Creo que todos los uruguayos, cualquiera sea la edad que pueda tener y sin importar tampoco la condición socioeconómica que ostente una persona, conocen y han sido clientes de un almacén de barrio.

Hace muchos años atrás el almacén de barrio se transformó en una necesidad absoluta para quienes vivían en lugares cercanos.

Siempre se hablaba que el “Gallego” del almacén era muy trabajador, que tenía abierto su comercio todos los días y a veces eran las 11 o 12 de la noche y aún seguía atendiendo al vecino que venía a última hora a hacer alguna compra necesaria para su casa.

Otras veces también el almacén aunque estaba cerrado, igualmente los dueños vivían en los fondos del local. Y si estaba cerrado igual le golpeábamos y nos abría por la reja o la ventana, nos daba el artículo que necesitábamos y nos cobraba al día siguiente, cuando estaba abierto. Allí en los almacenes fue donde se originó la muy popular y conocida “libreta”. No era otra cosa que el fiado, que algunos se iban ganando con el tiempo, por la confianza que generaban en sus compras y otros venían y a cara descubierta le pedían al “Gallego” que le abra una libreta.

Normalmente se cobraba por quincena, o por mes en aquellos tiempos y era muy común escuchar a algún vecino que le decía al almacenero “mire que el miércoles cobro”, lo que significaba que le vaya haciendo la cuenta, es decir la suma de todas las compras que había hecho en esa quincena.

Era un crédito que nos otorgaban de boca y mano a mano, que a muchos les servía porque de esta manera organizaban sus finanzas y cuando en las casas de cada uno de nosotros anotábamos en un cuaderno las salidas que teníamos, uno de los rubros principales era pagar el almacén.

Toda esta hermosa relación comercial pero muy familiar, que se potenció durante décadas y décadas se fue deteriorando a partir de la década del 80, donde los políticos que Gobernaban nuestro país y no solo los gobernantes, sino también quienes representaban a otros partidos en el Parlamento, comenzaron a sufrir el problema del desempleo.

Esto hizo que una de las medidas más conocidas, que hasta el día de hoy son argumentos válidos para los políticos en su lucha contra el desempleo precisamente, es una frase que la hemos escuchado en reiteradas oportunidades y seguramente las seguiremos escuchando, que es “hay que conseguir que vengan al Uruguay inversores desde el extranjero”.

Esto quiere decir ni más ni menos que alguien que está fuera del país y que tiene plata en abundancia venga al Uruguay con ese dinero e invierta el mismo en fábricas o empresas, o comercios, para que de esta manera genere con su inversión puestos de trabajo uruguayos o mano de obra uruguaya, como quieran llamarle. Lo voy a explicar mejor, llegan capitales y compran la cadena de supermercados TA-TA, entonces amplían la inversión, ponen uno o hasta dos supermercados en cada ciudad capital del país, dan trabajo a algún arquitecto, a obreros de la construcción, hasta que finalizan su inversión y después dan empleo a miles de uruguayos que lamentablemente ganan una miseria. Gente que gana $20.000 pesos, que cobra en mano los famosos y tristes $16 mil pesos de más de medio millón de uruguayos y la inversión le empieza a dar los réditos esperados a los capitales extranjeros cuyas ganancias se las llevan al exterior, a su lugar de origen, o a invertir en otro país. Es decir que quedamos condenados a una suerte de esclavitud, donde los capitales se hicieron valer, se les exoneró de millones de pesos en impuestos que no pagaron para instalarse e incluso algunos hasta les dieron los terrenos en forma gratuita y se beneficiaron para tentarlos a que elijan al Uruguay y no a otro país. Vinieron acá porque aquí las condiciones financieras y los contratos que hacían eran mucho más beneficiosos que en la Argentina, en Chile, o en Brasil.

Y ahora nosotros tenemos grandes superficies de ventas de alimento, que son capitales millonarios en dólares, donde por supuesto y por lógica, esto no es una crítica, intentan sacar el mayor provecho de su inversión.

Sobre todas las cosas, en el interior del país esto ha sido absolutamente motivo de una gran debacle social y económica.

Fueron muriendo uno a uno lo que les hablaba al principio, es decir, los almacenes de barrio y muchos uruguayos desleales dejaron el clavo en la libreta y hoy el almacenero los ve pasar con las bolsas de TA-TA para sus casas.

Esto es algo real, que hay que solucionar y esto se soluciona teniendo en el Uruguay un salario mínimo Nacional acorde a las necesidades que tiene cualquier obrero o cualquier trabajador, es decir, tener un sueldo que no puede ser menor a los $20 mil pesos por mes, para que compense tantas horas de trabajo y que puedan hacer valer su sacrificio en el momento de cobrar su sueldo.

Aflojar con los impuestos a los comerciantes para que puedan llegar a ese sueldo mínimo, dejarse de gastar al santo botón en tantas cosas y compensar esa baja de aportes de los empleadores.

Seguramente estoy soñando o realmente no paso una pericia siquiátrica como algunos dicen por allí, pero si tengo claro que seguiré luchando para que realmente en este país divino, se vayan los corruptos y no sigan prendidos a la teta del Estado como ahora.

Artículo anteriorTRÁNSITO LENTO: INICIÓ UN TRÁMITE HACE MÁS DE 15 AÑOS Y SIGUE SIN OBTENER RESULTADOS
Artículo siguienteRAPIÑEROS DE CUELLO DURO