Por Dr. Gastón Pesce Echeverz – Ex edil del PN/MNR (Paysandú).-

 

Dentro de poco más de un mes se habrá de cumplir el primer año de gobierno de la coalición encabezada por el Partido Nacional.

Vida

En el lapso que viene de transcurrir, más allá de la venta del avión presidencial, el abrazo de despedida Sanguinetti – Mujica y una inconcebible “vedettización” del Poder Ejecutivo detrás de la pandemia erigida como argumento monotemático central de todos los informativos, poco o nada parece haber ocurrido capaz de satisfacer la necesidad de auténticos cambios profundos que parecía reclamar la ciudadanía.

Entretanto, el gobierno parece no haberse dado cuenta que apenas llegó al poder al cabo de un difícil parto alumbrado por la conjunción de toda la oposición, donde la sola defección de Novick o el PERI hubiera sido suficiente para hacerle perder las Elecciones y para que prosiguiera el desastre anterior, sin contar al denostado Sartori, sin cuyo esfuerzo tampoco se hubiera alcanzado dicho objetivo común.

Luego, la repartija y el nepotismo de siempre, el lamentable retiro de Talvi, de tan triste como efímero papel y un aparente cambio tan solo nominal para que, como en “Il gatopardo”, todo siguiera como estaba…

Tras quince años de administración desastrosa, con pérdidas cuantiosas y cantadas responsabilidades de orden civil y penal, ¿quién ha ido preso?, ¿a quién se le ha reclamado la correspondiente responsabilidad civil?, ¿qué pasó al final con UPM y la viril defensa de la soberanía nacional?

Hace muchos años, allá por 1978 el Prof. de Derecho Constitucional I, Eduardo Esteva, luego Consejero de Estado, enseñaba que había un autor francés que sostenía que en todas las sociedades del mundo la única diferencia realmente existente era entre gobernantes y gobernados y, lo que ocurre en Uruguay hoy (como siempre) lo confirma.

Hay quienes llegan al poder –los menos- por la auténtica voluntad popular, otros –unos cuantos- por una suerte de derecho de tipo dinástico (en todos los partidos) y, una importante mayoría, adulando como grandes chupamedias a los anteriores para trepar y luego seguir haciendo pactos con el diablo, aunque implique vender a la propia madre, para seguir viviendo de los bobos, que somos todos los demás que aún creemos en principios, banderas e ideales, sobretodos y ponchos que a ellos solo sirven de carnada para pescar giles una y otra vez, siempre.

Volviendo al principio y más allá de simbolismos de una falsa fraternidad o de la sanidad del “sistema”, ¿cómo es posible que un Sanguinetti que pactó con los militares dejando fuera a Wilson –que era el futuro presidente “cantado” del Uruguay- se funda en un estrecho abrazo con un ex guerrillero que está en sus antípodas y representa el polo opuesto al que seguramente toda su feligresía sindica como a quien hay que combatir? Eso, más que un abrazo fraternal, no hace más que confirmar que todos los de arriba son en definitiva la misma cosa, que están mucho más próximos, entre ellos, de lo que sus partidarios imaginan y que, en el fondo, siempre se terminan arreglando y perdonando, cuando no haciendo negocios en común. La actitud ratificatoria del nuevo gobierno hacia UPM, así parece confirmarlo.

Y, en cuanto al avión presidencial, los de PLUNA, ANCAP, la regasificadora, etc., etc. hasta ahora no se ha verificado más que una tímida respuesta penal particularmente compasiva con relación a Sendic y absolutamente ningún intento por hacer efectivas las responsabilidades que cabe exigir a todos los funcionarios de actuación dañosa de conformidad con el art. 25 de la Constitución de la República.

Todo parece haber quedado tapado por efecto de la pandemia, que parece ser el único tema que ocupa al por demás mediático gobierno actual. Mientras, los hastiados contribuyentes seguimos esperando, tras los resultados de las auditorías e investigaciones administrativas y aún penales que sin duda corresponden, un cambio en serio, con repercusiones profundas en el campo de la moralidad administrativa que el país se merece y que el Partido Nacional le debe a toda la ciudadanía para demostrarle que hay otra forma de gobernar y hacer Política. No advertir esto condena a la coalición a perder el gobierno que transitoriamente obtuviera en los pasados comicios por tan escaso margen y terminará enterrando de cabeza el legítimo derecho de los habitantes de este país a ser gobernados soberanamente, con austeridad republicana, en el marco de la Constitución y la Ley.