Tengo amigos que en medio de una charla hablando de Barcelona o el cambio climático te meten un ¿viste que subió la nafta no?». Luego te repiten que se vacunaron… pero que hay libertad, que si alguien no quiere vacunarse está bien.
Hay 2.243.488 uruguayos con 2 dosis aproximadamente. Eso significa que aún quienes se negaban a seguir las exhortaciones del gobierno bajo su mandato ideológico, decidieron de todas formas el camino sensato de la ciencia.
Quizás y no tan quizás bajo la amenaza implícita de no poder participar de actividades sociales o tan sólo poder ir a trabajar.
Hay lamentablemente un grupo importante de ignorantes que decidieron vacunarse pero en cuanto a tomar una tercera dosis tienen sus dudas. No porque sea una vacuna peligrosa, sea cual sea, la que le toque, sino porque nunca estuvieron muy de acuerdo con la vacunación en general. Pero en fin, al final si no te vacunas quedas por fuera del sistema.
La verdad es que no les tengo lástima. Porque aun cuando los números cada vez son mejores en cuanto a los casos por día, las muecas de disgusto por no poder cargar en contra del gobierno no se disimulan. Cuanto peor mejor es la premisa.
Son algunos de los miles de uruguayos que defienden a ladrones, estafadores, mitómanos, dictadores y asesinos.
El otro día, charlando con uno de estos personajes, me decía que si yo no quería compartir un espacio con un no vacunado lo estaba discriminando. «Tus hijos van a la escuela, ¿la maestra se vacuno?».
Qué buena pregunta me dije. Ahora debo ir este lunes a charlar con la directora. Y si no se vacunó ¿qué hago? No puedo sacarlos de la escuela a esta altura del año, pero ¿no sería egoísta darles clase a niños y no estar vacunados?
Es cierto, no hay obligación pero creo yo tampoco tengo obligación de exponer a mis hijos al contagio.
Yo les dije a mis amigos que no tengo problema con nadie. Que si no quieren vacunarse está bien. Pero no cuenten conmigo. Yo no pienso juntarme ni para tomar un café.
Puedo ser demasiado radical y excederme en los cuidados. Pero por exceso al menos no murió nadie. En cambio, por omisión de cuidados, están llenos los cementerios del mundo.
Recientemente Marco De Veglia, un empresario italiano que negaba el virus y promovía campañas de marketing en contra de la vacunación, el distanciamiento y todas las medidas sanitarias, murió por Coronavirus. Contrajo el virus hace dos semanas y hasta antes de ser internado de gravedad reafirmaba su postura de que la pandemia era «una conspiración de empresas farmacéuticas».

Similar discurso al que nos tienen acostumbrados los negacionistas Sciuto y Salle.
El otro al que le patina el embrague de vez en cuando, es nada más y nada menos que un diputado uruguayo, César Vega.

Hace poco usó su tiempo parlamentario para hablar de vacunas, imanes y las «dos bibliotecas».

Por suerte nadie le siguió en ese viaje.

“El pueblo se merece una explicación», decía en conferencia de prensa. Pero caía en varias falacias, argumentando que aún no se han concluido las fases de prueba o catalogado a la vacuna Sputnik como «la peor» aunque no dijo nada de porque la catalogó así.
En resumen, el crisol de personas que niegan los efectos de la vacuna o creen en misteriosos efectos secundarios va desde personas con ideologías de izquierda a derecha, pasando por algún trastornado diputado que debe dormir un poco más.
Pero nobleza obliga, debemos decir que los argumentos a veces no son en contra de la vacunación, son en contra del gobierno, que podría haber equivocado al incorporar en la LUC la paramétrica de importación del petróleo al calcular el costo de la nafta y el gasoil, pero por ahora y en vista de los hechos, el manejo de la pandemia lo está pasando con sote.
Duele ahora aquello de las «muertes evitables» y a falta de argumentos pululan los edulcorados negacionistas. Los que no niegan nada, pero niegan todo. Empezando por no querer darse una tercera dosis. Mira si los casos siguen bajando y al gobierno le sigue yendo bien.

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