Por Ignacio Sallaberry.-

Para el manejo de situaciones complejas, más cuando son aplicables a una sociedad, lo mejor, lo más plausible, lo menos peligroso, sería la coherencia.
Aplicada la coherencia a las elecciones, y de acuerdo a encuestas, que desde ya pongo en duda, pareciera que el actual presidente, pese a la crisis económica existente, a los casos, Astesiano, Lafluf y tantos otros, mantiene un alto porcentaje de aprobación, tanto que, si él se candidateara, ganaría hasta quizás, en primera vuelta.
¿Qué es lo extraño de este caso?
Lo extraño es que, si la gente aprueba el mandato de un presidente, es de suponer, que vote al candidato que representa a ese partido. Porque, en una democracia, en un gobierno, el papel fundamental no es sólo el de una persona en todo un gobierno. ¿Qué de distinto haría Delgado que no ha hecho Lacalle? O al revés ¿Qué cosas cree la gente que este presidente ha hecho distinto y que no haría nadie de su partido? ¿Andar en moto? ¿Discutir con el Frente? ¿Surfear? En materia empresarial, no ha sido este gobierno muy distinto a los que venían dirigiendo al país, quiero decir, si la gente apoya a este presidente, no hay por qué pensar que otra persona de su mismo partido haría algo distinto, más si tomamos en cuenta que en los últimos treinta años, un poco más allá, un poco más acá, nuestro país se ha mantenido dentro de los mismos parámetros.
La conclusión de acuerdo a lo que va a pasar, según encuestas (todas pagas), es que, el candidato de un presidente que ronda el 50 por ciento de aprobación, apenas obtendría un 20 y poco por ciento de votantes. ¿Qué votamos entonces? ¿Personas sobre propuestas? ¿En serio consideramos que en un aparato tan grande como un estado, una sola persona tiene tanta injerencia?
Por eso es que en nuestro país, los partidos políticos fluctúan tanto, porque el partido colorado es Sanguinetti y Batlle, el blanco es Lacalle (de un largo tiempo a esta parte), el frente Tabaré y Mújica. Y ante la ausencia de ellos, los partidos, que evidentemente no tienen consistencia, ni historia, ni nada, desaparecen o brillan ante la presencia de una sola persona.
Por eso la gente piensa que Lacalle es bueno, pero Delgado no haría lo mismo, por eso ante el fallecimiento de Tabaré y la cada vez mayor ausencia de Mújica, el Frente Amplio no logra afirmarse ante un gobierno que ha dejado muchos puntos flojos para criticar. Y por eso, recién en esta elección el partido colorado parece revivir, NO POR LOS VALORES DEL PARTIDO, sino por la propaganda de un joven político que dice ser «muy de Capricornio».

Conclusión, votamos personas que usan partidos, votamos lo que se le ocurra a una persona y no la coherencia que puede dar el lineamiento de un partido. Votamos momentos, caras, físicos, no estructura social, no planificación, no coherencia… y así estamos.

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