Por Mirtha Lencina.-

 

Era mediado del mes de julio, por cosas de la vida una mamá se encontraba en una mutualista con su único hijo de tan solo nueve años. Se había separado de su papá cuando él tenía apenas tres añitos. Por cosas de la vida el papá se fue al extranjero y jamás los volvió a ver. Su mamá lo crió y cuidó de él como una buena madre. Ese hombre había sido y era el amor de su vida.

Siendo muy joven se habían puesto de novios y luego de dos años y poco se casaron, Joaquín que era su pequeño hijo, era fruto de un gran amor que luego, de una de las dos partes por cosas de la vida se acabó.

Ella vivía con la esperanza de que quizás algún día él volviera a reencontrarse con ellos.

Vivía para su niño, se había aferrado a él, y ahora, por cosas de la vida estaban pasando por un difícil momento, pero ella tenía muchas esperanzas de que tuviera un final feliz.

Su hijo, por cosas de la vida hacía dos años padecía una triste enfermedad y había llegado el momento de hacerle una muy delicada cirugía. Mientras esperaba la salida de los médicos para comunicarle cuál había sido el resultado, ella le pedía a Dios que acompañara a su hijo en todo momento.

Internamente se sentía totalmente vacía, le costaba asimilar que su niño estuviera en riesgo de vida, pero tenía casi la seguridad de que todo acabaría con buenos resultados.

Luego de cuatro largas horas de espera, se abre la puerta del quirófano, los familiares del niño se acercan al médico, y callados esperan el informe. El medico toma a la mamá de los hombros mientras pronunciaba estas palabras, “lo siento señora, se hizo todo lo que se pudo, pero el resultado no fue el mejor, realmente lo sentimos mucho, tiene que ser fuerte”.

La hicieron pasar para que lo viera por última vez.

Adentro estaba la enfermera que con voz dulce le dijo que la dejaba sola con su niño, ella le dijo que prefería que se quedara a acompañarla. Con mucha ternura acariciaba el rostro del niño mientras en silencio lloraba tristemente.

Se preguntaba por qué la vida le quitaba aquel ser que significaba todo para ella, por qué Dios le quitaba a ese pequeño el derecho a vivir. ¡Cuánto dolor para esa madre!

La enfermera la escuchaba hablarle a su pequeño como si él la escuchara, no pudo evitar acercarse a ella y acariciarle la cabeza, mientras por su rostro se deslizaban lágrimas por ver el sufrimiento de esa joven madre.

¿Le gustaría mantener un pedazo de su cabello? preguntó la enfermera, le respondió que sí. La enfermera cortó un pedazo de cabello, lo colocó en una bolsa plástica y se lo entregó.
“Mi hijo tenía un corazón de oro, siempre pensando en los demás, siempre queriendo ayudar a los demás si podía…”
La mamá caminó por el sanatorio por última vez, luego de que por cosas de la vida había pasado la mayoría de los 6 meses allí.
Colocó las pertenencias del niño en el asiento del pasajero y se fue dolorida y muy desorientada.

Al otro día, luego de haber dejado a su niño en ese lugar donde por cosas de la vida todos terminamos, regresó a su casa.

La vuelta al hogar fue difícil y más difícil entrar a la casa vacía.
Cargó las pertenencias y la bolsita plástica con su cabello hasta la habitación de su hijo.
Comenzó a colocar los carritos y las otras cosas personales de vuelta en el lugar exacto donde él las tenía en su cuarto.
Ella se dejó caer sobre su cama y abrazando su almohada lloró hasta quedar dormida.
Era alrededor de la medianoche cuando sobresaltada despertó escuchando la voz de su niño diciéndole “mamá”.

¿Que era lo que estaba sucediendo, acaso el alma de su niño había estado allí para darle ese mensaje que la haría sentirse aliviada?

Estaba muy despierta cuando lo había escuchado decirle:

“Mamá, sé que me vas a extrañar; pero no pienses que yo te olvidaré, o dejaré de amarte, sólo no estaré físicamente alrededor tuyo para decirte, Te Amo. Puedes adoptar a un niño y así no estarás tan sola, eso para mí estará bien, podrá usar mi cuarto y mis viejos juguetes. Cuando partí preguntaste dónde estaba Dios en ese momento, mamá él siempre estuvo ahí.

¿Sabés una cosa? Ya no tengo ningún dolor, estoy feliz porque ahora puedo caminar y correr, el cáncer desapareció”.

Dios hizo que esto pasara para evitarme seguir sufriendo.

Te amo mamá, siempre estaré a tu lado aunque no me veas”.

De alguna forma y por cosas de la vida, su hijito había estado allí junto a ella, en su dormitorio, mientras ella acariciaba su almohada y pensaba en él.

Sufrirá por no tenerlo, por no poder acariciarlo, por no escuchar su vocecita diciéndole mamá y por no cuidar de él, pero quizás pueda vivir con ese consuelo de haberlo escuchado decirle que ya no tiene ningún dolor.

Hay ciertas cosas que pasan en la vida que no entendemos, pero por algo ésta mamá escuchó la voz de su hijito una vez más luego de su partida, tomémoslo como que esto es parte de las cosas de la vida.

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