo esto» -continúa diciendo- está llegando a niveles de provocación. Vamos camino a una dictadura sanitaria. Esto es una gripe (si es muy contagiosa, si es de laboratorio, si es un plan chino o de Soros, me importa un carajo). Esta es mi vida y la voy a defender. Si tengo que salir a pelear por mi libertad individual frente a lo que cada día se hace más evidente que es un plan global para coartarla, voy a salir. Y no voy a salir a repartir volantes. No se metan conmigo ni con los míos.»

Sigue sin entender el pseudo Libertario que la defensa del irrestricto proyecto…
No es del propio. Es del Prójimo.

Continua:

«Sé que hablo por muchos que todavía no son conscientes, que están aterrados por esta farsa mediática paragubernamental globalista, que no se animan a decir lo que piensan por miedo a quedar expuestos. Y no, no vamos a salir a volantear consignas ni a cantar ni a protestar como corderos en rebaño para que nos metan presos.
Vamos a hacer lo que haya que hacer para defender la libertad. Hasta acá llegamos. Si hay más casos, si llegamos a los cien o mil por día, no me importa.»

O está buscando inmolarse y convertirse en el próximo mártir mediático o realmente se le salió un tornillo. Me queda claro que no defiende a, nadie más que a él mismo y que su búsqueda de conceso Libertario es una máscara para lograr sus objetivos individuales.

Y concluye:
«No me toquen más el culo. Este es el límite. Y quede claro que esto no es una amenaza. Tómenlo como una amable advertencia: sigan con su campaña de terrorismo psicológico, pero no me digan más lo que tengo que hacer o no hacer porque se pudre todo.
Federico Leicht»

En conclusión, sus últimas palabras de patota de barrio dejan ver con extremada transparencia su desesperada intención de elevar su discurso Libertario por encima de todo y todos. Aunque siga usando las redes y computadoras que su enemigo Bill diseñó para que él sea hoy más libre.
Cómo corolario voy a contar mi pequeña historia. Después de decretada la pandemia, pasé 3 meses viendo a mis hijos detrás de una reja. Sofía de 8 me tiraba los brazos y yo huía llorando todos los días. Para colmo de males cerró la galería donde tengo un modesto emprendimiento hace apenas 17 años. Y aunque sigo remando como decimos los uruguayos, si vuelve a cerrar terminaré de fundirme. Así que si eso ocurre, no iré a la casa de Federico Leich a golpear por un plato de comida. Porque yo sí creo que soy libertario y me gustaría que él sea feliz y no tenga yo que ir a joderle la vida a él.

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