De Juan Ramón Rodríguez Puppo.-

De su cuenta de Facebook.-

Un retrogusto amargo nos dejó a todos la conferencia de prensa del Presidente Lacalle anoche. Se lo notó cansado y sin embargo no perdió su compostura frente a preguntas que tampoco fueron de las más felices en el histórico de las mismas. El escenario que pintó la Conferencia fue la fatiga. Fatiga en el Presidente y también en los periodistas que preguntaron. Nadie hurgó demasiado en preguntas profundas. Es más… hasta se vio como el último notero de “La República” que tenía la chance de inquirir la «última» pregunta de la noche volvió a reiterar una pregunta anterior que el Presidente por una cuestión de decoro decidió repetir la respuesta disimulando un bostezo que hubiera sido lo más justo y ocurrente para tamaña gafe del notero despistado.

Ni Lacalle ni los periodistas se ocuparon de darle a la población de 70 a 80 años alguna expectativa de agenda para sus vacunas. A nadie le importó mencionarlo o preguntarlo.

Sin dudas no fue la noche más lúcida. Estamos haciendo la «plancha» esperando que las vacunas comiencen a hacer sus primeros efectos positivos mientras no apagamos los motores de la economía porque la gente no solo se muere de coronavirus. También se puede morir de hambre si reducimos totalmente la movilidad como quieren algunos encantadores de serpientes.

Sí… fue una noche de fatiga ayer.

Pero aun así hay cosas para rescatar. Esperábamos medidas manu militari de parte del Gobierno y en líneas generales lo que obtuvimos fue tibieza y medidas «para llenar el ojo«. Y ¿por qué?

Porque como dijo el Presidente: «Ya todo el mundo sabe lo que tiene que hacer».

Si el 100 por ciento de los trabajadores de la salud no se vacunan, si el 40 por ciento de los educadores del país no se vacunan, si el 43 por ciento de los mayores de 55 a 60 años no se agendaron para vacunarse no se le puede pedir al gobierno milagros ni ejercicio coercitivo en sustitución de la desidia humana.

El mensaje tibio y con fatiga de ayer fue casi una reacción «espejo» de la institucionalidad con un pueblo «que se pisa las bolas» (perdón señora).

Una sociedad cargada de indolentes, rebeldes sin causa y todólogos sin título. Cualquier zapallo lee una Selección de Reader´s Digest y dos revistas de Conspiraciones y Misterios y ya se siente Steven Hawking dando cátedra de terraplanismo y cuestionando a personas que pasaron 40 años quemándose las pestañas estudiando y experimentando en el mundo de las ciencias.

Y se llenó de esos experimentos Dunning-Krugger vivientes que desafían todo lo que venga desde el Estado o desde la Academia. Ellos saben más.

¿Y después le queremos pedir al gobierno que haga lo que tenemos que hacer nosotros en nuestra conducta diaria?

Si los educadores dan ese ejemplo de desinterés ¿qué podemos pedirle a los pibes que son sus educados? ¿Que se cuiden?

Ayer el Presidente tomó 4 o 5 medidas para «llenar el ojo» y sin caer en acusaciones demasiado ostensibles insinuaron una y otra vez:

«Nos faltan brazos» 

Fue elegante. Pudo haber dicho «Nos faltan cerebros». 

No fue su noche más feliz y yo también me quedé con «gusto a poco» pero hay que estar en su lugar hoy por hoy. Si mete palo lo denuncian por los derechos humanos si no mete es un tibio. Si desactiva la economía es un hambreador y si la activa es insensible con la salud. Cansa esa lógica de «pardaflorismo» uruguayo.

Hay fatiga… claro que la hay. Hasta se le nota a Lacalle. Pudo y debió haber dado más ayer. Pero tiene razón.

No lo dijo así, pero el mensaje de ayer fue «Maduremos«.

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