En primer lugar, precisamente porque las considera suyas. No de la gente, no de los habitantes del lugar, no de sus pobladores ni de quienes las fundaron, las sostuvieron y aún sostienen con sus impuestos, sus tributos y su esfuerzo –independientemente de su color político- sino “suyas”.

Del Frente y sus “columnas de poder”. Las Intendencias se han convertido en coto de caza privado del Frente Amplio y sus aliados sindicales, cuevas de Alí Babá para sus más de cuarenta mil fracasados políticos, ONGs y “artistas” amigos, refugio para los defensores de cuanta desviada ideología circula y fuente de ingreso para miles y miles de militontos, que en cualquier otro lado fracasarían hasta como cadetes de imprenta, como bien demuestra el currículum del actual Nº1 de la IMM; un coto donde se persigue impunemente a quienes no comparten el amor por apropiarse del esfuerzo ajeno, ni por igualarse en la miseria como enseña la doctrina de la izquierda y donde la única meritocracia que cuenta es la de cuán incrustado uno se encuentre en la estructura del comité de base de ladrillo, o en el aparato sindical que lo gobierna.

Un aparato de recaudar para enriquecer a los compañeros a la vez que inocular su venenosa doctrina en la sociedad. De la mano del FA “sus” Intendencias se han convertido en una lata en la que poder meter mano sin que –nada tiene por qué ser distinto que con los gobiernos nacionales de Vázquez y Mujica- a nadie se le corte ni una uña porque todos los “aliados” miran para otro lado, ya que de esas mismas manos depende su fuente de espurios ingresos. Si ésta sola razón no bastara –el hecho de haberse convertido en un aparato expoliador de la población en manos del partido comunista y el MPP- la verdadera extorsión a la que las administraciones municipales de los últimos treinta años vienen sometiendo a la población ponen en la balanza una pesa que dobla cada vez más la espalda de los contribuyentes: tasas, tributos e impuestos carísimos a cambio de servicios impresentables, calles inundadas de basura y asentamientos sobre aguas servidas que vuelta a vuelta deben limpiar los militares que ellos odian y pavimentos de más de sesenta años que –a no olvidar- se abren debajo de los autos un día sí y otro también.

En esa ciudad que se desploma la Cooperativa 31 de enero –tupamara hasta la médula ella- guincha hasta los autos cuyo paso bloquea y los multa por usar el celular para filmar sus atropellos tan solo con el fin de recaudar – ¿o aquí también hay que usar la palabra “expropiar” que a ellos les gusta?- mientras que a los “zorros grises” se los ve más en los días previos al día del niño o las fiestas tradicionales porque es cuando salen a “hacer la temporada” a expensas de los multados, previamente castigados todo el año por cámaras escondidas que imponen multas usureras por límites de velocidad ridículos, a la vez que para favorecer el caos vehicular a nadie se le enseña lo elemental: se maneja por la derecha y se adelanta por la izquierda. Presupuestos incontrolados para la “Igualdad de Género”, la cultura compañera del Teatro y Carnaval, los autopercibidos como Afrodescendientes y tantos fracasados proyectos más que subsidiamos todos sin que a nadie le preocupe si llegamos o no a fin de mes; o mejor dicho, intentando que no lleguemos para terminar comiendo de la mano de ellos es el modo de “redistribuir” hacia el “bolsillo compañero”, complementado con oscuros contratos y “sueldos espejo” de los que todos saben y nadie se atreve a denunciar. Todo esto y mucho más que hoy sucede, en cualquier lugar del mundo habitado por gente inteligente, sería causa determinante para operarse de este cáncer que corroe la sociedad, su buen funcionamiento y hasta la salud de sus ciudadanos. Y eso antes de que al reyezuelo de turno se le ocurriera hacer obligatorio el “lenguaje inclusivo” en la comunicación oficial de la IMM.

Pero como el uruguayo –y el montevideano en particular- es el único animal que tropieza no dos sino infinidad de veces con la misma piedra, no está de más agregar razones: el Frente Amplio le ha perdido respeto a la ciudadanía.

No sólo porque vive a costillas de ella, sino porque se mofa de ella cuando ni siquiera le ha ofrecido alguien digno para gobernar con suficiencia su más importante bastión. Se ha permitido entronizar una heladera, un estresado y desmemoriado inventor de respiradores, antes de ello un científico al que luego echaron de su cargo en el Instituto Pasteur y por último a un fracasado cadete de imprenta transvestido adicto al porro. Si eso no es una sutil manera de insultar a votantes y ciudadanos que alguien me explique qué es.

Montevideo es la mitad del país. A todas luces hoy la mitad peor. La que menos contribuye y más demanda de lo que genera el país todo. Es tiempo de cambiar las cosas y volver a alinear cabeza y cuerpo para hacer del Uruguay un todo integrado, coherente y verdaderamente productivo. Y para eso es necesario decidirnos a no padecer más la enfermedad del almohadón de plumas, que nos chupa por la nuca toda la sangre vital de nuestro esfuerzo.

No me gusta el feminismo ni las actitudes zurdópatas de la candidata multicolor. No acompaño muchas de las ideas que están de más en su cabeza -las que tienen que ver con la ideología de género, con el falso altruismo de la izquierda, con la mano blanda a los que se hicieron los duros durante lustros ni con muchas otras cosas- me molesta terriblemente vernos condenados a oponer a una única candidata a los tres chiflados del Frente por hacer caso al capricho de Talvi, pero más me indigna la idea de que por causa de la falta de neuronas que provoca el clientelismo sigamos condenados a padecer las consecuencias de ser gobernados -aunque sólo sea en la capital- por una verdadera asociación para delinquir.

El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente, decía Lord John Acton ya en 1887. En 2019 cambiar el gobierno nacional era necesario. En 2020 sacar al Frente de “sus” Intendencias es necesario absolutamente.

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