«Sabremos defender la libertad;
Y si es preciso combatir con muertos,
De sus sepulcros se alzarán despiertos,
Y a la consigna de un inmenso grito
Formarán ejércitos enormes,
Vestidos con los patrios uniformes
De Rincón, Las Piedras y el Cerrito«.
Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo, tradicionales saludos entre gente en estas celebraciones populares de todos los tiempos. Saludos que llegan del pasado, que pasan por el hoy de nuestras vidas y que seguirán a través de las generaciones venideras rumbo al porvenir.
Vaya a todos, pues, Feliz Navidad y próspero Año Nuevo, como se escribía antaño en las postales, -aunque de próspero no tenga nada-, con la espada de Damocles cortando las cabezas de toda la Humanidad.
Estamos en guerra. La pandemia, implacable, azota hoy al mundo entero, cual castigo divino. En lo que nos atañe, ataca ferozmente a una población desprotegida en el bolsillo, desguarnecida, resultado del jolgorio político y de las peores administraciones que se sucedieron en el tiempo.
Este “regalo” de Navidad y Año Nuevo para la población, sacude los bolsillos de centenares de miles de familias sitiadas y acorraladas en todo el país, que sobreviven como pueden al despilfarro generalizado, ya con nauseabundo olor a corrupción, de padre y señor mío.
Acabados los pesos, van por las monedas.
La plata del pueblo se ha dilapidado sin vergüenza a lo largo de quince años de despilfarro por las administraciones Vázquez-Mujica-Vázquez, deplorables e insensibles ante el clamor ciudadano. En medio de la batalla, impuestos desaforados que no se pueden pagar, con tarifas exorbitantes de los servicios públicos que ahogan a millones de ciudadanos, y que tampoco se pueden pagar.
La máquina de impedir, Santa Inquisición, quiere tragarse al Presidente de la República, y lo atacan sin darle cuartel por todos los flancos. Avanzan con la pandemia, y se identifican como oposición irresponsable y acomodaticia. Desprecian el sentido institucional de la patria y utilizan para fines abyectos las redes sociales, moderno sistema de comunicación al instante del periodismo digital. Conductas principistas que otrora señalaron el camino, se han levantado revolucionarias en el pensamiento y en la acción, decididas a frenar un sistema político parapetado en magníficos salarios que nada tienen que ver con la realidad del país. Se trata de centenares de miles de pesos mensuales por Legislador e Intendente, dinero que garantiza la tranquilidad del Diputado y de los jerarcas departamentales afines y afiliados. Dichas redes, utilizadas por la sociedad, denuncian y ponen en evidencia diaria el silencio cómplice y desahogado de diputados y senadores lechuguinos, que miran por el anteojo cómo se libra en el plano de la desigualdad la batalla universal.
Sin pelos en la lengua, ciudadanos que utilizan con frecuencia los renovados medios de comunicación a través de las redes, han acusado al poder político en su conjunto de estar al frente de una asociación para delinquir, de mal enriquecerse, y hasta han llegado a calificar al sistema político de constituir una maquinaria de impunidad.
No existe hoy fórmula electoral ni política, ni tampoco sanitaria, que permita atisbar soluciones en el corto plazo. Esta irresponsabilidad tuvo origen en el sistema político que apestó las instituciones en la segunda mitad del siglo XX.
Irresponsables, los gobernantes que se sucedieron después de la dictadura participaron de la fiesta. Dejaron caer las migajas de la mesa engalanada por estos «epulones«, migajas que traducen los salarios y pasividades absolutamente insuficientes.
Decíamos ayer, en el mes de septiembre de 1917, que la administración gubernamental de aquel entonces había sido orientada a no irritar al Pit-Cnt, y que seguramente al final de su mandato enarbolaría la bandera del “diálogo fructífero que logró mantener, a la sombra tutelar de los despojos civiles que dejó por el camino«.