Hay gente que nace con una estrella y hay otros que nacen estrellados.
Un viejísimo dicho que me repetía mi abuelo y que quería explicar por qué algunos tienen buen trabajo y otros no consiguen ni una changa.
En este caso vamos a informar lo que pasó el 4 de noviembre de este año, hace pocos días, cuando el Congreso de Intendentes al ver las necesidades administrativas que tenía, resolvió contratar cuatro escribanos para certificaciones del SUCIVE.
Pero no todos los escribanos públicos tuvieron chance de participar en la posibilidad de ser contratados, el sistema político es un mundo aparte, y todos los partidos oposición y oficialismo no discuten en el momento de acomodar a sus correligionarios sin importarles las necesidades de miles de profesionales que buscan trabajo.
Entonces lo que hacen es primero repartir los cargos entre los partidos y después cada partido les propone un nombre.
No sabemos si en esta oportunidad fue así, creemos que sí, pero si sabemos que uno de los felizmente elegidos es el hijo escribano de la Senadora Graciela Bianchi, el señor Bruno Lombardo Bianchi, que ahora cobrará 50 mil pesitos por mes por su trabajo profesional.
¿Alguien puede no presumir que su madre no tuvo nada que ver en la elección?
Se pasan por las pelotas a todos los escribanos que estudiaron duramente y que no son tenidos en cuenta en un concurso por lo menos, lo importante es repartirse los cargos públicos entre sus hijos, sobrinos, correligionarios, etc.
Siguen eligiendo entre cuatro paredes a quienes serán contratados por el Estado, con el dinero de los contribuyentes.
Total, es Juan Pueblo el que paga.
¿Algún día los uruguayos nos vamos a avivar?
¿Vamos a permitir que se siga manejando todo con fines políticos y familiares?
El “nene” de la Senadora Bianchi en seis meses va a embolsar 300.000 pesos gracias al Partido Nacional y sin duda a la influencia de su madre. La misma que se hace la honesta denunciando a sus ex compañeros del Frente Amplio.
Mientras estos acomodos inmundos siguen, hay 200.000 jóvenes uruguayos que siguen dejando currículos por todos lados con la esperanza que los llamen.
¡Qué inmundicia!
