La sesión de la Junta Departamental de Paysandú del lunes 31 de agosto terminó, llamativamente, en aplausos. Ese gesto, que estuvo precedido por encendidos discursos que reivindicaron la convivencia democrática, el republicanismo y la más elevada acción política que es capaz de interponer el bien de la comunidad a las pretensiones personales o sectoriales, fue un autorreconocimiento que se hicieron los ediles, un mimo, tras habilitar que la Intendencia contrate endeudamiento a través de un fideicomiso.
¿Merecen los ediles el calor de las palmas?; ¿Qué pasó esa noche en la que reinó un clima de armonía, no perfecta, es cierto, porque siempre aparece algún chispazo, pero que no existió en los últimos cinco años?
Después de más de dos meses de discutir el asunto aprobaron que el intendente que resulte electo del 27 de setiembre podrá o no contratar un fideicomiso por hasta US$ 25 millones de dólares con los cuales podrá hacer o no algunas de las obras e inversiones recogidas en una extensa lista que incluye 31 puntos; sí, 31, todo eso quedó por hacer y seguro que aún faltan cosas.
Bastante amplio el marco, flexible, como que me endeudo y no me endeudo y hago o no hago; como para que se acomode a gusto del consumidor. Quizás un buen trabajo de quienes lo negociaron.
Es que, increíblemente, después de que la Comisión de Presupuesto de la Junta abordara el tema durante varias semanas sin avances concretos que habilitaran la aprobación del pedido de endeudamiento que formuló el intendente Díaz, bastaron un par de reuniones entre el jefe comunal y el diputado Nicolás Olivera, también candidato a intendente, para que apareciera la punta de la madeja.
De hecho, en una rápida y oportuna acción del legislador, fue Olivera quien terminó anunciado la aprobación del fideicomiso en una conferencia de prensa cumplida en su local partidario y de la cual también participaron sus ediles quienes fueron convocados 45 minutos antes que la prensa para entregarles las directivas.
La “movida” fue de ese sector nacionalista, exclusivamente, y quizás la orgánica departamental de los blancos no se dé por enterada del detalle del ninguneo a los otros dos candidatos.
Los ediles “son de” Olivera pero no lo eran, entraron a la Junta básicamente acompañando a Bentos y en algún momento pidieron el pase y crearon la Lista 51, lista en la que varios nombres de aquella primera época brillan por su ausencia.
Hablando la gente se entiende y Díaz y Olivera se entendieron. Para muchos ese encuentro radica en el interés compartido. Unos necesitan dinero por si quedan, otros necesitan saber que hay algo en caja por si entran.
Así que los ediles se limitaron a redactar la resolución que habilita el endeudamiento, texto de difícil construcción, dicho sea de paso, y, por supuesto, a votar. Después de varias jornadas de discusión terminó primando la disciplina partidaria y el peso del liderazgo.
Durante las semanas en las que se “negoció” el tema en el ámbito de la Junta se transmitió que las diferencias radicaban en la lista de las obras que se ejecutarían gracias al préstamo. Algunos reclamaban la inclusión de un proyecto que el intendente rechazó enfáticamente al extremo que llegó a llamar a sus promotores como “irresponsables”. Otros decían que si ese proyecto no se incorporaba como de ejecución prioritaria tampoco votarían.
Para varios ediles oficialistas era inconcebible destinar plata del pueblo a financiar un proyecto de unos pocos y sólo habría que hacer trabajos con fin social. Otros decían que no era el momento para presentar una pretensión de este tipo; para otros es violatoria del Art. 229 de la Constitución; para otros era poco menos que una locura seguir endeudando una Intendencia que, decían, está fundida.
Al final, la propuesta de los irresponsables está adentro del plan, esa iniciativa no es prioritaria, como ninguna otra obra, pero la votaron igual. Los que se negaban a votar “proyectos faraónicos” votaron también, los que denuncian el estado de quiebra sumaron su voto y los que hablaban de inconstitucionalidad también votaron.
Fueron 26 manos alzadas, los 16 ediles del Frente Amplio más 10 del Partido Nacional. Los cinco votos negativos fueron de José Pedro Illia, Jorge Genoud, Carlos Balparda y Pablo Bentos del Partido Nacional y del edil colorado Edgardo Quequín.
Algunos hablaron de grandeza y terminaron acordando en contradicción con sus palabras; otros vieron la oportunidad y se cortaron solos haciendo, eventualmente, un gran favor al rival, nada menos que al rival a vencer, pero ese es el costo de asegurar algún peso en caja ante la posibilidad de la victoria. Los ediles terminaron votando lo que les ordenaron asumiendo una supeditación total del ámbito democrático del Legislativo a la disciplina partidaria y/o sectorial; en muchos casos argumentando que no, pero votando que sí.
Para algunos queda la esperanza de que pudiese prosperar un recurso de inconstitucionalidad que el edil Illia anunció intentará imponer contra la anuncia.
Después de estas líneas seguimos pensando si los ediles se merecen o no el aplauso y en qué medida ese reconocimiento no debería ser extendido a otros referentes de la política sanducera.