Siempre repito lo que un colega una vez me dijo: diario plural no vende. Y aunque la discusión sobre el objeto y el sujeto es eterna, a veces la simpatía extrema por un partido político en un medio público al que todos bancamos con nuestros impuestos, nos provoca bastante ruido. Periodistas militantes hay en todos los países, canales de TV, radio y medios impresos. El problema surge cuando de nuestros sueldos salen los recursos que pagan el sueldo de militantes. Y en época de rasgar vestiduras por la libertad de expresión, no parece ser muy coherente apañar programas que militan para un partido y no representan a todos. Es preferible en este caso que conviertan los canales locales en transmisores de series de los 80 y eviten todo programa periodístico que empatice con unos y ofenda a otros.
Militar por la causa que uno considera justa no está mal. Lo hacen por izquierda los hermanos argentinos desde C5N o desde el canal Chavista Telesur. Pero también por derecha lo podemos ver y escuchar al peruano Jaime Bayly desde Miami.
La diferencia está en quién financia a estas personas. Bayly se banca solo y los otros ejemplos los banca el estado.
En nuestro país tenemos nuestro propio C5N o Telesur. Se llama TV Ciudad y es la agencia de publicidad de la izquierda, que bajo la directiva de la IM y Carolina Cosse emitió hasta hace poco un programa militante llamado «La letra chica».
Ricardo Piñeyrúa «el profe» y Diego González despidieron el ciclo 2021 antes de tiempo y sin mención a Dennise Legrand quien fue parte de la conducción del programa y se fue envuelta en una polémica tras denunciar a la directora de TV Ciudad, Alejandra Casablanca, por violencia laboral. Raro que ningún compañer(e) la haya defendido. Y más extraño que la feminista Cosse haya hecho mutis por el foro. Recordemos que Dennise Legrand es la coordinadora de «Nada crece a la sombra», ONG sospechada de cobrar por no hacer nada o muy poco, con fuertes irregularidades en su accionar. «Dios los cría», ellos se juntan y luego parece que no se soportan.
Por otro lado, en su extenso periplo, La letra chica invitó al diputado Eduardo Antonnini del Frente Amplio para hablar sobre Cardozo. Marcelo Estefanell para hablar de su vínculo con el MLN. Luego hablaron sobre el «liberalismo» en el mundo y opinaron sobre Javier Milei acusándolo de violento y misógino. Critican el proyecto de ley que regula el teletrabajo. Criticaron el «pase verde», al capitalismo, criticaron la LUC y para eso trajeron a un profesor de ciencias políticas de Chile. Trajeron a Emiliano Brancciardi (NTVG) y le preguntaron si «esas conquistas estaban en riesgo» (hablando del avance del país en cuanto a la separación de la iglesia y el estado, la legalización del aborto y la marihuana). Con la intención clara de provocar una respuesta apocalíptica que Brancciardi no dio.
En resumen y después de 111 programas emitidos, «La letra chica» usó su espacio para criticar al gobierno, las políticas liberales y el capitalismo. Insultar nuestra inteligencia invitando a personajes nefastos, militantes ideológicos de la izquierda más vernácula. Sin importarles en lo más mínimo que TV Ciudad no es un canal privado y se sustenta con el aporte de la comuna capitalina que a su vez nos cobra impuestos, ergo lo pagamos nosotros. Convirtiendo el canal en un comité de base, un refugio para pseudos periodistas mamarrachos, desesperados por hacer bien los mandados a una intendenta que ya demostró hace tiempo su falta de moral.
Tampoco los sueldos según consta en un pedido de informes de agosto de 2020 son escandalosos. Sin embargo el monto total ascendió para la primera temporada a 5.812.030 de pesos (unos 130.000 dólares).
Y aunque no se hizo público el monto gastado para la temporada 2021, creemos que debió ser superior.
Lo importante no es cuánto se gasta sino cómo. Si los 130.000 dólares que se gastaron el año pasado en la Letra Chica se hubieran destinado (por ejemplo) al sistema de bacheo móvil, todos estarían contentos. Serían al menos, obras que perdurarán algunos años. Invertir en propaganda política partidaria es realmente inmoral.
Ahora bien, esta nota es también una opinión. Y como tal, milita a favor de una idea o ideología y promueve la reflexión sobre otra ideología. El ser subjetivo es el estado puro de conciencia humana. No hay objeto sin sujeto y esto de algún modo no está mal. Que Ricardo Piñeyrua sea Marxista no lo hace un mal periodista tampoco. Sería imposible pedirle objetividad si al cargar con su impronta ideológica olvidara su pasado, su exilio y su militancia comunista. Lo que le pedimos, eso sí, es que si le es imposible ser objetivo, al menos que practique su periodismo militante con su propio dinero y no con los dineros públicos de la comuna capitalina.
¿Será que en 2022 volveremos a verlos en el canal de Caro-Co?