Todos los que gustamos del buen fútbol nos quejamos del pobre nivel arbitral que acompaña el nivel del fútbol uruguayo. No es condición sine qua non, pero se da en nuestro medio que a la falta de buen fútbol le acompañan malos arbitrajes. Pretender desconocer el nivel profesional de un árbitro de fútbol solo por ser mujer, tiene cierto grado de discriminación positiva. Y no genera más que otro capítulo dentro del ideario anacrónico y absurdo. Si lo que se busca es no competir con excelencia, sino rebajar la exigencia por una cuestión de género el resultado no podría ser otro que no entender el significado real de la palabra igualdad.
En este nuevo capítulo feminista se encuentra batallando Claudia Umpierrez que reclama un salario igual al de sus pares y una rectificación por sanciones que la AUDAF le impuso y que podrían devenir en la pérdida de su categoría.
La realidad no es femenina, aunque para defender en este caso a la Sra. arbitro se deba incluso utilizar a la bancada femenina del parlamento. La realidad es que el nivel de arbitraje uruguayo es malo. Y ella no es la excepción. Se queja de nunca haber dirigido a Nacional cuando en primera división de los 26 árbitros habilitados apenas 4 son tenidos en cuenta para los duelos clásicos. Bueno sería que los restantes 22 fueran a quejarse al parlamento.
¿Se acuerdan de Larrionda en Sudáfrica y su error en el partido Alemania-Inglaterra? ¿Qué hubiera sucedido si estando 2-1 Larrionda hubiera validado el gol de los ingleses?
Luego de ese horror arbitral el juez uruguayo no volvió a dirigir en el mundial, aunque lo trataron de justificar diciendo que si Uruguay avanzaba a cuartos Larrionda no podría seguir, algo muy conveniente.
Ahora imaginen que le sucede a esta muchacha y que luego de un pésimo arbitraje se sienta cuestionada por ser mujer. Seguramente encontraría respaldo en sus pares ideológicas femeninas por su condición de mujer y no por su desempeño.
Si el camino es la igualdad, el dogma no debería ser el feminismo. Donde prima la fe en la nueva religión sagrada que profesan las neofeministas.
Es una gran neurosis emocional donde las mujeres son atacadas constantemente. Bastaría repasar el último día de las Madres, los infinitos actos de amor hacia ellas y los cientos de pesos que los hombres opresores dedicamos todos los años en recordarlas.
Claro, es una fachada. Luego corremos raudos a denostarlas, oprimirlas y expulsarlas de los lugares que merecen.
Hay obviamente un poco de eso sin dudas. Pero de ninguna manera se puede usar al feminismo en Uruguay para marcar una regla que no existe. No podemos comparar a las mujeres en Uruguay con las mujeres en Irán. Y decir que la culpa de la desigualdad es el patriarcado-homo-fálico es insostenible.
Por supuesto que hay mujeres que aún siguen padeciendo el desprecio de sus pares masculinos. Aún hay que dar una batalla ahí. Sin embargo, la trinchera y la topadora ideológica nunca fueron el camino correcto.
Si usted Sra. Umpierrez no quiere ser sancionada por AUDAF, no cometa los mismos errores que cometen sus compañeros hombres. Trate de ser más profesional.