Desde hace 25 años, desde estas páginas me he ocupado preferentemente de la corrupción del sistema político uruguayo, de los curros innumerables que han ido naciendo a lo largo de la historia no solo de la democracia, sino también del llamado proceso cívico militar, que no fue otra cosa que la dictadura.
Sinceramente me he contaminado, estoy inundado de denuncias, de testimonios, de casos concretos que cada uno ha servido para que poco a poco pueda ir conociendo como se manejan los corruptos en cada uno de los terrenos que aparece.
Ya nada me sorprende como antes, hasta lo más insólito me permite ir evaluando la situación social de los uruguayos.
Si hay algo que tengo claro, es que la corrupción está en todos lados y a todos los niveles. No importa la clase social o la posición económica, es real aquel viejo dicho que debajo de cada piedra, aparece el cangrejo.
Los corruptos actúan con códigos que mantienen hasta la muerte, es una especie de mafia organizada que funciona a la perfección ya que nadie, absolutamente nadie los combate, a la inversa, el sistema los protege, ya que fue hecho por corruptos profesionales que idearon esto para poder enriquecerse en primer lugar y perpetuarse en el poder en segundo término.
Pero dentro de ese circuito de corrupción, que no es exclusivo de nuestro país, sino que se trata como una especie de escuela mundial; están quienes han aceptado la misma y se han adecuado basados en sus extremas necesidades, los más humildes.
Voy a decir algo que nunca he dicho, pero seguramente les costará creerme, pero les aseguro por mi honor que es real y verídico lo que les digo.
En muchos sectores de la población hay incluso, tarifas para cobrarles a los políticos que son candidatos y quieren ser electos. Esas tarifas son por ejemplo:
Si me das 100 bloques, entonces te voto.
Si me das el material para hacer un nuevo cuarto en mi casita, te votamos todos los integrantes de mi familia, que somos muchos.
Si le das trabajo a la nena o al nene, bueno será tal mi agradecimiento, que pongo un comité en mi casa.
Algunas veces, hasta han abierto un comité en el propio living de la casa.
Cuando se terminaron las últimas elecciones departamentales, luego de casi dos años de votaciones de todo tipo, muchos nos decían muy tristes que “se les había terminado la zafra”. Es que los políticos han acostumbrado al pueblo que si les das cosas, es muy posible que te voten, sin importar trayectorias, programas, honestidad, etc.
Es por eso que hablo de los corruptos que viene de abajo hacia arriba. Yo pienso que es lo mismo o peor, que los grandes ladrones que nos han gobernado, aquellos que por un trabajo, un ascenso, algún material o alguna changa para barrer las calles, venden sus votos y los de sus familiares.
Mientras tanto los políticos se matan por salir electos, ellos saben que es así, pero saben muy bien que luego que logran el objetivo, lo usan para su provecho personal, sin importarles absolutamente nada la gente que los votó y menos los que no lo votaron.
Ayer conversaba con un odontólogo que me decía mientras me atendía: “Yo me pongo a contar cuantas familias uruguayas dependen de sus trabajos públicos y me parece que es imposible bancarlos a todos, por ello, sin duda, tenemos los impuestos impagables que hoy tenemos”.
Y tiene razón, el gasto público es el gran cáncer de nuestra economía, la real, no la artificial, ya que la artificial, la de Astori, la del banco Mundial, la del Fondo Monetario da resultados maravillosos, pero son números irreales mirados desde adentro.
Y para ir cerrando, comentar un acto de corrupción que viene pasando y nadie dice, ni hace nada.
Cuando la reforma de la Constitución, liderada por Lacalle, Sanguinetti y Jorge Batlle (los tres cánceres políticos) nos decían que las elecciones internas de los Partidos Políticos era muy buena, agregando que: “Ahora serán los convencionales departamentales que tienen que elegir al candidato a Intendente, cada uno tiene su mente, su razonamiento y serán ellos que finalmente votarán con absoluta libertad y de acuerdo a su pensamiento”.
Sin embargo, luego que nos pensamos que teníamos un sistema bueno, en donde los convencionales, personas humildes y de trabajo, tendrán que resolver a quien votar; nos encontramos que la realidad es muy otra, ya que luego, los líderes, obligan a los convencionales a votar a tal o cual candidato, transformando al “independiente”, al “que va a elegir al candidato único de acuerdo a su razonamiento”, en un simple e innecesario títere.
Lamentablemente el cambio no llegó en materia de acomodos, corrupción y cosas mal hechas con este gobierno progresista, que nos hace pensar que realmente se trata del mismo perro, pero con diferente collar.