Por Dr. Gastón Pesce Echeverz
Exedil departamental
Partido Nacional – MNR/UBP
El 2 de enero Paysandú conmemoró el 160º aniversario de su Sitio y Defensa y el 159º aniversario de su caída.
No provengo de ancestros de la Patria Vieja sino de inmigrantes vasco navarros arribados en 1853 y ligures llegados veinte años después que, a poco de llegar, adquirieron la esquina donde falleció, en junio de 1868, el Capitán Hermógenes Masanti, autor del Diario de la Defensa también llamado por algunos “los 33 días”, que aún pertenece a mi familia paterna.
El Diario del Cap. Masanti, junto a las crónicas relevadas medio siglo después por Rómulo Rossi y los Recuerdos de Paysandú de Orlando Rivero (que fue el único sobreviviente del pelotón de fusilamiento y no quien menciona el historiador Diego Fischer) constituyen las fuentes más fidedignas de lo acontecido en Paysandú por aquellos lejanos días, no obstante, el meritorio esfuerzo de aggiornamento que nos presenta el relato novelado de este último autor, pasando por el libro de Delgado Aparaín.
El sitio de Paysandú constituyó la antesala de la Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza (Guerra Guasú), originada cuando un Paraguay próspero, gobernado por el Mariscal Francisco Solano López, finalmente caído gloriosamente en Cerro Corá, simpatizante con el gobierno blanco de Bernardo Prudencio Berro y continuado por Atanasio Aguirre, pasó a ser objeto del interés y la codicia de Pedro I, Emperador de un Brasil aún esclavista, del Presidente unitario argentino Bartolomé Mitre, militar sin lustre ni gloria formado en Uruguay y de la codicia del colorado Venancio Flores que, con el apoyo de los anteriores se alzó contra un gobierno patrio constitucional y legítimo al cabo de una llamada Cruzada Libertadora que, pese a ello, no habría contado con el apoyo de la Iglesia, dirigida por Mons. Jacinto Vera. Todos los confabulados serviles al interés extranjero, principalmente británico, interesado en la libre navegación con fines comerciales por los ríos Paraná y Uruguay.
Así fueron cayendo primero Melo y luego Salto, pero la cosa se complicó en un Paysandú que hacía poco había perdido a su principal impulsor durante el siglo XIX, Coronel Basilio Pinilla y había quedado a cargo del Coronel (y luego General post mortem) Leandro Gómez, entre muchos otros héroes que el destino convocó en aquel preciso momento y en este preciso lugar.
Los medios de defensa eran escasos en hombres y pertrechos, comparados con las fuerzas coaligadas de los enemigos; pero el sentido de Patria y Dignidad, grande, aunados a una esperanza de apoyo militar del gobierno nacional que nunca llegó y selló la suerte de los heroicos defensores.
A nuestro juicio y por lo que hemos leído, la Defensa presentó tres hitos particularmente heroicos, que subsiguieron a la respuesta de Leandro a la intimación de rendimiento del Almirante Tamandaré (“Cuando sucumba”).
Uno de ellos fue cuando el Teniente Encina, desafiando las balas de cañón brasileras provenientes de Bella Vista, arriesgó su vida para enarbolar nuevamente la Bandera Nacional luego que su mástil fuera segado por una bala de cañón, en el punto más alto de la cúpula de la Basílica; el siguiente cuando, ya tomada la plaza y acorralados sus defensores en su plaza principal, según el relato del Cap. Masanti, agotados todos los medios, “se defendían con palos, con piedras…, con lo que podían…” y finalmente cuando, luego del juicio sumario y fusilamiento del Coronel Gómez, al intentar “manotear” alguien, indiscriminadamente, a uno de los cuatro ajusticiados en esa aciaga tarde, el Comandante Braga, viendo el destino que le esperaba luego de fusilado Leandro, se interpuso diciendo: “Momento, ahora me toca a mí, que soy el que sigue en la jerarquía militar”, lo cual habla (y enseña) acerca del profundo sentido del Honor de aquellos hombres en tan difícil hora…
La Isla de la Caridad se constituyó en refugio de la mayoría de las mujeres, niños y ancianos que no estaban en condiciones de pelear…
Se dice que allí recibieron la ayuda de Urquiza, quien quedó fuera del conflicto tras haber vendido una importante caballada, por importante suma, al Emperador del Brasil (cualquiera diría que fue coimeado) y a quien el festejo del “triunfo” aliado en la Guerra del Paraguay seguramente le costó la vida en manos de una partida enviada por Ricardo López Jordán, el último caudillo federal del Río de la Plata, nacido en Paysandú, ciudad que aún hoy le ignora, sin que exista una sola calle con su nombre, con fines de apresamiento y probable juzgamiento, intento que se le fue de las manos.
Según Fischer, a la Isla de la Caridad (que queda a poco más de mil metros de Paysandú y no a dos kilómetros como dice dicho autor) llegó Jacinto Vera con las primeras Hermanas del Huerto, responsables de un antiguo Colegio que aún existe en Paysandú (frente al cual mi abuela materna, hermana de Orlando Castellano, creador del Postre Chajá, me relataba con lujo de detalles que había sido detenido el primer conductor del primer automóvil que circuló por Paysandú) y también se ha dicho y escrito que en la Isla Caridad José Hernández terminó de escribir su Martín Fierro, en ocasión de haberse acercado a visitar a su hermano Rafael, defensor de Paysandú. Y a dicha Epopeya se refiere también la película El último payador (1950), dedicada quizás a Gabino Ezeiza, de Hugo del Carril…
Hoy estamos en 2024, año electoral, luego de haber recuperado -el Partido Nacional- el gobierno de la República luego de 15 años de desgobierno del Frente Amplio.
Fue el Partido Nacional quien pagó los platos rotos a la salida democrática, detrás de un Wilsonismo de origen blanco independiente que garantizó la gobernabilidad con su apoyo a la llamada Ley de Caducidad.
Por entonces, en las convenciones del Partido, el Herrerismo, que representaría, con suerte, un veinte por ciento del electorado nacionalista, entraba por la puerta de atrás. Pero…, cosas de la vida, el sacrificio de los blancos independientes (escisión mediante del Movimiento Por la Patria y alianza entre el Movimiento de Rocha y la emergente Unión Blanca Popular) terminó beneficiando al único líder sobresaliente entonces que fue el Dr. Lacalle Herrera, padre de nuestro actual presidente de la República.
Nuestro actual presidente llegó al gobierno luego de 15 años de lamentable desgobierno frentista y, contrariamente a la más elemental medida que suele adoptar cualquier comprador del más modesto boliche, no llegamos a saber por qué no se dispuso u ordenó una elemental auditoría de las cuentas del Estado con el fin de saber con la mayor exactitud posible en qué condiciones se recibió el país y qué responsabilidades civiles y aún penales DEBÍAN hacerse efectivas (arts. 23, 24 y 25 de la Constitución).
Esa preciosa oportunidad se perdió (lo mismo que Jorgito, en Paysandú, cuando accedió, en 1990, a su primer gobierno departamental sanducero), por una suerte de extraños y ocultos compromisos que nunca jamás terminaremos de comprender; pero lo cierto del caso es que, actuando de ese modo, se termina disponiendo en forma unilateral e inconsulta del interés general, lo que es cosa seria… y no se puede dejar pasar.
Luego, en el camino quedaron “el dealer de Luis”…, la no revisión del acuerdo con UPM habilitada por una inesperada pandemia, las concesiones del Puerto de Montevideo y de los principales aeropuertos del país, los casos Astesiano y Marset y el escándalo Penadés, todo entre oscuras bambalinas y en manos de una Fiscalía entregada ingenuamente de antemano a la izquierda. Todo lo contrario, al ejemplo que nos está dando, desde la vereda de enfrente, el Presidente Milei que, para empezar, comenzó donando su sueldo y marcándole la cancha al Congreso de la Nación Argentina con una andanada de propuestas que conmueven la vida política de aquel país.
El tema central es que la cosa pública no pertenece (o, mejor dicho, no debería pertenecer, como bien privado) ni a los Herrera, ni a los Batlle, ni a los Arismendi – Sendic – Michelini que, al final, son todos más de lo mismo.
Acá hace falta una sana competencia de proyectos, planes y propuestas, imposibles de surgir entre falsos republicanos que sólo persiguen su interés
Tan es así que de aquel enorme contingente de blancos independientes wilsonistas y rochanos ha habido un asqueroso corrimiento interesado de enormes contingentes (y, lo que es peor, dirigentes) al herrerismo, tras las migajas del poder y detrás de un cargo. Dan lástima. Los pobres mozos que hoy nos vienen a visitar teñidos de patriotas (así como van año a año a Masoller a recordar a Aparicio y su muerte heroica, similar a la del Mariscal López en Cerro Corá, al decir del Señor historiador Guillermo Vázquez Franco) no son más que sanguijuelas de la República, viviendo a costa de ella sin mayores talentos y virtudes que su viveza criolla por largos años y a veces por generaciones, salvándose siempre y enterrándonos a los demás en deudas externas impagables, irresponsables desequilibrios fiscales y dádivas a diestra y siniestra, manteniendo vagos con el esfuerzo ajeno (saludando siempre con sombrero ajeno) y desnaturalizando el fin conque un bien intencionado pero en cierto modo ingenuo Batlle y Ordóñez promoviera el desarrollo de las empresas públicas para descomprimir la carga fiscal que siempre pesa sobre los ciudadanos–contribuyentes de bien.
Lacalle hijo seguramente ya está salvado y le importará tres pepinos en manos de quién o quiénes caerá el país. Seguramente especulará acerca de la posibilidad de -fuerte propaganda mediante, dirigida a los mentecatos de siempre- intentar mañana un nuevo período de gobierno, mientras quizás él mismo y sus principales adláteres (por no decir secuaces), se sigan salvando en ancas del Presupuesto Nacional (con cargos políticos o cargos negociados y/o entregados a modo de premios consuelo). Pero la enorme mayoría de ciudadanos, contribuyentes (o sea, “los nabos de siempre” en la terminología de Thomas Linn) seguiremos CONDENADOS a bancar los despilfarros del Estado. Cosa que de una vez por todas debería terminar, al grito unívoco o por lo menos mayoritario de ¡BASTA YA!!