Por Roberto Martín Robles Méndez, el poeta de Peñarol.-
En las noches de bohemia y el corazón que se afina, salgo de casa empilchado derechito pa la esquina, en la primera parada Bar El Monte me ilumina, mis primeras carambolas y mi codo que se empina y las grapas con limón son ardientes como espinas, golpearé la vieja mesa de billar de esta mi esquina y canturriando en la noche comenzaré la rutina.
Tengo ganas de pisar el viejo boliche El alba y encontrarme con muchachos jugadores de El Fantasma y de allí seguir la huella y me voy para el Bage que hay campeonato de bochas y nunca les fallaré, me arranco pal Bar del Ángel de donde escucho un violín y cruzo a mandar la vuelta en el Bar El Zeppelín y si el sendero está claro entre el trago y la emoción arranco para la Senda y de allí para El Campeón.
Porque la noche esta fuerte con plata en el monedero y seguiré pa Los Trece y luego a lo de Medero y si la cosa se presta me planto y me juego entero, y me voy pal Pablo Pérez donde talla el cantinero, entre copas y barajas y las charlas sabatinas que jamás debe faltar entre verdad y mentira.
Y ya con los compañeros saldremos para los Talas a tomarle alguna al «bebe» en esas noches de gala, luego por Roldó y Pons patinado hacia la Curva, entramos en la Mascota con un gotan en la zurda y sin muchos comentarios arrancamos pal Callao donde el «lelo» y su paciencia le fían al desgollao.
Salimos pal Medio Palo con un verso de ilusión y hay conciertos de guitarras en el Bar Exposición, seguimos para el Industria que hoy hay fútbol de salón, pero en el Bar de Gualberto les dejare una canción y ya en el Bar Los Pedritos musitando algún sentir viajaremos en un tango hasta la Peña Vivir.
Luego por el Bar Alonso hasta el Sin Bombo en sus alas pediremos una vuelta parando en el Flores Palace y de allí hasta el Patio Criollo y si no falla la vista, veo al Bar Los Angelitos y en frente está el club Rentistas y volviendo en nuestro pasos Bar Robinsón nos alienta y bebemos unas colpas en el México Setenta.
Cuantos años que se fueron y los recuerdos palpitan, recorriendo aquellos bares que en la vida nos invitan, siempre cosechando amigos que no los quiero nombrar, por el temor a algún nombre al que no quiero olvidar, con un tango a flor de labios y en mi mundo de colores, siempre termino en la esquina… siempre termino en la esquina de Industria y Gral. Flores.
LOS BOLICHES DE MI BARRIO…
Por Roberto Martín Robles Méndez, el poeta de Peñarol.-
En las noches de bohemia y el corazón que se afina, salgo de casa empilchado derechito pa la esquina, en la primera parada Bar El Monte me ilumina, mis primeras carambolas y mi codo que se empina y las grapas con limón son ardientes como espinas, golpearé la vieja mesa de billar de esta mi esquina y canturriando en la noche comenzaré la rutina.
Tengo ganas de pisar el viejo boliche El alba y encontrarme con muchachos jugadores de El Fantasma y de allí seguir la huella y me voy para el Bage que hay campeonato de bochas y nunca les fallaré, me arranco pal Bar del Ángel de donde escucho un violín y cruzo a mandar la vuelta en el Bar El Zeppelín y si el sendero está claro entre el trago y la emoción arranco para la Senda y de allí para El Campeón.
Porque la noche esta fuerte con plata en el monedero y seguiré pa Los Trece y luego a lo de Medero y si la cosa se presta me planto y me juego entero, y me voy pal Pablo Pérez donde talla el cantinero, entre copas y barajas y las charlas sabatinas que jamás debe faltar entre verdad y mentira.
Y ya con los compañeros saldremos para los Talas a tomarle alguna al «bebe» en esas noches de gala, luego por Roldó y Pons patinado hacia la Curva, entramos en la Mascota con un gotan en la zurda y sin muchos comentarios arrancamos pal Callao donde el «lelo» y su paciencia le fían al desgollao.
Salimos pal Medio Palo con un verso de ilusión y hay conciertos de guitarras en el Bar Exposición, seguimos para el Industria que hoy hay fútbol de salón, pero en el Bar de Gualberto les dejare una canción y ya en el Bar Los Pedritos musitando algún sentir viajaremos en un tango hasta la Peña Vivir.
Luego por el Bar Alonso hasta el Sin Bombo en sus alas pediremos una vuelta parando en el Flores Palace y de allí hasta el Patio Criollo y si no falla la vista, veo al Bar Los Angelitos y en frente está el club Rentistas y volviendo en nuestro pasos Bar Robinsón nos alienta y bebemos unas colpas en el México Setenta.
Cuantos años que se fueron y los recuerdos palpitan, recorriendo aquellos bares que en la vida nos invitan, siempre cosechando amigos que no los quiero nombrar, por el temor a algún nombre al que no quiero olvidar, con un tango a flor de labios y en mi mundo de colores, siempre termino en la esquina… siempre termino en la esquina de Industria y Gral. Flores.