El Papa Francisco dijo una vez: “El ser humano es extraño, se pelea con los vivos y lleva flores a los muertos”.
Quizás sea por respeto a las personas que ya no están; tener la consideración de no dar golpes bajos ni presumir de arrogancia al hablar de su figura sea la media de todos los políticos, periodistas, historiadores, politólogos y personas en general que se han pronunciado. Ser políticamente correcto nos mete por la ventana de overton y nos saca impolutos y puros. También nos convierte en hipócritas. Para muchos no fue ni el estadista, ni el presidente intachable que ahora todos quieren recordar pero había un mínimo respeto necesario mientras aún el cuerpo tibio se trasladaba hasta La Teja. Pasado el luto y los 3 días que el actual presidente otorgó, nobleza obliga, debo hablar de todo aquello que nadie quiere hablar. De la figura arrogante que les gritó «nos vemos en las urnas» rebajando su investidura al nivel del campito de fútbol (soy el dueño de la pelota y me la llevo). O aquel que lideró una oposición irresponsable que pedía a gritos el default en 2002. La herencia maldita de nuestros nietos y la mentira de los niños comiendo pasto. Todo era útil para llegar al poder aunque su llegada en 2004 no fuera exclusivo mérito de su figura. La crisis regional, la corrida argentina, la devaluación brasilera, la aftosa y hasta los campos ardiendo en Rocha cambiaron la imagen de una derecha gastada y marchita. La revolución de las crisis que administró la izquierda en Latinoamérica llegaba, infectaba las democracias de socialismo y comunismo y con reticente pragmatismo se retiraba. El mundo desarrollado cambiaba hacia un populismo de derecha -Donald Trump, Marie Le Pen o el Brexit- mientras en América el comunismo resurgía tan rápido como sus paraísos ideológicos se derrumbaban. En Uruguay la figura de un presidente de izquierda con gran apoyo popular pero cercado por sus detractores ideológicos inciertos en su propia fuerza política surgía como una necesidad sin mucha convicción, luego poco pudo hacer. Buscó un TLC con EEUU y no pudo, buscó acuerdos TISA y no pudo, prometió menos rapiñas y homicidios y no pudo. A dos años de su segundo mandato su gobierno estaba estancado. Se derrumbaron los comodities, el mundo entró en recesión y el déficit heredado del gobierno anterior comenzó a mostrar la pobreza que ocultaban los índices estadísticos. Se empezaron a perder puestos de trabajo y el pueblo se hartó. Dilapidó nuestros mejores años de bonanza mientras luchaba en la interna por hacer menos de todo lo que su fuerza política le exigía. Maquillando 15 años de políticas de izquierda con hitos relevantes pero de dudosa efectividad. «Efectistas» pero no efectivos.
Sería contrafáctico decir que todo lo que se logró en estos 15 años no hubieran ocurrido en otros gobiernos liberales. La agenda de derechos, la ley del aborto o la prohibición del consumo de tabaco en lugares cerrados. También buscó la igualdad social y creó un impuesto al que trabaja, porque no se animó a quitarle al que más tiene, maquillado en franjas que no hacen más que desestimular al que con esfuerzo y sudor trabaja más.
En medio de una crisis del campo, se «cagó» literalmente en sus reclamos mientras cerraba un tambo cada 80 hs.
Insultó a un adversario despreciando su capacidad política al llamarlo «pompita de jabón«. Nos dijo el 3 de septiembre de 2018, que «acá no se puede lavar dinero» y que Uruguay «ha sido reconocido como el país más transparente de la región«. Una declaración poco creíble y bastante desafortunada, si tomamos en cuenta que la secretaría anti-lavado de Uruguay el 22 de agosto de 2018 reactivó el equipo de trabajo que dió con el paradero del campo “El Entrevero”, en José Ignacio, vinculados con el empresario kirchnerista Lazaro Báez y la ruta del dinero K. Por otro lado, el financista Ernesto Clarens, responsable de una maniobra que movió no menos de USD 200 millones fuera de Argentina, viajó a Uruguay 164 veces de los cuales 91 los hizo en barcos privados aún siendo dueño de una empresa de taxis aéreos. Mientras cerraban los puentes y se canjeaba la paz económica con Argentina, nos hizo creer que todo iba bien, salvo un llamado al imperio por si Argentina nos invadía. Ecléctico, sus dos mandatos tuvieron grandes diferencias y matices. El primero con viento de cola y cuentas fiscales ordenadas promovió el nepotismo a gran escala y sus logros (MIDES, ASSE, etc.) están bajo sospecha de grandes irregularidades que terminarán si este gobierno se atreve, en condenas penales.
Inventó un CCP nefasto donde la Justicia pasó a ser amiga de los delincuentes y los Fiscales tienen más poder que los Jueces. Creó una ley anti-tabaco pero no se atrevió a cuestionar la nefasta ley a favor de la marihuana. Entre sus frases célebres en 2011 en un acto político celebrado en un Comité de Base del Frente Amplio, el ex presidente de la república se manifestó a favor de que el Parlamento anulara la Ley de Caducidad expresamente ratificada por el pueblo en las urnas, con el argumento de que “las mayorías no siempre tienen razón”, compartiendo tal vez aquello que dijo su compañero político Mujica de que «lo político está por encima de lo jurídico«. Pensamientos antidemocráticos sin dudas. Sin embargo intentó llevar la ley de despenalización del aborto a referéndum (como te digo una cosa te digo la otra).
Le gustaba pescar y cerró un río y lo hizo privado (para él) y usó al final de segundo mandato un navío del Estado a costa de todos los uruguayos para salir a pescar al medio del Río de la Plata.
Podría seguir adeum infinitud, pero me di cuenta que ya escribí unas mil palabras y debo cerrar la nota en algún punto. Lamento no poder compartir el espíritu de compungido dolor de gran parte de los uruguayos. Será porque no soy hipócrita y digo lo que pienso sin edulcorar ninguna frase. No me interesa ser políticamente correcto ni creer que los muertos se santifican de forma automática. Su legado será su defensa y la historia algún día le dará el lugar que merece.