Uruguay no es ejemplo de progresismo cultural. Ni menos tolerante a las minorías étnicas subsaharianas. Pero tampoco los son otros países en el mundo. ¿Francia y su escatológico humor racista? ¿Estados Unidos y su «Black Live Matter»? O Inglaterra y su «apartheid», un sistema de segregación racial que funcionó en Sudáfrica hasta 1992? Sin dudas el mundo está cambiando pero no de la forma correcta. Una cosa es la abolición de toda conducta racista y otra es la ridícula y extrema condena de quienes hasta hace muy poco tenían colonias de ultramar y esclavos africanos. Y aquí es donde llegamos al ridículo. Edison Cavani hace un comentario totalmente «naif» y todo un país lo condena como si se tratara de un nazi en Auschwitz a punto de asesinar a un judío en la cámara de gas. ¿Habrán escuchado los ignorantes ingleses la canción de Yupanqui «Duerme negrito», un homenaje a los niños campesinos argentinos interpretada por la «negra» Sosa y nuestro gran Alfredo Zitarrosa?
Seguramente los ingleses progresistas del siglo XXI usan Google para traducir «negrito», aunque no exista traducción literal en la lengua anglosajona. Ni siquiera «nigger» (insulto racista en inglés) tiene su correlación al español. «nigger» es negro. «Negro» es negro, pero «negrito» no existe. Existe el femenino «negrita» (bold) que se usa para destacar una letra o en el eslogan de la marca de celulares «Blu» (bold like us) que sería algo así como «Audaces como nosotros». ¿Se imaginan cuestionar a la marca china por racista al mal traducir su eslogan? El ridículo llegó al extremo incluso de sancionar al futbolista por un supuesto racismo cuando en realidad es la sociedad inglesa la que utiliza su etnocentrismo, ósea su actitud de grupo, raza o sociedad que presupone su superioridad sobre los demás y hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar y valorar la cultura y los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades. Sin siquiera comprender ni el contexto ni la razón de tal aforismo.

Otro punto interesante es el que marca de quien parte la frase y a quien se dirige. No es lo mismo decirle «negrito» a un amigo que comparte los códigos del lenguaje de la región del interlocutor y otra distinta que en medio de un partido de fútbol se lo diga a un rival inglés que no entiende su idioma. Sería en el mejor caso un error de interpretación aunque podría tomarse también como un hecho «exprofeso» mal intencionado.
Pero este no fue el caso. «gracias negrito» tenía una única lectura. Podía haberle dicho «gracias enano» (si lo fuera) o «gracias gordo» (aunque no lo fuera). Y funcionaria de igual forma. Porque en español, al menos en el Río de la Plata, ésos aforismos son normales.
Lo curioso en esta novela es sin dudas el silencio de la AUF. Que se dedica a defender al jugador cuando le convive, como en el episodio con el chileno Jara, pero que no se dignó en emitir ni una sola mención al caso, aunque se trate del honor de un compatriota y el estigma que nos pone a los Uruguayos como una sociedad racista cuando en general no somos perfectos pero de seguro estamos muy por encima del nivel de racismo inglés. Ni racistas ni imperialistas, ni mantenemos colonias de ultramar, que dicho sea de paso deberían revisar la resolución 1514 de las Naciones Unidas del 14 de diciembre de 1960 donde se comprometieron a devolver las Malvinas y 60 años después seguimos esperando.
Como siempre, vivimos en boludolandia, dejando que los primermundistas nos sigan metiendo el dedo.