Sr. Presidente de la República Dr. Luis Lacalle Pou:

Los abajo firmantes, ciudadanos uruguayos anhelantes de paz y reconciliación nacional, convencidos de que la plena vigencia de los Derechos Humanos pasa por el respeto absoluto de la Constitución y la Ley, queremos hacerle llegar nuestro deseo de que se ponga fin a lo que entendemos es una injusticia. En 1985, Uruguay retomó la senda constitucional luego de años de violencia fratricida.

Hubo muertos de ambos lados que no pueden ser vueltos a la vida, familias destrozadas que nunca podrán olvidar. Aun así, acabada la guerra, se promulgaron leyes tendientes a cerrar las heridas, liberando a los presos, indemnizando a las víctimas, y buscando, en varias instancias, desentrañar la verdad hasta donde fue posible. Otra de las herramientas de esa salida fue la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Aunque puede discutirse su validez y oportunidad, lo cierto es que es la única de nuestra historia refrendada dos veces por el soberano, con 20 años de diferencia. Al amparo de la derogación de esa ley, por una mayoría parlamentaria mínima y circunstancial, presuntos delitos, en todo caso ya prescritos, continúan hoy llevando a la cárcel a soldados, ya septuagenarios, que más allá de las faltas cometidas, actuaron llamados a defender las instituciones. En su discurso inaugural al Congreso de abril de 1813, nuestro prócer expresaba «Mi autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia soberana» fundando así una larga tradición de respeto a la voluntad del soberano de la que podemos estar legítimamente orgullosos. Si bien no existe impedimento formal para que una ley, cuya vigencia es mantenida por la voluntad soberana, sea luego derogada, claramente tal proceder es una burla al mandato del fundador de la patria, y un grave antecedente para nuestro derecho positivo, poniendo en cuestión la seguridad jurídica. No debemos seguir recreando una y otra vez una guerra finalizada hace casi medio siglo, necesitamos paz y perdón para seguir avanzando.

Es hora de un acto de grandeza, cesando definitivamente las hostilidades, liberando a aquellos que el soberano ya perdonó. No somos militares pidiendo por sus camaradas de armas, lo pedimos ciudadanos que vivimos aquella época y sentimos que esos militares, que actuaron por mandato, son chivos expiatorios de una catástrofe colectiva y no deben seguir pagando solos el precio de nuestros errores.

En Domingo Arena hay encerrados algo más que un montón de viejos soldados, allí estamos presos todos, está presa nuestra Democracia, detrás de las rejas del pasado, está preso el futuro. Libérelos y libérenos Sr. Presidente, y cierre de una vez la fractura, se lo pedimos con humildad, pero también con un poderoso sentido de Justicia, ES AHORA. #TodosEstamosPresosEnDomingoArena. Agradecemos desde ya su comprensión y buena voluntad.

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