HISTORIAS VERDADERAS….
Era un domingo de mañana, me acuerdo que hacía mucho calor, era pleno verano y sonó el timbre de casa, normalmente por razones de seguridad y de protección a la familia especialmente, no atiendo a nadie en casa, tiene que ser alguien muy conocido y de mucha confianza, Mirtha atendió por el portero eléctrico y una persona llamada Roberto decía que tenía urgencia en hablar conmigo, no sé por qué pero Mirtha siempre capta mucho más que yo, tiene ese sexto sentido que tienen las mujeres y me dijo “creo que es un hombre que está desesperado”.
Entonces salí, nosotros gracias a Dios vivimos en el Barrio Carrasco, tenemos un jardín de aproximadamente 15 metros entre la puerta de entrada y las rejas con el portón eléctrico. Fuí caminando lentamente observando además los costados y otros lugares, por si veía algún auto estacionado, porque lamentablemente así ha tenido que ser mi vida durante estos últimos 25 años, con muchas precauciones y aprendiendo sobre todo de quienes saben cuáles son las precauciones que hay que tomar para que no ocurra nada extraño.
Me acerqué a este hombre de aproximadamente unos 40 años, totalmente calvo y bien vestido, quien me dijo “quiero hablar con usted Bonica, perdone que haya venido a su casa y sobre todo un domingo, pero es urgente, yo quiero hacer una denuncia muy grave”.
Entonces le pregunté, como le pregunto a todo el mundo de qué se trata y me dice “yo vengo a denunciar al Comisario y los Detectives de la Seccional 14 de Policía”, que queda relativamente cerca de casa y es la Seccional que corresponde a nosotros, en Av. Italia, a escasos metros del Parque Rivera.
Esas cosas que uno resuelve en su momento, lo hice pasar, nos ubicamos en un lugar apartado que tengo de casa, porque no quiero involucrar ni a Mirtha, ni a mi hijo. Le serví un vaso de coca-cola y me dijo que quería denunciarlos por corrupción. Lo corté, que es una estrategia que normalmente utilizo y le dije “no, no me cuente nada, vamos a grabar la entrevista y yo le voy a ir preguntando a usted de acuerdo a lo que se me ocurra en el momento, que me imagino es lo que se le iría ocurriendo a un lector del semanario”. Aceptó e inmediatamente prendí el grabador, le pregunté el nombre, me dijo su nombre completo y a su vez, al mismo tiempo, cosa que no lo hace todo el mundo, sacó de su bolsillo trasero del pantalón la cédula de identidad y la puso sobre la mesa.
Le pregunté cuál era la denuncia que quería hacer y me sorprendió él a mí, porque me dijo “antes quiero decirle cuál es mi profesión y a qué me dedico”.
Sinceramente no me parecía trascendente conocer su profesión y a qué se dedicaba, ni nunca le pregunté a nadie, pero como les dije me sorprendió y le pedí que me dijera si él así lo quería.
La sorpresa fue muy grande cuando me dijo “yo soy ladrón”.
En ese momento se me pasaron por la cabeza mil cosas, yo pensaba “lo metí adentro de mi casa, me equivoqué con este hombre”, pero él enseguida me dice “le voy a explicar, yo sé que no hay explicación para que alguien robe, mi padre tenía un comercio muy importante en 8 de octubre y comercio, una joyería, mi padre era joyero y fue un comerciante próspero y yo trabajaba con él y aprendí el oficio de joyería con él, sobre todo yo me dediqué mucho a los relojes finos, costosos y de distintas marcas importantes, importadas por supuesto. A mi padre le empezó a ir mal, se deprimió mucho y falleció. Yo seguí adelante con el negocio, pero la verdad que me empezó a ir muy mal y el golpe mortal fue que dos empleados me hicieron un juicio laboral y lo perdí, era un mundo de dinero que les tenía que pagar, a lo que resolví cerrar el negocio muy enojado, enojado con el Gobierno, enojado con los impuestos, enojado con los alquileres, con las tarifas impresionantes que hay que pagar, los aportes, en fin, enojado con el altísimo costo que significaba para mí mantener ese comercio que mi padre hace 60 años había fundado y había criado a todos sus hijos con él. Tan enojado estaba que me hice ladrón, tenía otra especialidad, que lo hacía como deporte, un deporte poco conocido, el escalamiento”.
Entonces lo que hizo él, fue unir sus dos especialidades, saber escalar y el conocimiento de los relojes, él robaba a personas que tenía relojes valiosos y de marcas muy prestigiosas, ponía un aviso en aquel momento en el “Gallito” Luis, que compraba relojes Rolex de oro y aparecía la gente que lo quería vender, entonces se ofrecía para ir a la casa a cotizarlo, a decirles cuánto les podían pagar por el reloj. La gente confiada lo dejaba entrar a su apartamento y allí él cotizaba el reloj, ya sabía que era bueno, qué costo tenía y lo cotizaba muy, muy bajo, para que le digan que no, ustedes se imaginarán el final del cuento…
Al poco tiempo él les robaba el reloj a ese matrimonio que lo tenían en su casa y utilizaba el modo de escalamiento porqué el subía trepando hasta un piso 10, 11 o 12 sin el más mínimo problema, como si fuera el hombre araña y ésa era su especialidad.
Después el reloj lo vendía en la Argentina, donde tenía un costo altísimo en aquellos tiempos.
Después de explicarme cuál era su profesión y yo estar un poco más aterrado, me empezó a hacer la denuncia que venía a hacer.
Resulta que él aseguraba que pagaba a la policía para que no lo molesten cuando iba a robar y él incluso avisaba a la policía cuando iba a robar, ¿para qué?
Para que le despejen el lugar y para tener la seguridad de que si algún vecino lo veía trepar o algo y lo denunciaba se asegura la oportunidad de no tener a la policía en tiempo rápido para poder robar y escapar o escapar sin robar y así actuaba, hasta me dijo que le cobraban mil dólares por robo, o sea la policía, la que nos tenía que cuidar a nosotros, les cobraban mil dólares por robo y ¿qué es lo que pasó al final si el negocio funcionaba bien?
Lo que pasó al final fue que no le pagó este señor Roberto, en una o dos oportunidades dice él que porque no tenía dinero, todavía no había podido, todavía no había comercializado los relojes en la Argentina y los detectives de la seccional 14, por supuesto que coordinados con el Comisario que estaba todo en esto según él, había resuelto detenerlo, meterlo en un calabazo en la Seccional 14 y exigirle el pago de lo pactado.
Yo les aseguro que no podía creer lo que estaba pasando y lo que me estaban diciendo, si bien siempre me ocupé y sé perfectamente bien que la corrupción policial existe, si bien en un menor grado, hace un daño tremendo a la función del Ministerio del Interior y a la protección de todos los uruguayos, pero yo no podía creer que haya Comisarios y haya Detectives que estén metidos en esa joda semejante, donde te pueden encubrir un robo y proteger del robo y recibir una cifra de dinero importante por el encubrimiento de ese robo.
Pero después me dio todos los detalles, de que estaba en el calabozo y le pidieron US$ 10 mil dólares para dejarlo ir, por supuesto que no habían dado cuenta al Juez ni nada y él consiguió que la señora le juntara US$ 5 mil dólares que fueron entregados para que él salga del calabozo, comprometido a que en 48 horas entregarle el dinero que faltaba, los otros US$ 5 mil dólares más y este Roberto salió de la Comisaría y en lugar de ir a buscar los US$ 5 mil dólares me eligió a mí, al semanario El Bocón para protegerse, venir a denunciar, dar la cara y de esta manera tener una protección, inclusive de su propia vida, porque si aparecía muerto ya se sabía toda la historia y un periodista conocía toda la historia.
Yo terminé de grabar la historia misma, no sabía qué hacer y él me dijo “¿le puedo dar más pruebas?”
Y yo se las pedí, las pruebas fueron increíbles, él se alojaba en un hotel en Carrasco, en pleno centro de Carrasco, a 20 mts de la calle Arocena por Schroeder, donde pagaba US$ 100 dólares por día, allí fui al hotel con él y llamó a la Comisaría y les dijo que vinieran a buscar el dinero que faltaba.
Yo pude hasta grabar esa conversación, a la media hora una camioneta policial de la Seccional 14 estacionaba frente al hotel, yo estaba escondido en el lobby y bajó un policía uniformado y Roberto le entregó un sobre donde en lugar de US$ 5 mil dólares había como vemos en las películas, papel cortado.
El policía agarró el sobre, se subió a la camioneta de la seccional y se retiró.
Inmediatamente desde la habitación de Roberto llamó a la Comisaría y les dijo que no iba la plata y que un periodista había filmado la transacción.
Al día siguiente no había publicado yo aún la entrevista, cuando tocaron timbre a mi casa 3 personas que eran los Detectives de la Seccional 14, salí a hablar con ellos, me explicaron que la situación no estaba bien contada, pero que no tenían argumento ninguno como para hacerme ver que era mentira lo que decía este Sr. Roberto de profesión ladrón. Me hablaron de su familia, que tenía hjios, me dieron la mano y se retiraron.
Al jueves siguiente salió en el semanario El Bocón la historia de Roberto y para sorpresa mía nunca, en ningún momento fue sancionado ni el Comisario, ni los Detectives de esa historia que aseguro, fue absolutamente real.