Hoy que se habla de tráfico de influencias, de sacar ventajas por el cargo que ocupan, de lograr cosas para sus amigos o familiares; les voy a contar algo, que nos va a servir, para que muchos, que aún no toman conciencia, se den cuenta que esto es algo muy viejo y que está impuesto en nuestro sistema político y social.
Vivía en la ciudad de Minas y me invitaron a integrar la comisión de apoyo de la Seccional primera de policía.
Acepté y me integre a un grupo de cinco a seis comerciantes que se habían prestado a ayudar al Comisario José Enrique Colman.
Las carencias eran insólitas, no había nada de nada. Un solo patrullero, más viejo que yo, que gastaba un disparate de nafta.
Lo estacionaban en distintas esquinas de la ciudad para “Marcar Presencia”, pero tenía dos o tres litros de nafta, es decir, no podía perseguir a ningún delincuente porque seguro se quedaba sin combustible.
El Jefe de Policía de Lavalleja era un político que tenía una panadería de apellido Martorell. Se repartían los cargos como siempre los políticos, y hasta el de jefe de policía quedaba en manos de un panadero en este caso, porque tuvo una buena cantidad de votos, pero no había logrado una banca de diputado y había que compensarlo.
Julio María Sanguinetti, era el rey de la política, y regalaba radios (Ondas radiales) a diestra y siniestra, especialmente a sus correligionarios.
También había puesto a Martorell en la Jefatura por supuesto.
En la comisión de apoyo a la seccional primera empezamos a trabajar mucho para conseguir las cosas más elementales.
Los policías hacían guardias de 222 en el juzgado Letrado durante toda la noche, y un magistrado anormal, había dispuesto que los policías que custodiaban el juzgado no podían hacerlo dentro del juzgado, porque no tenía confianza en los funcionarios.
Por ende, debían estar en la puerta con una silla prestada por un vecino, y estábamos en pleno invierno, con 4 grados muertos de frío.
Compramos capas especiales y logramos abrigarlos por lo menos.
Conseguimos un auto usado donado, un Chevette 4 puertas, y dispusimos que sería pintado y puesto como patrullero, la gran carencia.
Conseguimos un montón de cosas, estufas, abrigos, pinturas y pintamos la seccional, etc.
Todo lo conseguido era por donaciones y mangueos, nos transformamos en pedigüeños profesionales, porque el Estado cero y el Ministerio del Interior cero.
Entonces, el auto Chevette, el Jefe de Policía Martorell, el panadero, dispuso que fuera destinado al uso exclusivo de su secretario, un Comisario corrupto, que pasó a ser su auto particular al servicio del jefe.
Entonces planteé en la comisión que debíamos pedirle el auto al Jefe de Policía.
¡Casi me matan!
¿Cómo le vamos a pedir el auto al Jefe de Policía? Me decían.
Si lo conseguimos nosotros para ser patrullero, era mi respuesta.
Finalmente, conciliamos que yo personalmente le pidiera a Martorell el auto en nombre de la comisión.
Fui a la Jefatura, y le dije a Martorell que necesitábamos al auto para el objetivo, ser patrullero.
Me dijo, que sí, que el lunes lo entregaría en la seccional primera. Sin discusiones, entendió perfectamente.
El lunes no entregó el auto.
El otro lunes tampoco entregó el auto.
El siguiente lunes no entregó el auto.
El cuarto lunes, presenté mi renuncia y me fui para mi casa.
El auto nunca fue a la seccional primera y continuó siendo usado por el secretario del Jefe de Policía, incluso firmado por mí, yendo a cobrar una coima a los locales de juegos clandestinos.
Esto fue en el año 1994 o 95 aproximadamente.
¿Se dan cuenta que el sistema nos ha ganado?
¿Se dan cuenta que si no nos unimos los uruguayos honestos nunca cambiaremos nada y seguiremos mirando cómo esta casta hace siempre lo que quiere con nuestro dinero?
Pero, Jorge Bonica es el loco, es el que dice cualquier cosa, el que es amarillista o sensacionalista.
Me quedan fuerzas, ya no las mismas que hace 27 años, pero daré mi vida para que exista un camino para transitar de gente honesta, que el objetivo sea cambiar el sistema político profesional nefasto.