Por Juan Carlos Feria.-
Nací en la Ciudad de Florida ciudad que pertenece al Uruguay. Crecí en los pagos de puntas del arroyó Linderos donde hice los 6 años de primaria en mi querida y siempre recordada escuela N. 9 de La Cruz. .
Me crie donde la familia era el comienzo de todo. No había dramas porque las situaciones se cortaban de raíz… borrón y cuenta nueva.
Si te portabas mal te daban un chirlo en la cola y/o tirón de orejas (o ambos, de acuerdo a la travesura… Los niños no discutían con sus padres, los padres eran la ley. Los primos eran tus hermanos y los compañeros de escuela tus primos y vecinos, los maestros eran modelos; Y ¡ay del que les faltara el respeto!
Me enseñaron a saludar, a despedirme, a decir gracias, a pedir permiso y el lenguaje de los ojos era señal de que algo te ocurriría por meter la cuchara.
Salíamos a jugar a la calle todos; toda una aventura, nos subíamos a los árboles, jugábamos a la escondida, al papá y la mamá, saltábamos la cuerda, rayuela, manchado, fútbol, bolitas, figuritas, íbamos a explorar, a la placita, o al campito. Podíamos caminar o andar a caballo (siempre recuerdo mi petiso leal y noble) de arriba abajo e íbamos a casa de un amigo siempre.
Comíamos lo que nuestras madres cocinaban, ¡PUNTO! Comimos pan con queso, manteca, dulce, café con leche, huevo, frutas, tortas fritas, dulce de leche. Mate de leche, mazamorra y gofio.
Se nos enseñó el respeto y la humildad por los demás y por la propiedad ajena.
Como niño, no se hablaba si un adulto estaba hablando. Si alguien tuvo una pelea, fue una pelea de minutos, enseguida nos amigábamos, Los niños no teníamos armas, y lo que si había eran las pelotitas de paraíso, jugué con bolitas, autitos, muñecas, eso no nos definía el sexo, éramos todos iguales, no sabíamos del bulling ni discriminación, éramos doctores, maestros, comerciantes ¡Cómo nos divertíamos!
Cuando llegaba la tardecita sabíamos que era hora de entrar. Nos encantó ir a la escuela porque teníamos amor, cariño y respeto por los maestros y teníamos la dicha de ver a nuestros amigos.
Miramos a nuestro alrededor, de la boca de nuestros ancianos escuchábamos historias y consejos porque sabíamos que si le faltábamos el respeto a algún adulto nos daría un rezongo fuerte, una penitencia o una palmada.
Qué lindo bañarse en el aguacero y en las corrientes de agua que se forman en alguna cuneta del campo, o meter los pies en los charcos, eso era diversión y adrenalina pura.
Nos encantaba sentarnos en las esquinas a reírnos de nuestras travesuras.
Nos metíamos a la casa de nuestros vecinos y la mamá nos daba comida a todos, tiempos en que lo que hubiera, se compartía y ajustaba para todos, nadie tomaba nada sin permiso, no se hacía tanto desorden porque siempre nos ponían a ordenar. Conocíamos a todos los vecinos de la zona y todos nos echaban el ojo.
Como quisiera que pudiéramos volver a esos tiempos, porque estamos perdiendo a nuestros niños en una sociedad sin respeto a la autoridad, la compasión y al compartir.
La humildad y sensibilidad por los demás.