Dicen que los dirigentes del FA de Florida juegan al 86 a la cabeza, regodeándose por el recuerdo de las 86 familias que se quedaron en la calle, por una resolución tomada por Juan Giachetto apenas llegó a la Intendencia de Florida.
Había una fuerte sed de revancha en una coalición que nunca había gobernado Florida.
Don Juan (el malo) en sus momentos de lucidez política, recuerda con cierto pesar el haber besado y abrazado la puerta de la Intendencia, en el 2010, cuando la noche de la elección le soplaron que había “ganado” la votación, en un inconcebible error entre gente inteligente.
Se habían olvidado de contar los circuitos de Sarandí Grande, y salieron a festejar el campeonato que se llevaría otro.
Algunos dicen que detrás del vergonzoso episodio de Juan estuvo el inefable Eduardo Riviezzi, con quien sabe que bajas intenciones empujó al escarnio público al que le hacía sombra en el liderazgo del Frente Amplio de Florida.
Luego Don Juan (el malo) se fue al exilio cerca del Paso Severino, y ya no le pudo generar más sombra ni en Florida ni en Montevideo, donde se cuecen las habas.
Esa rápida y vergonzosa salida del maestro le permitiría al barbado dirigente cobrar prestigio en la “interna” frenteamplista, frente a un deslucido Giachetto, que se refugió en su forzado exilio.
Pero el bochornoso episodio de besar la puerta de la Intendencia, no fue la única mala jugada que le hizo Riviezzi al dirigente saliente, porque cuando Giachetto salió a cobrar la venganza frenteamplista con las 86 familias, el que se encargó de la sangrienta guillotina fue el incalificable verdugo Eduardo Riviezzi.
Es sabido que detrás de tan terrible resolución fue éste y no Juan el que manipuló la venganza con las 86 familias, haciendo de paso una carambola a dos bandas, de echar gente que no era de su partido y cargarle las culpas a Juan.
Quizás por esa fama de verdugo detrás del trono, lo obligue a Riviezzi a presentarse como una persona “sensible”, digna de ganar electorado, como le sucedió en enero pasado cuando le recordaron en un acto público su activismo político.
Es que cada cosa de Riviezzi, le hace a uno recordar al cuento del alacrán y la ranita.

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