Desde que en 1978 me radiqué en la ciudad de Rivera, mucho se comentaba de lo peligroso de la frontera, que los contrabandistas, que la mafia de los cambistas, que lo que viene desde Paraguay, los trámites truchos de la Cartera 19, etc, etc.
Pero todo esto era de alguna manera ayudado o avalado por las leyes que no permiten la intervención de policías uruguayos en Brasil y a la inversa.
Por ende, cometer un delito en Uruguay para un ciudadano brasileño y escapar a la vereda de enfrente, era algo sencillo que confirmaba la impunidad.
Igualmente pasaba con uruguayos que iban a cometer todo tipo de atropellos en Brasil y volvían tranquilamente a nuestro país.
Incluso recuerdo perfectamente que me ponía absolutamente nervioso cuando en rueda de café en el ONDICOR (así llamado por las empresas pioneras de transporte de pasajeros ONDA Y CORA), cuando el “Calidad” nos servía un buen café con la atenta mirada del “Pelado”; alguno de los amigos explicaba que por 200 reales se podía contratar un sicario en Livramento para venir al Uruguay a matar a alguien.
No vale nada la vida humana, pero nunca creí que realmente esto fuera así, por lo menos dentro de mi inocencia pensé que jamás pasan esas cosas más que en las películas.
Pero pasaron los años y volví en el año 2000 en uno de los tantos reencuentros con una ciudad que la llevo en el corazón y ya metido en este semanario, me di cuenta, que aquello no era una leyenda, sino que era una realidad incontrastable.
“EL OREJA”
A pocos metros de la Avenida Presidente Viera funcionaba un almacén muy bien puesto que cuyo dueño llevaba el sobrenombre de “El Oreja”.
Un hombre de unos 40 y pico, vivo, rápido, con mucha capacidad para tratar al cliente y venderle su mercadería.
Tenía una compañera mucho más joven que él, delgada y también buena para la tarea de vender y atender con calidad a los clientes.
Se complementaban muy bien sin duda y parecía que se llevaban muy bien como pareja. Me hice cliente, ya que sus precios también acompañaban el buen trato y la atención.
Había comentarios que me habían llegado que El Oreja estaba en la droga, pero esos eran solo comentarios, ya que nadie podía asegurar semejante cosa.
Notaba que cerraba muy tarde, es decir a la media noche aún estaba abierto y con mucha juventud en el entorno.
Pero no fueron más que comentarios, me consta que la policía de Narcóticos de Rivera con el Comisario Sosa al frente habían investigado también y no encontraron motivos para actuar.
Pero una noche de verano, cuando eran las 12 y poco pasada la medianoche, como siempre El Oreja y su compañera cerraban el almacén y procedían a poner el candado en la puerta principal de su negocio cuando ambos fueron sorprendidos por dos hombres bien vestidos, sumamente tranquilos, con andar pausado que detuvieron un Chevette empadronado en Livramento, vecina ciudad de Brasil en la frontera y casi sin mediar más que una frase concluyente que decía: “Ahora si vas a pagar lo que hiciste”, para proceder a ejecutar «al Oreja» de un disparo a quemarropa en su nuca.
El disparó sonó seco y bastó solo uno para dejar al agredido tendido en la vereda de su negocio con un charco de sangre junto a su cuerpo.
La muchacha se atacó de los nervios y entró en una crisis imponente de gritos y llantos, mientras ambos sicarios, con el mismo andar pausado subieron a su chevette y se marcharon del lugar lentamente.
La muerte del Oreja creó sin duda varias hipótesis que la policía jamás pudo resolver.
La más firme dice que este hombre había estado metido en el tráfico de droga en Brasil y que cayó preso por eso, cumpliendo una condena de varios años en la cárcel de Livramento, logrando un día, escapar de la prisión al pagar a los guardias una cifra de dinero para que le dejen tres candados abiertos y que caminando y por la puerta principal del penal pudiera ganar su libertad.
De allí a tres kilómetros de Rivera y llegar a territorio uruguayo fueron pocos minutos y al ingresar a nuestro territorio ganó la impunidad de su fuga.
Se instaló con su almacén y comenzó una nueva vida, pero…habían quedado deudas a la mafia del narcotráfico de Río Grande do Sul, y la mafia no perdona cuando de deudas se trata.