En el libro «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado» de Friedrich Engels de 1884 se puede leer:
«[…] las hordas se constituyen casi de un modo natural donde reinan la promiscuidad o la poligamia… Para que se produzca la horda se precisa que los lazos familiares se hayan relajado y que el individuo haya recobrado su libertad. Por eso tan rara vez observamos entre las aves bandadas organizadas… En cambio, entre los mamíferos es donde encontramos sociedades más o menos organizadas precisamente porque en este caso el individuo no es absorbido por la familia…«
Cabe acotar que Engels desarrolla su análisis del estudio de Lewis H. Morgan. Quien pasó muchos años entre tribus indígenas americanas donde no existían lazos parentales definidos. Madre y padre estaban definidos, pero hijos y hermanos se compartían entre todos los miembros de segundo orden de la tribu. Si bien había títulos familiares, todos eran tíos y todos eran hijos y todos eran padres y hermanos.
Este grado de parentesco laxo promovía la promiscuidad dentro del clan o tribu. Y es a esta «libertad» a la cual Engels le atribuye el éxito de la organización social moderna. Cuanto más funcional la familia nuclear, el hombre se vuelve más aislado y reprimido. No puede entonces crecer dentro de un grupo de orden más amplio.
Incluso el sociólogo socialista Alvin Toffler había escrito en su obra maestra la tercera Ola:
“[…]La familia nuclear, la clásica y socialmente aprobada forma familiar a todo lo largo del período de la segunda ola, se halla, evidentemente, en crisis.[…]”Las naciones tecnológicamente avanzadas están actualmente llenas de una sorprendente variedad de formas familiares: matrimonios homosexuales, comunas, grupos de personas de edad que se reúnen para compartir gastos (y, a veces, experiencias sexuales), agrupaciones tribales entre ciertas minorías étnicas y muchas otras formas coexisten como nunca se había visto hasta ahora. Hay matrimonios contractuales, matrimonios seriales, agrupaciones familiares y una diversidad de redes íntimas, con sexo compartido o sin él, así como familias en las que el padre y la madre viven y trabajan en dos ciudades diferentes.
Y estas formas familiares apenas dan idea de la variedad, más rica aún, que burbujea bajo la superficie. Cuando tres psiquiatras – Kellam, Ensminger y Turner- intentaron catalogar las «variedades de familias» existentes en un barrio negro pobre de Chicago, identificaron «no menos de 86 combinaciones diferentes de adultos«, incluyendo numerosas formas de familias «madre-abuela«, familias «madre-tía«, familias «madre-padrastro» y familias «madre-otro«.
Esto nos demuestra en qué estado está la situación y cómo la política desde el invento del Manifiesto Comunista ha calado hondo en la transformación social moderna.
No es un hecho aislado en América o sólo reconocido en ciudades pobres de EEUU. La destrucción del valor de la familia no es un hecho aislado de la izquierda pero no así su defensa. Quienes intentaron la revolución desde las ideas o la lucha armada, sabían que la familia nuclear era incompatible con sus objetivos de vida. Y es por eso que intentaron su destrucción de formación sistemática.
Y añade Marx: «La familia moderna contiene en germen, no sólo la esclavitud
(servitus), sino también la servidumbre, y desde el comienzo mismo guarda relación con las cargas en la agricultura. Encierra, in miniature, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado».
Es por esta forma de ver a la familia que el marxismo la aborrece. En vez de buscar la igualdad de obligaciones y derechos, Marx prefiere la disolución del núcleo familiar (mamá, papá e hijos). Y con esta disolución busca la reagrupación en sistemas más amplios y homogéneos. Curiosamente similares a las organizaciones sindicales, los grupos de trabajo en fábricas y la poliecomía donde los grupos familiares comparten hijos, dinero y en algunos casos sexo.
Cuando al actual Senador «Pepe» Mujica se le dijo en radio Sarandí por parte de Gabriel Pereira «hubieron errores históricos, la importancia que la familia tiene para atemperar la violencia en la sociedad, la familia es una cosa que la izquierda siempre ha despreciado y se la ha cedido a los sectores conservadores y religiosos, porque optar entre la familia y la revolución… ¡no! Me voy a hacer la revolución. A mi familia la puedo dejar». A lo cual Mujica contestó: «la familia es una organización natural impuesta por la historia. […] que a veces tengamos conflictos y desviaciones eso es otra historia».
En general, en el audio del programa de Sarandí del 20 de enero pasado en más de 30 minutos de charla, fiel a su estilo, no contestó casi ninguna pregunta. Y esta del final menos.
¿Ahora se entiende por qué la agenda de derechos es tan importante? La izquierda la necesita para cumplir con su plan centenario, escrito por los padres fundadores del comunismo. Saque usted sus conclusiones.