Eduardo Gómez Canon era Escribano y yo lo conozco, o lo conocía, desde muy chiquito, porque nos criamos en el mismo barrio, en la zona de Carrasco y Punta Gorda en Montevideo y a pesar de que yo era un poquito mayor que él compartíamos aquellos viejos barrios de Montevideo, cuando los barrios eran barrios, cuando había amistad, cuando había valores, cuando jugábamos al fútbol con Eduardo en la vieja canchita de San Nicolás, en Siria y San Nicolás, donde hoy hay una escuela pública, la escuela 81.
Compartimos toda la infancia, la niñez y parte de la adolescencia, Eduardo era muy estudioso, muy inteligente y después de un tiempo nos perdimos el rastro, él se mudó para otro lado, nosotros al tiempo también, yo levanté vuelo propio y lo dejé de ver durante muchos años.
Un día en la mañana muy temprano me acuerdo, llegó a mi casa en bicicleta, venía de hacer ejercicio en bicicleta por la rambla de Montevideo, en la zona del Club Náutico de Carrasco y Punta Gorda.
Cuando lo ví prácticamente no lo reconocí, hacía muchos años que habíamos dejado de vernos y él enseguida me dijo “yo soy Eduardo Gómez Canon, el Contador, ¿te acordás que vivía acá a la vuelta en la calle San Nicolás?”
Ahí lo saqué enseguida, abrimos inmediatamente el portón y nos sentamos a conversar en el jardín.
Allí me empezó a contar una historia que realmente me dejó sumamente asombrado, me dijo que él se dedicaba a la venta de software y que había participado en la primera excursión de empresarios organizada por el Dr. Tabaré Vázquez, en ese entonces Presidente de la República, una excursión en un vuelo chárter que hicieron a Venezuela, cuando era el Gobierno de Chávez.
En aquel avión que iba repleto de empresarios uruguayos, viajaba también un hijo del Presidente Tabaré Vázquez.
Él compró el pasaje como lo hicieron todos, había sido promocionado por la Presidencia de la República y me cuenta que el motivo del viaje era que los empresarios pudieran conocer otros empresarios venezolanos para hacer negocios, me recordó que lo hicieron en un hotel 5 estrellas, donde se habían pactado ya distintas entrevistas y en muchos casos se lograron muy buenos negocios, incluso él logró cerrar un negocio con un banco estatal de Venezuela, en donde les vendió sus servicios por unos US$ 6 o 7 millones de dólares.
Se vino loco de la vida, tenía una pequeña empresa unipersonal, agrandó su empresa, tomó más empleados para poder hacer un trabajo excelente porque sabía que detrás de ese podían venir otros muy importantes.
Pero después ocurrió lo increíble, a los dos meses de estar en Montevideo ya preparando la primera entrega de su negocio a ese banco estatal venezolano, lo llamaron de Venezuela y le dijeron que el negocio quedaba sin efecto.
Eduardo venía a declarar esto en el semanario El Bocón, él se enteró que yo era el dueño y además me conocía de niño.
Después de haber golpeado algunas puertas de otros medios de comunicación, como Canal 4 por ejemplo que me lo mencionó y que le dijeron que no, que ese tema no lo tocaban, alguien le dijo ándate a El Bocón y quién es el dueño, así terminamos en el jardín de mi casa, contándome cómo él inmediatamente de que recibió la noticia de que el negocio quedaba sin efecto, tomó el primer avión a Venezuela porque quería que se lo digan en la cara cuál era el motivo y qué era lo que había pasado.
La sorpresa de él me contaba detalladamente, que le dijeron que ese mismo negocio y ampliado por muchas veces más lo iban a hacer con el hijo de Tabaré Vázquez, con Javier Vázquez.
Él volvió al Uruguay furioso y enfrentó la situación, pero no tuvo suerte en ningún lado, el resultado fue que Javier Vázquez, también presuntamente me nombró a este Sr. Jodal, que ahora ustedes lo ven en la televisión, que es el que hizo la App de coronavirus.uy, estaban en el negocio y cerraron con ese banco estatal venezolano por algo así cercano a los más de US$ 54 millones de dólares.
Él se sentía altamente estafado en esta situación, le decía que la influencia de Tabaré Vázquez con Chávez había hecho que el negocio que él comenzaba se lo hayan sacado y se lo pasaran al hijo de Tabaré Vázquez, Javier Vázquez.
Me contó también que después de dar muchas vueltas había logrado que el abogado Washington “El Turco” Abdala hiciera la denuncia.
Él vino y me contó todo esto, lo grabamos, hicimos una entrevista periodística y la publiqué en la primera plana del semanario El Bocón a la semana siguiente.
Luego pasaron no más de 6 o 7 días hasta que nuevamente vino a hablar conmigo Eduardo, siempre en su bicicleta y lo recuerdo con aquel casquito especial que usan los ciclistas y me dijo “mirá Jorge, te voy a decir algo muy privado y muy peligroso, a mí me van a matar”. Entonces lo que decimos siempre cuando alguien te dice algo así es “no, déjate de joder, pará, esto no es así, esta no es la mafia siciliana ni nada por el estilo, estamos en el Uruguay Eduardo.
A lo que él me dijo “no Jorge, yo te vengo a decir que realmente me van a matar porque yo me estoy jugando todo y tengo además muchas más municiones para disparar”.
Yo lo calmé un poco, aunque la verdad no se encontraba demasiado nervioso, Eduardo era un tipo que tenía además un muy buen humor, hacía muchos chistes y bromas a pesar de estar hablando de cosas tan delicadas y se fue.
Me quedé pensando en lo que me había dicho y qué es lo que podía saber Eduardo también que podía llevar al temor de que lo maten.
A la semana iba desde mi casa rumbo a la ciudad de Minas, en el Departamento de Lavalleja y estaba escuchando Radio Montecarlo, el Informativo de la mañana y de repente escucho “fue hallado el cuerpo sin vida del empresario y Contador Eduardo Gómez Canon en la parada 34 de la playa Brava en Punta del Este”.
Cuando escuché esto la verdad iba solo en la camioneta y quedé impactado, se me puso la piel de gallina ¿vieron cuando te sube una especie de electricidad por la nuca hacia la cabeza? Entonces tuve que detener la camioneta al borde de la ruta, recién había pasado Pando y allí me hice un control mental para tratar de calmarme, porque la verdad la noticia me había impactado, era como que me había venido a avisar a mi casa que lo iban a matar y lo mataron en serio. Decidí cambiar el rumbo, seguí hasta la ruta 9 y me fui para Punta del Este, fui directamente a la parada que había dicho la radio y allí estaba en la playa el cuerpo sin vida de mi viejo amigo Eduardo Gómez Canon.
Recuerdo que estaba boca arriba, con el torso desnudo, con un jean puesto y aún colocados unos championes Nike color blanco, también había una cantidad importante de policías que cuando me quise acercar no me lo permitieron, aunque igualmente logré sacar una fotografía en donde se ven algunos policías y se ve el cuerpo de mi amigo Eduardo sobre la playa.
Me quedé en Punta del Este y a la tarde fui a Prefectura, en donde me atendió una muchacha y le pregunté qué se sabía de la muerte de Gómez Canon y para sorpresa mía la muchacha me contestó “fue un suicidio”.
Entonces yo le pregunté “¿Cómo un suicidio? ¿Cómo saben que fue un suicidio? ¿Se hizo una autopsia? ¿Tenía algún disparo?
Ella me respondió que no, que “aparentemente se tiró al mar para suicidarse en la zona de Shangrila, en Canelones”.
Él vivía allí, yo estuve en la casa inclusive y me dijo como que él había ido a tirarse al mar y allí murió ahogado.
Entonces yo me pregunto… ¿cómo apareció el cuerpo en la parada 34 de la playa Brava de Punta del Este?
Recuerdo perfectamente bien que no se veían daños especiales en su cuerpo, ni mordeduras de pescados, ni lesiones que podía dar el cuerpo golpeando durante 100 km dando tumbos por el mar.
Lo cierto es que nunca se hizo la autopsia, se cerró el expediente como un suicidio y cuando apure a la muchacha que estaba en Prefectura preguntándole “¿cómo pueden ustedes a 6 horas sin autopsia certificar que se suicidó?”, a lo que me respondió “hablamos con la señora de él, aunque estaban separados y nos dijo que él era bipolar”.
Ése fue el argumento, para mí absolutamente ridículo que me dio y quedó de esa manera como que Eduardo Gómez Canon se había suicidado.
Para mí no se suicidó, Eduardo era un guerrero, quería pelear, era un estratega de la pelea, movía los hilos y manejaba la información como nadie, era un tipo inteligente y muy capaz, no tenía otros problemas graves, ni de deudas, ni de nada y yo nunca pude certificar que realmente haya sido bipolar, incluso hablé con un hijo que me dijo “papá se ponía triste y se deprimía”, eso fue lo único que pude lograr.
Inmediatamente Washington Abdala dio por terminada su denuncia, que quede claro que era una denuncia realizada por “El Turco” Abdala a nombre de él y que Eduardo Gómez Canon era el testigo de Washington Abdala.
Lo cierto es que Abdala dejó todo sin efecto la denuncia, pasó el tiempo y el propio Frente Amplio lo nombra Embajador en un cargo diplomático muy, pero muy importante.
Esta fue una de las muchas HISTORIAS VERDADERAS que he tenido a lo largo de estos hermosos y también difíciles 25 años al frente de mi querido Semanario El Bocón, que nunca voy a poder olvidar jamás…
Para mí a Eduardo lo mataron…