Estuvimos después de mucho tiempo recorriendo la ciudad de Rivera y la ciudad de Livramento en la frontera norte de nuestro país.

Lamentablemente vimos a un Rivera prácticamente desconocido, en una situación realmente de emergencia, pero no la sanitaria, sino que vimos la emergencia social y económica que está viviendo el Departamento fronterizo.

En primer lugar, tomamos contacto con cantidad de comerciantes uruguayos que repetidamente nos explicaban la dificilísima situación que están enfrentando, debiendo enviar en primera etapa a muchos empleados al seguro de desempleo, reconociendo que esta fue la medida de ayuda más importante que el gobierno central uruguayo les ha podido otorgar a las empresas.

Vida

Pero lamentablemente es totalmente insuficiente, ya que una vez que culminan los periodos de subsidio por desempleo, las empresas o los comercios no están en condiciones de absorber el presupuesto y deben cerrar sus puertas en muchas oportunidades.

Otros que se niegan terminantemente a cerrar sus comercios en una actitud totalmente comprensible, por cierto, ya que es su única fuente de trabajo y de entradas, incluso muchas empresas que tienen muchísimos años de trayectoria, lo que hacen es utilizar el crédito que puedan disponer.

Y es así que terminan aún peor que cerrando sus comercios, ya que generan deudas muchas veces con intereses muy altos que los va endeudando de tal manera que les impide seguir funcionando.

Y allí pasan a estar en una situación caótica, ya que no solo pierden sus empleos los empleados, sino que también las empresas cierran y en una situación de endeudamiento que les impide retomar muchas veces otras actividades.

En Livramento, los precios de los productos de los supermercados y en especial los de la canasta familiar, son sensiblemente más baratos que los del lado uruguayo y esto hace que los riverenses se hayan volcado masivamente en busca de esos precios que les abarata sensiblemente el presupuesto alimenticio familiar.

Lamentablemente, muchos han bajado sus brazos y otros están muy cerca de hacer lo mismo.

Los free-shops están trabajando en porcentajes absolutamente mínimos, podríamos decir que las ventas cayeron a un 30% de aquellas épocas de oro en que los brasileros llegaban en malón a la frontera en busca de los precios muy accesibles que los free shops ofrecían.

Sin embargo, hemos visto con sorpresa que las distintas gremiales que nuclean a las empresas y los comercios del Departamento no hacen un reclamo de mejores propuestas de ayuda por parte del Gobierno.

Es como si estuvieran muriendo con los ojos abiertos.