Por cosas de la vida desde el inicio de la crisis y especialmente desde que se decretó el estado de alarma en España, tuvimos la certeza de que estábamos viviendo un hecho extraordinario. Así que nos propusimos documentar este momento que cambiaría nuestras vidas.
Tras dos meses observando lo que pasa en el país, por cosas de la vida hemos visto que si algo está haciendo esta pandemia es hacernos pensar en colectivo y no solo como individuos. Hemos visto a médicos desbordados que, sin tener claro cuánto cobrarán a final de mes o hasta cuando van a llevar este ritmo, siguen trabajando turnos de 12 horas sin parar; vemos a pacientes despidiéndose de sus familiares por videoconferencia; amigos que han perdido a sus padres y que por cosas de la vida a quienes no hemos podido abrazar; residencias en las que han muerto más de la mitad de los ancianos y se ha contagiado todo el personal que les cuidaba; la escasez de material, y la descoordinación entre gobierno y comunidades. Pero también hemos sido testimonios de una ciudadanía que ha trabajado de manera incansable, que ha ayudado a quien lo necesitaba, vecinos más unidos que nunca. Y, claro, mucha vida en los balcones.

Mariano tiene 91 años y vive solo desde que su mujer y su hija fallecieron hace 14 años. Pilar, trabajadora del servicio de ayuda a domicilio de la Comarca Campo de Cariñena, le visita a diario para ayudarle en las tareas de limpieza de la casa y aseo personal. Es el mejor momento del día, dice Mariano, quien se deshace en halagos hacia su cuidadora. Pilar cuenta que Mariano es muy buen cocinero. Él cuenta que aprendió a cocinar cuando iba a trabajar a Francia a la vendimia; siempre fue jornalero del campo. Los dos charlan animadamente mientras, en la televisión, la portavoz del gobierno, informa sobre la crisis sanitaria. Mariano no ha salido a la calle desde que se decretó el estado de alarma y echa de menos leer sus novelas del oeste al sol, en la puerta de casa. La visita diaria de Pilar y las llamadas constantes de su nieta, quien vive en Madrid, son su contacto con el mundo exterior en estos tiempos difíciles.

José, de 84 años, por cosas de la vida arrastra una fractura de cadera desde hace aproximadamente un mes. Mañana tenía cita para ir al Hospital en Sevilla y revisar el estado de su cadera maltrecha, pero hace ya un par de semanas que le avisaron desde el hospital que esa cita se pospone sin fecha hasta nuevo aviso. Casi todas las consultas médicas del país se han cancelado por la emergencia sanitaria. Al aislamiento provocado por el coronavirus se une además la incertidumbre de la evolución de su fractura. Por cosas de la vida hay días que el dolor es fuerte y José pide un paracetamol para calmar el malestar y apenas puede dar un par de pasos seguidos. Sus hijos dudan qué hacer: ¿Aguantamos como sea aunque pierda la movilidad o lo llevamos al hospital y le exponemos a un contagio de la COVID-19? No hay certezas de cuál será la mejor elección, pero sus hijos eligen aguantar sin ir al hospital.

Y cómo estas historias hay miles y miles en el mundo. Sin dudas que esta pandemia la recordaremos mientras vivamos.
Cada día nos enteramos y lamentamos por la muerte de alguna persona, por cosas de la vida muchas veces conocidas que nos llena de dolor.
Jamás pensé vivir lo que estamos viviendo. Esto lo veía en películas pero en ningún momento creí poder vivirlo. Pido a Dios que pase rápido porque es muy preocupante y triste vivir de la forma en la que estamos viviendo, igualmente entiendo que todo esto es parte de las cosas de la vida.

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